lunes, diciembre 10, 2007

MERCEDES... in memóriam

Lúber Ipanaqué

1

Mi madre fue campesina.
En el crepúsculo sus ojos se tornaban como las
aguas del río Ucayali.
En el ocaso amaba el vuelo de las garzas.
Nunca dio su corazón a la sonrisa de las flores.
Ni su amor a las serpientes del camino
como los hombres suelen darse a la traición y
a la barbarie.
Pero una tarde- o noche, no recuerdo-
el tiempo no hizo diferencia entre la sonrisa de sus labios
y la contaminación de su sangre derramada por su cuerpo.
Se quedó cautiva de dolor y presa de miedo como una
mariposa en las manos de un niño.

2

Mi madre también amó el crepúsculo.
Muchas veces la vi sentada en la orilla del río
y tomándome la mano me decía: “¿Ves esos pájaros? No, no.
No son garzas, es un ángel. Debes aprender a
mirar con el corazón, vida mía.”
Y amó los vientos que refrescaban su memoria.
Mas ahora que agoniza
y es como el ocaso a punto de ocultarse y
la tarde corre el peligro de morirse con ella,
debe soñar- como dices, Juan Cristóbal-
con el árbol de guanábana que plantamos en
la huerta de la casa
(antes de mi viaje hasta Piura, tenía 11 años)
para calmar la lluvia que cae en el cielo de sus hijos o
la inmensa desolación de nuestras almas.

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