Fabián Bruno
Eduardo Valdivia Sanz nos ha entregado, bajo el sello editorial Sietevientos, su obra prima: Los sueños del alfil rojo. Este novísimo narrador nació en las tierras de Turicarami en el año de 1970.
Lo primero que llama la atención en este conjunto de cuentos, diecinueve para ser preciso, es la influencia de la múltiples lecturas que Valdivia ha realizado. Toma como punto de partida la realidad ficcional para crear otra que obedece a sus propias leyes, creando situaciones diferentes para personajes catapultados, hace ya bastantes años, al mundo real.
En la narrativa de valdivia encontramos al Quijote de la Mancha transfigurado. Se presenta, por ejemplo, en el cuento “El hechizado” como el terrateniente Miguel Mendoza, que es acompañado en sus aventuras por Bonifacio Aldana, un gordinflón que termina cortándose la lengua para no probar los platillos de su esposa, seguir son su empresa y obtener por fin la ínsula prometida por su patrón. Este personaje no es otro que Sancho Panza. También encontramos al Quijote en el cuento “Los adoradores del carnero” como un caballero redentor, al lado del rey de los micomicones.
Después presenciamos a nuestro Quijote en el cuento “Los hongos silvestres” y esta vez va al encuentro de un combate mortal con el caballero rojo, que no había sido derrotado por ejércitos enteros. En el desenlace, Ruiz, encarnación del caballero andante, despierta de su largo sueño provocado por la ingestión de unos hongos silvestres que había preparado Saturnino, su fiel acompañante y que a todas luces es el no menos conocido Sancho Panza.
Desde otra perspectiva, en “La isla” se encuentra rasgos muy claros de la narrativa de Ray Bradbury. Este cuento nos adentra, de una manera descarnada, en lo inútil que puede resultar la inmortalidad cuando no se tiene anhelos y pasiones. Inmortalidad que se va volviendo, conforme pasan las centurias, en un terrible aburrimiento. Ahondando un poco más en la temática, se puede agregar que cuando el personaje – narrador, junto a otros expedicionarios, intentaba colonizar el planeta Orión, lo sorprende un desastre y, posteriormente, decide averiguar las causas de éste, encontrando en un altar de granito tres libros escritos en el extinto idioma inglés.
Quizá Valdivia nos hace un llamado a la reflexión para cuestionarnos sobre la existencia humana, el poder de los libros, los únicos capaces de salvarnos, redimirnos y llevarnos por mundos desconocidos y ser libres realmente en un mundo esclavo de la tecnología y el afán de sus habitantes por ser dioses, sin sospechar que sólo somos un alfil rojo en el inmenso tablero de ajedrez del universo.
En el libro encontramos también rasgos de las épocas que nuestros padres y nosotros mismos hemos vivido y seguimos viviendo. Por ejemplo en “No era necesario cruzar el charco” sentimos lo que realmente significa ser latinoamericano y soñar con una futura y mejor vida al querer emigrar al extranjero, donde somos vistos como mano de obra barata e invasores, padeciendo xenofobia a la vuelta de cada esquina.
La narrativa de este novísimo narrador explora directamente en la historia. En su cuento “El castillo de mora” nos relata las aventuras de un descendiente de la estirpe española e indígena; este mozo intrépido logra la rendición de los alpujarras y en la carnicería que significó la batalla encuentra a una mujer mora muy bella. Se enamora de ella, pero ésta termina cortándose las venas: no resistió vivir al lado del hombre que propició la caída de su linaje.
El libro aborda en “Cuando se envejece” al homosexualismo, desde una visión etárea, presentándonos la historia de un homosexual entrado en años que se ve desplazado por uno más joven y guapo que él, y para que esta situación no continúe recurre a los favores de un santo.
Mención aparte merece una de las piezas fundamentales del libro: “Los adoradores del carnero”. En este cuento, Valdivia, nos traslada de manera cinematográfica a la vida de los pobladores del desierto que adoran al Maligno e invaden el reino de Micomicón, implantando sus costumbres oscuras a fuerza del terror, llenando una tierra de paz en un valle de oscuridad y desesperanza. En esta magnífica muestra narrativa se puede rastrear la influencia de J. R. Tolkien, por darle un carácter épico insospechado, basándose, según las declaraciones del autor, en la II Guerra Mundial y en Adolfo Hittler como Señor Oscuro.
Para concluir, “Cada libro tiene su destino”, escribe Eduardo Valdivia Sanz en el cuento “La isla” y el destino de “Los sueños del alfil rojo” se concretiza en la transformación de las realidades que encontró su autor en sus múltiples lecturas y que volcó para avivar la hoguera eterna que representa el oficio de la escritura literaria.
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