Henry Córdova
César Vallejo, el gran bardo universal, escribió en una parte de sus “Poemas Humanos” la siguiente reflexión: “De veras, cuando pienso/ en lo que es la vida, / no puedo evitar de decírselo a Georgette, / a fin de comer algo agradable y salir, / por la tarde, comprar un buen periódico, / guardar un día para cuando no haya, / una noche también para cuando haya / (Así se dice en el Perú-me excuso), / del mismo modo, sufro con gran cuidado, / a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos / poseen, independientemente, de uno, sus pobrezas, / quiero decir, su oficio, algo / que resbala del alma y cae al alma.”
Ahora cuando yo pienso en lo que es la vida no puedo evitar de decírselo a ustedes que uno puede vivir más de lo que el reloj de la vida de cada uno puede registrar, pues realmente vivimos más de vida que de años, uno suele escuchar: aquél es menor dos años que su hermano, sin embargo otro diría aquél es mayor dos vidas más que su hermano –aún siendo menor de años- a fin de cuentas diría el tiempo es apenas simplemente una unidad de medida arbitraria y concreta; la vida sin embargo no tiene unidad de medida exacta, uno puede empezar a vivir después de muchos años. De aquí surge una diferencia entre acumular años y acumular vida, ciertamente acumular años lo hace a uno viejo, lo envejece, acumular vida rejuvenece, de ahí que en realidad no se nos pasa la vida sino los años; la vida que acumulamos en verdad no se va sino que se queda con nosotros.
Yo ahora tengo, dicen algunos al menos, 21 giros de reloj; que joven debo decir y más joven aun porque he vivido mucho y he visto muchas cosas, más joven aun porque he viajado mucho y conozco el mar y las montañas, más joven aun porque ame a todas las mujeres y eso fue porque todas llevaban tu nombre de mujer universal, y aun te amo, más joven aun porque el tiempo dio 20 vueltas más una por mi patio y yo no quise mirarle el rostro y las arrugas maquilladas así es que pasó de largo. Si me preguntan digo por aquí no ha pasado, soy tan pequeñito precisamente porque he vivido más…
Donde estás pregunto y no respondes, acaso estás desnudando tu cuerpo o estás desnudando tus vestidos, realmente no sé cual es la diferencia, o mejor dicho la sé pero no quiero decírtelo ahora porque prefiero ver desnudo tu cuerpo de vestido y desnudo tu vestido de cuerpo, realmente soy feliz en esa fiesta donde estamos desnudos todos y estás tú sin tu ropita pero no está tu desnudez. Donde estás pregunto y no respondes, acaso estás amándome en secreto o quizás guardando en secreto tu amor por otro así como yo guardo en secreto el nombre de la mujer que amo y mientras tanto estoy amándote en secreto. Sea como fuere te amo, no te sientas mal por lo demás, después de todo Dios ama a todas las mujeres de la tierra y si como dicen estamos hechos a su imagen y semejanza me asemejo a él en este punto; realmente no aspiro a tanto. Igual sigo esperando tu cuerpo desnudo y guardando también tu vestido desnudo.
Más tarde me preguntan: oiga usted, manifieste por favor ¿que halló en sus lecturas? –y en verdad nunca respondo, no debería- porque lo que hallé en las lecturas, en los libros que son inmensos cuerpos, grandes seres humanos inmóviles…por cierto, hago una pausa…que los libros se parecen a mí, y no lo digo porque yo sea un ser humano: mi agnosticismo pone en duda incluso que lo sea; pero se parecen a mí en ese grito callado que nadie quiere oír, excepto tú, árbol que no terminas de ser hombre. A veces mi grito es la lectura prolongada, a veces el libro es mi humano encarcelado. Abrid el libro! Para que el mundo termine de una vez! El libro es una revolución de páginas dormidas que en manos de los hombres puede ser muy peligroso. ¿Qué hallé en mis lecturas? Pero si no he leído nada. He vivido en los libros más que leerlos; me oculté en sus páginas de piedra para esconderme del mundo, de ellos y en especial de ellas… Ah, el refugio de una página guarda un abrazo enorme, un calor que sólo puede ser humano, de ahí su humanidad; y sin embargo es triste, cuando le pregunto al libro de su vida me cuenta historias tristes, su nacimiento fue una guerra siglar, una cruzada no por Dios ni Tierra Santa, sino con Dios y contra él; me dice: cada una de mis páginas es un guerrero muerto, es un humano que llora su desgracia, quizás por eso es negra la tinta: el incansable luto que lleva el libro siglo tras siglo. Lo que hallé en los libros fue dolor y amé el dolor porque el dolor libera; hallé también tus ojos amor mío y amé el placer porque el placer cautiva y acaso esos sean los dos destinos del hombre.
En mis lecturas hallé a Dios que lloraba niño porque estaba encerrado y lloré con él sin lágrimas, le vi indefenso y acaso esa sea su grandeza; le vi, lloré amargamente porque le vi y no le creí, no le creo pero en verdad como le amo en mi duda. Eso es lo que hallaréis en la lectura: la duda; es decir el humano. Usted hará el resto.
La vida, ella –ellas: todas y ninguna- y las lecturas; qué extraña unión de cielos y de infiernos: Dios y el otro de la mano, abrazados siendo uno. Un dolor de cabeza de ambos parió mi razón y el desconcierto.La vida, ella –ellas: todas y ninguna- y las lecturas; qué extraña unión de cielos y de infiernos: Dios y el otro de la mano, abrazados siendo uno. Un dolor de cabeza de ambos parió mi razón y el desconcierto.
César Vallejo, el gran bardo universal, escribió en una parte de sus “Poemas Humanos” la siguiente reflexión: “De veras, cuando pienso/ en lo que es la vida, / no puedo evitar de decírselo a Georgette, / a fin de comer algo agradable y salir, / por la tarde, comprar un buen periódico, / guardar un día para cuando no haya, / una noche también para cuando haya / (Así se dice en el Perú-me excuso), / del mismo modo, sufro con gran cuidado, / a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos / poseen, independientemente, de uno, sus pobrezas, / quiero decir, su oficio, algo / que resbala del alma y cae al alma.”
Ahora cuando yo pienso en lo que es la vida no puedo evitar de decírselo a ustedes que uno puede vivir más de lo que el reloj de la vida de cada uno puede registrar, pues realmente vivimos más de vida que de años, uno suele escuchar: aquél es menor dos años que su hermano, sin embargo otro diría aquél es mayor dos vidas más que su hermano –aún siendo menor de años- a fin de cuentas diría el tiempo es apenas simplemente una unidad de medida arbitraria y concreta; la vida sin embargo no tiene unidad de medida exacta, uno puede empezar a vivir después de muchos años. De aquí surge una diferencia entre acumular años y acumular vida, ciertamente acumular años lo hace a uno viejo, lo envejece, acumular vida rejuvenece, de ahí que en realidad no se nos pasa la vida sino los años; la vida que acumulamos en verdad no se va sino que se queda con nosotros.
Yo ahora tengo, dicen algunos al menos, 21 giros de reloj; que joven debo decir y más joven aun porque he vivido mucho y he visto muchas cosas, más joven aun porque he viajado mucho y conozco el mar y las montañas, más joven aun porque ame a todas las mujeres y eso fue porque todas llevaban tu nombre de mujer universal, y aun te amo, más joven aun porque el tiempo dio 20 vueltas más una por mi patio y yo no quise mirarle el rostro y las arrugas maquilladas así es que pasó de largo. Si me preguntan digo por aquí no ha pasado, soy tan pequeñito precisamente porque he vivido más…
Donde estás pregunto y no respondes, acaso estás desnudando tu cuerpo o estás desnudando tus vestidos, realmente no sé cual es la diferencia, o mejor dicho la sé pero no quiero decírtelo ahora porque prefiero ver desnudo tu cuerpo de vestido y desnudo tu vestido de cuerpo, realmente soy feliz en esa fiesta donde estamos desnudos todos y estás tú sin tu ropita pero no está tu desnudez. Donde estás pregunto y no respondes, acaso estás amándome en secreto o quizás guardando en secreto tu amor por otro así como yo guardo en secreto el nombre de la mujer que amo y mientras tanto estoy amándote en secreto. Sea como fuere te amo, no te sientas mal por lo demás, después de todo Dios ama a todas las mujeres de la tierra y si como dicen estamos hechos a su imagen y semejanza me asemejo a él en este punto; realmente no aspiro a tanto. Igual sigo esperando tu cuerpo desnudo y guardando también tu vestido desnudo.
Más tarde me preguntan: oiga usted, manifieste por favor ¿que halló en sus lecturas? –y en verdad nunca respondo, no debería- porque lo que hallé en las lecturas, en los libros que son inmensos cuerpos, grandes seres humanos inmóviles…por cierto, hago una pausa…que los libros se parecen a mí, y no lo digo porque yo sea un ser humano: mi agnosticismo pone en duda incluso que lo sea; pero se parecen a mí en ese grito callado que nadie quiere oír, excepto tú, árbol que no terminas de ser hombre. A veces mi grito es la lectura prolongada, a veces el libro es mi humano encarcelado. Abrid el libro! Para que el mundo termine de una vez! El libro es una revolución de páginas dormidas que en manos de los hombres puede ser muy peligroso. ¿Qué hallé en mis lecturas? Pero si no he leído nada. He vivido en los libros más que leerlos; me oculté en sus páginas de piedra para esconderme del mundo, de ellos y en especial de ellas… Ah, el refugio de una página guarda un abrazo enorme, un calor que sólo puede ser humano, de ahí su humanidad; y sin embargo es triste, cuando le pregunto al libro de su vida me cuenta historias tristes, su nacimiento fue una guerra siglar, una cruzada no por Dios ni Tierra Santa, sino con Dios y contra él; me dice: cada una de mis páginas es un guerrero muerto, es un humano que llora su desgracia, quizás por eso es negra la tinta: el incansable luto que lleva el libro siglo tras siglo. Lo que hallé en los libros fue dolor y amé el dolor porque el dolor libera; hallé también tus ojos amor mío y amé el placer porque el placer cautiva y acaso esos sean los dos destinos del hombre.
En mis lecturas hallé a Dios que lloraba niño porque estaba encerrado y lloré con él sin lágrimas, le vi indefenso y acaso esa sea su grandeza; le vi, lloré amargamente porque le vi y no le creí, no le creo pero en verdad como le amo en mi duda. Eso es lo que hallaréis en la lectura: la duda; es decir el humano. Usted hará el resto.
La vida, ella –ellas: todas y ninguna- y las lecturas; qué extraña unión de cielos y de infiernos: Dios y el otro de la mano, abrazados siendo uno. Un dolor de cabeza de ambos parió mi razón y el desconcierto.La vida, ella –ellas: todas y ninguna- y las lecturas; qué extraña unión de cielos y de infiernos: Dios y el otro de la mano, abrazados siendo uno. Un dolor de cabeza de ambos parió mi razón y el desconcierto.
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