Julio Carmona
Tantas veces se escucha el calificativo de “cochina” adosado a la política que uno se siente tentado de darlo por cierto. Ver la catadura de los parlamentarios y sus patéticas performances, abona a ese descrédito. Fue acertado que el sandinismo calificara de “chanchería” al parlamento nicaragüense de Somoza. Seudopolíticos como éstos son los que desprestigian la política. Observarlos es considerar que político es igual a chancho o cochino. Pero, en realidad, hay política y política, como hay amores y amores. La moraleja de esta reflexión sería: Del mismo modo como no dejas de amar porque un mal amor te traicionó, igualmente no desprecies la política porque un mal político te decepcionó.
Los políticos respetables, felizmente, la reivindican, le dan su verdadera calificación. José Carlos Mariátegui decía: “La política es hoy la única actividad creadora. Es la realización de un inmenso ideal humano. La política se ennoblece, se dignifica, se eleva cuando es revolucionaria. Y la verdad de nuestra época es la revolución.” Con la palabra revolución ha ocurrido algo parecido: sus enemigos la han satanizado y la han convertido en sinónimo de terrorismo. Cuando es todo lo opuesto. Es transformar lo negativo en positivo. Es acabar con la injusticia. Es combatir la corrupción. Es inmolarse por un ideal.
Con las grandes palabras, democracia, revolución, política, se da el proceso de mitridatización, tomando como modelo lo que hizo Mitrídates, rey del antiguo Oriente, que avisado de que sus enemigos querían envenenarlo, se inmunizó tomando pequeñas dosis de veneno, y cuando en verdad le dieron a beber un veneno muy fuerte, éste ya no le hizo efecto. Devaluar los hechos, repitiendo de ellos una visión negativa, es mitridatizarlos; es lo que ocurre cuando se habla política o de revolución como de basura, y cuando éstas se presentan como lo que son, ya la gente está inmunizada, y las rechazan.
Contra esa devaluación de la política vale recordar esta reflexión de Bertolt Brecht, poeta y político alemán: “El peor analfabeto, es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la carne, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. Es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el niño abandonado y el peor de todos los bandidos: el político corrupto, mequetrefe y lacayo del gran capital".
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