Eduardo Valdivia Sanz
Las colas
para las inscripciones de la Universidad Nacional son largas, a los miembros
del C.A.S.—agrupación política que controla el Concejo Universitario—los
empleados de la Universidad Nacional les otorgaron preferencia en la cola y
alrededor de cincuenta reconocidos partidarios del C.A. S ingresan en la
oficina de matrículas.
Decenas de
alumnos que se encuentran en la larga cola pifian a los militantes del C.A.S:
—¡Conchudos
respeten la cola!
Se oyó un
grito entre la multitud.
—¿Quién
les ha dado corona?
Los
alumnos de la cola teclean por medio de sus celulares mensajes de protesta
contra los dirigentes del C.A.S en los foros de las principales redes sociales.
Durante
los siguientes treinta minutos, se monta una marcha bien organizada.
De la
nada, por las veredas y pistas del campus universitario, surgen muchachas y
muchachos con pancartas en las manos y con un monigote de paja al que le han
dibujado el rostro del rector de la Universidad Nacional.
Los
manifestantes gritan que Defensoría del Pueblo investigue al rector; la prensa
escrita le imputa numerosos cargos de corrupción administrativa.
La
protesta se sale de control y los administrativos de la oficina de matrículas
telefonean a la policía nacional; los revoltosos incendian el auto del rector y
luego apedrean los vidrios de la biblioteca central.
Los
miembros de la policía nacional disparan sus escopetas Spa 12 con gases
lacrimógenos; diez efectivos del escuadrón Águilas Negras detienen a varios
estudiantes de los primeros ciclos de ingeniera.
—Llevamos
cinco horas debajo del sol—dijo Luis Pasiche—, no es justo que por los vivos de
la política universitaria nos freguemos todos los alumnos.
Los
estudiantes con mejor promedio, en las universidades privadas, les dan
preferencia a la hora de la matrícula.
—La
injusticia social no es patrimonio de ninguna institución en particular—dijo
Carlos Tejada—, no te amargues. Cada vez que me matriculo no
encuentro cupo en los cursos.
No
controlamos el manejo administrativo, a los salvadores del mundo los expulsan
de la universidad.
Pasiche
sonríe, los compañeros de promoción de la Escuela de Periodismo le han hablado
de Tejada y de sus comentarios viscerales, no en vano le dicen Rayuela pensó Luis.
—¿Cuándo
se jodió el Perú?
—Qué sé
yo—dijo Tejada: mira el rostro de Fidel Castro, en la camiseta de Luis—, la
misma pregunta formuló Vargas Llosa.
Mejor
cuestiona cuándo se jodió la Universidad Nacional. Estoy seguro de que hallarás
la respuesta.
Desde
aquel día de la revuelta, Carlos y Luis entablaron amistad, se respetaban pero
se envidiaban.
A Carlos
lo contrataron como reportero del diario «La República» y publicó dos libros de
cuentos de temática urbana antes de que obtuviera su grado de bachiller.
Luis, por
su parte, daba muestras de una memoria de elefante, repetía las páginas de los
manuales de prensa sin que se equivocara en una coma.
Las
calificaciones altas en los exámenes de carrera y el discurso demoledor de Luis
no pasaron desapercibidos para los operadores políticos de la Universidad
Nacional. Así, una tarde de otoño, uno de los jefes de campaña del
C.A. S. lo invita a que forme parte de la dirigencia estudiantil.
—Alumno
Pasiche—dijo Jaime Céspedes, catedrático del curso de redacción periodística y
número tres en el mando del C.A. S.—, si sigue así conseguirá el más alto
promedio en la historia del curso. Me gustaría una breve charla con usted en mi
oficina. Le interesará mi oferta.
La cita
era a las ocho de la noche, faltaban dos horas.
En la
cafetería principal de la Universidad Nacional, a Luis le asaltó un dilema
moral.
«Si no
voy, Céspedes me perjudicará de alguna manera con mis notas. Y si voy echaré
por tierra mi discurso beligerante».
—¿Ir o no
ir?—se preguntó a sí mismo en voz alta, Pasiche.
—¿Hablas
solito?
Juliana
More sonríe.
—Eso hace
la gente antes de que caiga en la locura total. No me digas que Tejada ya te
contagió la manía de los cuentitos.
Luis le
tuerce la boca, la chica más guapa de la Escuela de Periodismo se burla de él
una vez más.
Pasiche
sabe que Juliana le habla porque la ayuda con sus trabajos universitarios.
En ese
instante simbólico, la realidad en blanco y negro. Se reunirá con el profesor
Céspedes.
Desde
aquella noche de la entrevista con la gente del C.A.S., Luis se convirtió en el
Maquiavelo de la Universidad Nacional.
Por méritos
propios y ayudado por amigos poderosos consigue una plaza en el Concejo
Universitario.
Le retira
el saludo a Tejada, lo considera un incendiario que desconoce el manejo de las
leyes del poder.
Como parte
de su nueva imagen pública, nunca más, se le ve a Pasiche, en la cola de los
alumnos del comedor universitario.
El
revolucionario, Pasiche, se ha comprado una camioneta de manufactura china; la
Universidad Nacional lo enviará becado al extranjero. Sin embargo, a veces
Pasiche se despierta en la oscuridad, y recuerda la mañana de otoño cuando le
preguntó a Tejada, ¿cuándo se jodió el Perú?
Pasiche
conoce la respuesta: no la dirá.
En la cama
del político universitario, el cuerpo desnudo de Juliana More descansa.
—Un culo
grande, una camioneta, una beca para España, por mí que se joda el Perú.
Luis
Pasiche cerró los ojos y cogió el culo de Juliana, lo apretó y siguió durmiendo.
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