Julio Carmona
No sé cuándo fue que por primera vez escuché esta canción que dice: “Escucha, quiero decirte algo/ que quizás no esperes/ doloroso tal vez. // Escúchame, que aunque me duela el alma/ yo necesito hablarte. Y así lo haré.” Ni sé tampoco cuándo la memoricé. Y lo más probable es que quien lea esto tenga la misma sensación. Y, en ese sentido puedo decir, asumiendo el título de la canción: “Nosotros”, que nosotros nos quedamos un tanto perplejos, ya que siendo una canción de amor: “Nosotros, que fuimos tan sinceros,/ que desde que nos vimos, amándonos estamos;// nosotros, que del amor hicimos un sol maravilloso, romance tan divino”, y a pesar de estar refiriéndose a un amor correspondido, al final se plantea la ruptura, sin ninguna explicación: “Nosotros que nos queremos tanto/ debemos separarnos. No me preguntes más.// No es falta de cariño;/ te quiero con el alma;/ te juro que te adoro,/ y en nombre de ese amor/ y por tu bien te digo adiós.”
Desde aquella lejana vez que escuché y aprendí la canción quedé saboreando la incertidumbre, fui alimentando el desconcierto. Y hasta puedo decir que me fui solidarizando con aquella tendencia interpretativa de la literatura que propugna el premeditado sentido ilógico del poema, y aun el ex profeso gusto por alejarse totalmente del contenido, dándole exclusiva prioridad a la forma poética, aun cuando ésta se torne caótica o ininteligible. Pero ahora, junto con el nombre del autor (cuyo desconocimiento era parte del misterio), los poetas –cubanos– Ernesto Rodríguez y Reynaldo García Blanco me dan la explicación.
Pedro Junco Redondas, compositor cubano (1920-1943), tenía una dolencia que le quitaba poco a poco la vida. La daga que cortaba la cinta de esa unión amorosa era una aguda tuberculosis. Y el poema no tenía por qué decirlo. Bastaba con decirle al oyente imaginario, a la amada: “No me preguntes más”. Y el lector u oyente circunstancial, debía asumir ese misterio como parte del valor poético.
La explicación del hecho real se mueve en el terreno especulativo del “lector impuro”, de aquel que busca explicaciones críticas, sociológicas, biográficas, históricas, sociales o políticas. Y siendo válida su inquisición, ese afán revelador de misterios, deviene parte de un interés subalterno en relación con lo artístico. “Las obras de arte –decía Rilke–: “son seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.” Ese misterio hizo de “Nosotros” una canción imperecedera. Espero que esta infidencia de su secreto no melle su belleza ínsita.
Nota: Fotografía de Pedro Junco Redondas
No sé cuándo fue que por primera vez escuché esta canción que dice: “Escucha, quiero decirte algo/ que quizás no esperes/ doloroso tal vez. // Escúchame, que aunque me duela el alma/ yo necesito hablarte. Y así lo haré.” Ni sé tampoco cuándo la memoricé. Y lo más probable es que quien lea esto tenga la misma sensación. Y, en ese sentido puedo decir, asumiendo el título de la canción: “Nosotros”, que nosotros nos quedamos un tanto perplejos, ya que siendo una canción de amor: “Nosotros, que fuimos tan sinceros,/ que desde que nos vimos, amándonos estamos;// nosotros, que del amor hicimos un sol maravilloso, romance tan divino”, y a pesar de estar refiriéndose a un amor correspondido, al final se plantea la ruptura, sin ninguna explicación: “Nosotros que nos queremos tanto/ debemos separarnos. No me preguntes más.// No es falta de cariño;/ te quiero con el alma;/ te juro que te adoro,/ y en nombre de ese amor/ y por tu bien te digo adiós.”
Desde aquella lejana vez que escuché y aprendí la canción quedé saboreando la incertidumbre, fui alimentando el desconcierto. Y hasta puedo decir que me fui solidarizando con aquella tendencia interpretativa de la literatura que propugna el premeditado sentido ilógico del poema, y aun el ex profeso gusto por alejarse totalmente del contenido, dándole exclusiva prioridad a la forma poética, aun cuando ésta se torne caótica o ininteligible. Pero ahora, junto con el nombre del autor (cuyo desconocimiento era parte del misterio), los poetas –cubanos– Ernesto Rodríguez y Reynaldo García Blanco me dan la explicación.
Pedro Junco Redondas, compositor cubano (1920-1943), tenía una dolencia que le quitaba poco a poco la vida. La daga que cortaba la cinta de esa unión amorosa era una aguda tuberculosis. Y el poema no tenía por qué decirlo. Bastaba con decirle al oyente imaginario, a la amada: “No me preguntes más”. Y el lector u oyente circunstancial, debía asumir ese misterio como parte del valor poético.
La explicación del hecho real se mueve en el terreno especulativo del “lector impuro”, de aquel que busca explicaciones críticas, sociológicas, biográficas, históricas, sociales o políticas. Y siendo válida su inquisición, ese afán revelador de misterios, deviene parte de un interés subalterno en relación con lo artístico. “Las obras de arte –decía Rilke–: “son seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.” Ese misterio hizo de “Nosotros” una canción imperecedera. Espero que esta infidencia de su secreto no melle su belleza ínsita.
Nota: Fotografía de Pedro Junco Redondas
1 comentario:
algo parecido sucedio con los poemas de María Emilia Cornejo.
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