The Ramones |
Eduardo
Valdivia Sanz
A pesar
de que tengo cuarenta y cuatro años y muchas canas en el cabello; cuando
escucho la banda punk rock neoyorquina The
Ramones, siento la misma descarga de adrenalina y de euforia que cuando la
escuché por primera vez en playa de Colán, por el año 1984.
Estaba en
la tienda de La Macaria, y Robert
Reusche, conocido que vivía en Lima, puso un casete en el que había recopilado
algunos grupos de rock subterráneo peruano y otras tantas bandas de rock
extranjeras, como Anti Nowhere League, Devo, Siouxie and the Banshees y,
claro está, The Ramones.
Le
pregunté con asombro a Robert: cómo se llama esa
canción del casete, y con su acento atropellado de Lima dijo: Howling at the moon, me lo repitió tres
veces y, al final, con cadencia de aburrimiento, dijo: Sha la la.
Quise una
grabación del tema, pero en esos días de verano no había Internet, MP3 o discos
láser, y si alguien deseaba un casete con música caleta o tenías grabadora
doble casetera o te fregabas. No hubo grabadora doble casetera en la playa, y
me quedé soñando con la música de The Ramones.
Transcurrieron
unos años y llegó al colegio Santa Rosa de Sullana, el gordo Muro, un pata que
venía de Huaraz; el punto era que Muro tenía dos casetes de Ramones, mal
grabados, pero Ramones, a fin de cuentas.
Habré
grabado los mismos casetes no sé cuántas otras veces más, los habré escuchado
mil veces más en el carro del gordo Muro, en los tonos de la villa Militar de
Sullana, en mi walkman, mientras caminaba por el techo de mi casa. En fin, mil
historias más puedo enlazar con la música de Ramones.
Ramones
es el soundtrack de mi vida de muchos momentos, algunos buenos, otros malos,
pero si no hubiera sido por Joey, que ahora, por cierto, está muerto, mucha de
la magia de vivir no se hubiera concretado, pues que hay más intenso que en el
calor de la madrugada de una noche cualquiera de febrero, aceleres tu carro por
la autopista de Piura-Sullana, mientras que en los parlantes de tu
estéreo las guitarras y la batería de Ramones te cuenta que con la goma de
mascar tú llevas el ritmo y que el pinchador de discos en la radio aplasta una
y otra vez el mismo tema.
No lo
duden, Dios es un punk rocker. Mientras tanto no lo
olviden bird is word, bird, bird,
bird… Surfing bird… memeao memeao pa pa.
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