Portada de antología |
Oscar Ramírez
Editor
y antologador
I
David
Lagmanovich, en el texto “Las ‘artes poéticas’ de Pablo Neruda” [1],
cita de manera íntegra el poema Los poetas celestes del
libro Canto general. Para muchos seudo lectores intelectuales,
Neruda no es un poeta que merezca citarse; esto sucede porque en su magnífica
parafernalia del conocimiento, no han pasado de leer los Veinte poemas… oCien
sonetos… Quien critique la vasta obra de un autor habiendo leído solo
dos o tres libros de este, es un mediocre. Volvamos.
Citaré
un fragmento del poema mencionado para hacer propias las palabras: Qué
hicisteis vosotros gidistas, / intelectualistas, rilkistas, / misterizantes,
falsos brujos / existenciales, amapolas / surrealistas encendidas / en una
tumba, europeizados / cadáveres de la moda,/ pálidas lombrices del queso /
capitalista, qué hicisteis / ante el reinado de la angustia (…) Hemos
de detenernos en esto. A partir de una simple pregunta (Qué hicisteis…)
y el concepto del ‘reinado de la angustia’, se desencadena todo un
argumento voraz: ¿En qué momento la poesía se convirtió en una serenata del ego
y no en un compromiso del arte mismo como intención rebelde, como emoción de
palabra que enternece el espíritu y alza espadas con la firme exclamación de
los ideales en beneficio de la sociedad que no vive ni subsiste a puertas
cerradas, pero en la cual el artista sí lo hace? Silencio.
Todos
son culpables, menciona Lagmanovich en el texto tratando de
buscar una génesis a la idea del poema, porque todos han ignorado los
sufrimientos de los seres humanos concretos, de sangre y hueso. Hay una
certeza inevitable en esto. El artista, el poeta que busca en sus versos no
solo el artificio escapista sino también la palabra que emocione y genere
identidad, ha dejado hace tiempo nuestras costas.
La
poesía contemporánea peruana escrita por jóvenes ha caído, en gran parte, en un
vacío total, en un nihilismo exacerbado. Hay gente que escribe, pero no hay
poetas; otros con insinuaciones artísticas, mas no arte; mucha ‘pose’ que
pretende argumentar una estética y poca fe con aire universal en lo que se
hace. Muchas palabras que dicen, pero pocas que hacen.
II
En
una entrevista, Rubén Albarrán, vocalista de la banda Café Tacuba,
mencionó algo vital: La música es el fin, no es el medio [2].
De esta premisa, y parafraseando la música como arte,
surge un comentario necesario.
Siete
voces han sido reunidas en esta antología de poesía, siete voces que, en su
mayoría, ven la luz por vez primera, pero que, a diferencia de lo que existe en
el medio común y comercial de la literatura ‘joven’, demuestran oficio y un
manejo consciente y vital de la palabra como finalidad suprema, no como
artefacto para satisfacer intereses personales, sino como derrotero por el cual
ventanas y puertas nos inviten a identificarnos, emocionarnos, convencernos de
que las posiciones ideológicas (izquierda, centro, derecha) no existen en el
arte cuando este es bueno pues lo abarca todo. ¿Cuántos seudo artistas buscan a
través del espectáculo, de las ridículas ‘poses’, de los egos inconcebibles,
utilizando como ‘medio’ la parafernalia de inútiles y forzados versos que creen
ser revolucionarios, convertirse en el centro de atracción, en el absurdo
inicio de los comentarios? ¿Cuántos creen que esas actitudes deben pesar más
que el arte en sí? La pregunta queda abierta.
Aunado
a esto, el artista se ha encerrado tanto en sí mismo que ya no pretende
respirar el aire común, y desconoce el entorno que permite crear; el hermetismo
es propio no solo de su vida, sino que también se refleja en su obra. César
Vallejo escribe en el libro “El arte y la revolución” lo siguiente: El
literato de puerta cerrada no sabe nada de la vida. La política, el amor, el
problema económico, la refriega directa del hombre con los hombres, el drama
menudo e inmediato de las fuerzas y las direcciones encontradas de la realidad
social y objetiva, nada de esto llega al bufete del escritor a puerta cerrada [3].
¿En qué momento se olvidó que el compromiso del arte y del artista no es ser un
personaje alado ni vulgar, sino un ser que dice lo correcto en el momento
indicado, un reflejo de la sociedad y no un personaje que se aísla de todo? Los
poetas han dejado de observar el mundo para solo mirarse ante el espejo y
describir su figura como un todo, cuando el todo del mundo permite configurar
nuestra figura humana y social.
III
La Antología de
Poesía ‘Catástasis 2013’ (que se realiza de manera bienal,
y esta es su tercera edición) es una muestra de la nueva lírica que en silencio
se desarrolla en diversas ciudades del país. Con temáticas variadas, y
apropiándose lentamente de una voz singular y personal sobre todo, los autores
seleccionados nos dan fe de la efervescente oleada artística que recorre las
calles de lugares distantes pero al mismo tiempo unidos por los quehaceres de
la creatividad.
Jóvenes
voces que emiten a través de la palabra sus ideales y concepciones poéticas.
Jóvenes voces como J. Estiven Medina Ortiz (Chincheros, 1995)
quien nos demuestra que la poesía es un viaje interior en el cuerpo de otros
para criticar nuestros propios miedos, y la de Joe Guzmán (Trujillo,
1991) que, con un toque filosófico muy sutil, genera una reflexión sobre el ser
de manera muy acertada. En Claudia Jimena Arévalo Santa María (Trujillo,
1993) evocamos la nostalgia de lo perdido no como tristeza, sino como ausencia,
como añoranza infinita y tierna; algo semejante a los textos de Erick
M. Fiestas Sorogastúa (Trujillo, 1988), textos donde la contraposición
de personajes invitan a elaborar juicios sobre las intenciones emocionales de cada
lado de lo filial. En los poemas de Edgar Fabián Bruno Remigio (Piura,
1983), tal vez el más redondo del conjunto en cuanto a temática y elaboración
textual, uno se enfrenta al cómo elaborar de situaciones ajenas y violentas un
espacio certeramente literario, utilizando nuestro pasado reciente como eje
primario, natural. Mariana Cristina Hidalgo Mouchard (Lima,
1986) nos devuelve la belleza de la palabra desde las perspectivas personales y
recurriendo al verso corto y preciso, mientras José Alberto Taipe
Agreda (Lima, 1994) hace de lo coloquial el eje de sus poemas, creando
un diálogo común que no pierde ningún filamento poético.
La
buena poesía está habitando espacios inesperados, no páginas de diarios ni
elocuente comercialidad; hay que observar con cuidado, no mirar con simpleza.
Este cúmulo de voces es parte esencial de nuevas ideas que flotan y esperan ser
analizadas. Una poesía con intención, no con vagos argumentos de popularidad,
irrumpe. Esperemos los mejores resultados de ello. El trabajo literario es
arduo; aquí vemos buenos y jóvenes frutos.
[1] Espéculo,
N° 28. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2004.
[2] Emitida en el programa ‘Cinescape’ de América
Televisión (16/07/2009).
[3]
Edición de la Asociación Centenario César Vallejo.
Trujillo, octubre de 1991. Pág. 62
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