miércoles, diciembre 10, 2008

LO QUE LA PRENSA ME ENSEÑO (DE PERÚ 21 Y OTRAS OMISIONES)


REYNALDO CRUZ

Álvarez Rodrich es el nuevo héroe de los estudiantes de periodismo, como para mí lo fueron César Hildebrandt y Edmundo Cruz. En la universidad uno cree estar aprendiendo el mejor oficio del mundo, descripto por Gabriel García Márquez, pero el mundo de la prensa te despierta del sueño que nunca será real.

“discrepancias sobre temas editoriales tan importantes que en opinión del grupo accionista requieren el cambio del director”. Ha confesado AAR es la razón de su salida de Perú 21, hasta hace unos días, el diario que representaba más pluralidad y credibilidad entre los medios escritos del país. “Son los 6 años más bonitos de mi vida…para mí personalmente fue una experiencia magnifica en mi vida haber liderado este esfuerzo” expresó brevemente.

AAR fundo Perú 21, le dio su personalidad, es cierto que los accionistas ponen su dinero, pero ellos no representan el prestigio que tenía el diario. El grupo humano del que se rodeo AAR le otorgo frescura al medio, esbozo su imagen, y lo convirtió en el diario más respetado del país. Algo que le costará mucho recobrar a quien sea designado el nuevo director del matutino.

La censura representa la desilusión para quienes idealistamente creemos que podemos fiscalizar autoridades y atenernos a las represalias que de una u otra manera tendrán que llegar. Los medios de comunicación han sido desde sus inicios empresas con fines políticos más que económicos, eso lo aprendí en mi etapa de cronista.

“No escribirás noticias que atente los intereses de los socios, empresas u amigos del periódico” parece ser un mandamiento de la santa inquisición de la prensa que permanece en el subconsciente de los periodistas. Cada letra escrita puede ser parte de la sentencia que uno mismo firma, si no se limita en la línea editorial.

La prensa que soñamos, aquella de café, entre maquinas de escribir y cigarrillo, aquella donde la investigación sea la rutina, ya no está mas con nosotros. Ahora, hay que darle a los lectores lo que quieren: muerte, escándalos y chismes. Decir que no es así, es ser cínico, pues más ventas se obtienen con malas noticias, que con notas de interés social.

Hay mucho por decir de la prensa. Quienes alguna vez entramos en una sala de redacción, sabemos que ante todo la publicidad limita el espacio de las noticias, es la primera en ocupar un espacio en la diagramación. Un diario no sobrevive de las ventas, sobrevive de la publicidad. La publicidad es la sangre del periódico me decía un maestro en la universidad.

El caso de Perú 21 merece una reflexión a quienes permanecen en la prensa. La ilusión ya no es la de antes, la realidad no es la misma. Tienen un compromiso con la profesión que muchas veces olvidamos por la rutina o por los apremios económicos.

Una noticia cultural no es más importante que la muerte en la portada de cualquier tabloide. La gente se ofende con el sensacionalismo de los mass media, sin embargo, es lo que les fascina a la mayoría. Se regocija inconscientemente de las tragedias ajenas. Se ha acostumbrado al consuelo tozudo de que en un país como el nuestro cualquier situación es posible.

Quienes aún sueñan con el periodismo de antaño, aquel que era un espacio de cultura, donde a pesar de que los medios eran empresas, se mantenía un poco más de libertad, alimentan desde sus pequeños espacios tradicionales o desde la blogosfera, aquel sentimiento que nunca debió perecer bajo la seductora caricia del poder.

Los comunicadores que vendrán, es una generación con un gran reto, el de no dimitir ante la estructura impuesta, el de renovar los medios, de apostar por una apertura, una pluralidad que permita al público educarse, desarrollar sus capacidad y no convertirlos en simples espectadores dispuestos a recibir todo lo que se les entrega.

Hay mucho por escribir sobre la prensa, sobre el poder mediático, sobre la supuesta investigación de los periodistas, sobre quien decide lo que publica y lo que se censura, quienes manejan en realidad los mass media y su interés que tiene en los consumidores de la información, quienes casi nunca se han preocupado por detenerse a ver quien les está colocando opiniones sobre temas coyunturales y otros intranscendentes.

Como AAR hay que ser consciente del momento adecuado para retirarse y reflexionar sobre lo que la prensa nos enseñó y ser tan digno para decir que la tentación del poder no pudo doblegar nuestra voluntad de ejercer el mejor oficio del mundo como nos indicó el maestro gabo.