lunes, mayo 31, 2010

Poesía coyuntural


La denominación del epígrafe, “poesía coyuntural”, fue creación del poeta Cesáreo Martínez (“Chacho”, para sus amigos), uno de los grandes exponentes de la afamada Generación del 70’ (a la que pertenecen los no menos afamados Enrique Verástegui, Juan Ramírez Ruiz, Tulio Mora, Rosina Valcárcel, Manuel Morales, entre otros). Y hoy me animo a escribir sobre el tópico, porque creo que son pertinentes algunos deslindes.

Nadie que conozca los orígenes poéticos de “Chacho” puede ignorar que su concepción teórica de la poesía se inscribía dentro de los parámetros de la “poesía pura” (denominación ésta que en el Perú tomó carta de ciudadanía en la década de los cincuenta del siglo pasado, por oposición a la otra ciudadana: la poesía social). Y, en efecto, hay pruebas fehacientes de la producción poética de “Chacho” en ese sentido. Pero no fue, precisamente, por esta producción que logró la consagración. Esto lo hizo con poemas de corte social. A los que él llamó “poesía coyuntural”.

Y alguna vez –conversando sobre estos tópicos, de poesía formalista y realista, pura y social– “Chacho” precisó los alcances de su propuesta. Uno de ellos era, digámoslo así, descriptivo. Refería que se trataba de tomar temas propios del momento, situaciones conflictivas del entorno, coyunturas sociales y políticas que podían y debían ser llevadas al trabajo poético. Y esto, en realidad, no era lo novedoso. Era algo ya practicado por otros poetas de la tendencia purista o formalista (Octavio Paz, Jorge Eduardo Eielson, por mencionar a los más emblemáticos).

Lo decisivo en el caso de “Chacho” es que él manifestó que era una “actitud coyuntural” de su parte. Es decir, que él no renunciaba a sus convicciones poestéticas vinculadas a la tendencia purista/formalista. Felizmente –para el mismo “Chacho” y para bien de la misma poesía– no volvió a escribir poemas de esa tendencia (los de sus orígenes prácticamente “no existen”). Porque los más celebrados son “Carta a Iksra” y “5 razones puras para comprometerse (con la huelga)”. Son sus dos primeros “poemas coyunturales”. Y obsérvese la expresión “razones puras”, tan sugerente y decisiva para entender estos deslindes.

Cesáreo Martínez ya no es un “poeta coyuntural”. Su obra ya es parte de la poesía realista peruana (aunque él, desde sus convicciones poestéticas, no lo quisiera). Muchas veces, los poetas son los menos indicados para calificar el valor de su propia poesía. ¡Si le pasó a Cervantes que prefirió a su olvidada “Galatea”, antes que a su “Don Quijote”! Cesáreo Martínez –insisto– ya no es: ni poeta formalista ni “poeta coyuntural”.

“Yo le lustré los zapatos a Haya de La Torre”


Fueron horas de grabaciones, de conversaciones y divagaciones. Fueron días y años que escuché su retórica griega con la que, hasta la fecha, seduce a cualquier piurano. Fueron recuerdos que por su mente aún vagan caprichosamente. Esta vez él ya no formaba parte del Senado de Allende en Chile, mucho menos viajaba hacia Alemania como quien hace turismo dominical, tampoco dictaba clases de alemán en la UNP, mucho menos repartía medicina con Miguel Godos Curay y Alan García. Ahora estaba en un rincón oscuro, ahí donde la sociedad le ha dado un espacio y donde Correo, luego de una documentación de años, se atrevió a entrevistarlo; Ubaldo Octavio Zapata Albán.

Texto y fotos: Richard Chávez

EN CHILE, CON ALLENDE

¿Cómo te trata Piura?

Nada, qué te puedo decir. Es mi pueblo yo he nacido acá, soy mangache. Y aunque no he querido hacerlo, yo he salido a varios países.

Estuviste en Chile, formaste parte del senado de Allende

A mí me encomendaron unos censos donde registraba ingresos de las familias. Trabajé ahí pero todo esto se acaba el 11 de setiembre de 1973 cuando le dan Golpe de Estado a Allende, donde lo matan p..t...e; los encerraron y les metieron bombas en los sótanos presidenciales. Pero fue una amiga quien me salvó de ahí, a pesar de que yo le dije que quería quedarme con el presidente, y me fui con ella.

¿A dónde fueron?

Llegamos a una fundición El Triunfo, hasta que un día llegan militares armados con metralletas, y mi amiga Chela me dice, tú te metes debajo de la cama. Era de madrugada, balas, olores de bomba, era matanza. Pero los militares se dan cuenta y me llevan.

¿Te torturaron?

Si, me llevaron al ejército, me acostaron en una mesa que era como en donde cortan las carnes…pero ya no quiero hablar de eso.


ACTUALIDAD Y POLÍTICA

¿Cómo vez la política en la actualidad?

Villanueva del Campo dijo que el que estaba de Presidente en el Perú no era el APRA. Lo dice en un informe en el diario El Comercio y en La República. Entonces, ¿ha habido aumentos de sueldos?... ¡No! Mas bien los precios han subido por las nubes, como decimos. Una caja de fósforo que antes costaba un real, o medio real, ahora cuesta 40 centavos aquí en la Avenida Grau, ahora que si entras (a un lugar) ahí te sacan la chochoca.

¿Cuál es para ti el mejor presidente que ha tenido el Perú?

Sánchez Cerro, papá. Porque Sánchez Cerro les dio la libertad a los negros c.., y mi mamá fue una negra muy bonita. (Llora)

ALEMANIA

¿Qué es lo que más recuerdas de tus viajes a Alemania?

Llego a Suiza y me bajo del avión. Me voy al baño a orinar, y una doctora me dice ¡oiga usted a dónde va, usted es peruano!, le digo yo me voy al baño a orinar. Ella me respondió “este baño es para nosotros y el otro para nuestros animales, usted no puede orinar acá”

Entonces, ¿me estás diciendo que sentiste el racismo?

Claro, p..t. tú que llegues de viaje a ver un pueblo y con eso te desilusionas. Te c.....n.

Pero, eso sucede en la mayoría de países.

Claro, pero con nosotros, no con los otros.

¿Y qué recuerdos te trae Miguel Godos Curay? Sé que en la primera campaña de Alan García tú le ayudaste a repartir cuadernos.

Repartimos medicina, que a Piura le tocó el 60%, el 40% a Tumbes y alrededores. Fueron 108 productos médicos para infecciones y dolores. También llevábamos tarros de leche SMA. Y todo eso se entregaba para la gente que estaba tuberculosa, afectada por las lluvias.

¿Ahí recién habías regresado de Alemania?

Sí, de Europa.

Me contaron que trajiste bastantes elepés

Claro, música de Tom Petty, el grupo Spirit que era fantástico, y los animales de The Beatles.


HAYA DE LA TORRE

Volviendo a la política, ¿Cómo era el aprismo de antes?

El aprismo te hablaba de la realidad que vivíamos y sobre todo nos defendía. No nos defendía ante la policía, sino ante la iglesia, porque ahí era el recinto donde te comían para siempre.

¿Conociste a Haya de La Torre?

P..a, yo le lustré los zapatos a Víctor Raúl Haya de La Torre cuando era niño. Un día, con mi cajón, entré al local del APRA en Alfonso Ugarte, y él dijo cuando venga este niño denle de comer. Y ya pues ahí conversé con él.


LITERATURA

¿Qué autores leías?

A César Vallejo. Lo que escribió el papi Ricardo Palma, y las Tradiciones Peruanas no es un librito, ¡es una colección mundial de todo lo que es la vida del Perú a nivel mundial c...jo.!

Un poema

“Por una mirada un mundo; por una sonrisa un cielo; por un beso…yo no sé que te diera por un beso” (Rimas XXIII - Gustavo Adolfo Bécquer)


RECUERDOS

Háblame de algún recuerdo de tu niñez

Recuerdo que con mi madre preparábamos yupisín, en el campo, en unos jarritos. Cuando vivíamos allá por la FAP.

Miguel Godos Curay de vez en cuando escribe sobre ti en sus artículos...

Sí, Director de Correo y que ahora trabaja con Pipo, con el rector de la universidad (señala hacia Castilla)

¿Y cómo sabes que está trabajando en la UNP?

Porque siempre me encuentro con ellos. También anda con gente nuestra que ha estudiado con nosotros, con papá Mariano Calero Merino, este amigo ha estudiado con Pipo, y él ha estudiado fuera de Perú también.


EL SAN MIGUEL

Un recuerdo de tus clases en el Colegio San Miguel

El matemático Pedro Castillo Coloma, nacido en Paita, el primer día de clases me hizo que le demostrara lo que era el campo matemático, cuando nadie sabía nada. C..s...m..e yo quería decirle profesor pero si yo llego de lustrar, de cargar del mercado…y de pescar truchas en el río (risas)… pero no podía decirle nada. Entonces, dice, a ver Ubaldo Zapata Albán salga a la pizarra para que lo demuestre. Salí y me quedé parado frente a la pizarra. El resto del salón estaba frío, porque nadie nos había dicho qué era el campo matemático. Y el profesor me dijo yo conozco a tu padre, y así me comprometió más. Entonces, p..t..e me acerqué a la pizarra y con la tiza hice sólo un puntito, y le digo, ¡el campo matemático que vamos a estudiar es cuadrática, cuadrimensional y triangular y lo demuestro con el puntito! Luego, le dije ya terminé ¿me puedo ir a sentar?, sí me dijo el profesor y me senté.

Tú eres promoción de…había una san miguelino al que torturaron… Llontop

Si, Carlos Llontop ¿Eres promoción del San Miguel de Carlos Llontop?
No, él era una promoción antes. A él lo desnucaron, le hicieron una dislocación cerebral; le separan el cerebro con el cuerpo, te desconectan, es por eso que él caminaba así, lo dejaron con problemas, lo c…g..n. ¡Exterminio! Ya no puedes hablar correctamente (se quiebra) se te va cortando la comunicación mental (llora) Tú veías que él quería hablar y ya no podía hablar, se enredaba…exterminio total.

¿Qué es para ti la locura?

Es descerebración, exterminio…muerte.

domingo, mayo 23, 2010

¡Ahí vienen los locos!


Tras los pasos de uno de los personajes más pintorescos de la literatura peruana, EL LOCO MONCADA.


Es sabio y es profeta, de loco no tiene nada, de sabiduría tiene mucho. ¡Es profeta más que loco!
José María Arguedas


Richard Chávez

No estuvimos borrachos, tampoco fuimos sonsos, pero sí locos; con un cartel en el pecho que decía “Busco información del Loco Moncada” recorrimos las calles de Chimbote. Walter, Eder y yo por cuatro días nos vimos inquietados por la locura de uno de los personajes más pintorescos de la literatura peruana, Ciriaco Moncada Martínez, alias El Loco Moncada.

La primera avenida que visitamos fue la Buenos Aires, ahí todo había cambiado; las fachadas de las casas habían sido remaquilladas; del mercado ambulatorio de hace 20 años sólo quedaba algunos vendedores; incluso se había construido una berma que ahora separaba la avenida. Chimbote, de la época de la pesca y los inmigrantes, había cambiado, todo menos ese aroma a mar que Ciriaco Moncada y José María Arguedas también habían saboreado.

Cuando la gente miraba los carteles que llevábamos, nos detenía para leernos con asombro y sonrisas. Casi todos nos decían lo mismo; “Sí, el loco Moncada, pero no era loco, ah”, “¿Quién, el loco que sale en los libros del escritor José María Arguedas?”, “Por aquí pasaba con su cruz de madera, gritando y lanzando palabrotas”, “Claro, quién no va a conocer al loco que colgaba una hamaca entre dos postes y se ponía a hablar y a vender trabas para gallos”. Y disculpe, ¿tendrá alguna foto del Loco Moncada? ¡No, que va! ni que yo hubiera estado loco para tomarle una foto al loco…


El Loco Moncada

Ciriaco Moncada nació en el año 1924 en Chocope, La Libertad. En Chimbote vivió en el barrio “El acero”. Fue un moreno de cabellos ensortijados que con su 1.72 de estatura se dedicaba a la pesca, con un puesto no tan bien remunerado: patrón de lancha. Aunque vestía de distintas maneras, mayormente se le veía con ropas de pescador, incluso, se ajustaba los pantalones con malla de pescar y usaba los yanquis que usan los hombres de mar. Con su acento vozarrón soltaba su perorata, criticaba a los políticos de turno, alcaldes y al presidente Belaunde Terry. También hablaba de política, sociología y religión, cargando a rastras una cruz de madera, pregonando que él era como Cristo, y que los ricos de Chimbote no sólo contaminaban la ciudad, sino también a él lo habían crucificado.

“¡Loco le dijeron a Cristo y luego lo adoraron!...¡Loco le dijeron a Colón y hoy lo homenajeamos!... ¡Sí!... ¡Somos locos!... ¡Soy loco porque tengo la mente clara en un mundo lleno de trastornados!... ¡Soy loco porque vengo con una cruz, pobre, sucio y con un mensaje divino; seguro que no lo fuera si estuviera elegante y engalanado, si fuera gringo o de ojos azules!... ¡Pobre pueblo de Dios, nunca sufrirás si no cambias, si sigues ignorando los mensajes y designios de tu padre!”

Moncada y María Arguedas

Entre los lugares en donde predicaba sus discursos en busca del derecho social estaba la Farmacia Bazán, el Banco de acero y el Colegio Miguel Grau. Pero el lugar exacto en donde el escritor José María Arguedas se detuvo fue al frente de lo que ahora es el Hotel de Turistas de Chimbote. Moncada encima de una estera, se ponía a remar en un bote imaginario, ironizando a la pesca de los pobres de aquellos años. En una oportunidad lo vio vestido de mujer embarazada, para lo cual dentro de su “panza” se había puesto un gato que maullaba y él decía que era su hijo que lloraba porque reclamaba a su padre, ironizando así la promiscuidad sexual que seducía a Chimbote.

En otra oportunidad, el escritor vio al Loco Moncada bajando una cruz que traía al hombro, y de una bolsa sacó un muñeco que era idéntico a él, que incluso traía las mismas ropas que Moncada. Colgó el muñeco en la cruz y empezó con su discurso: “Pobre Moncada, loco Moncada, todos te calumnian. El gobierno te calumnia, te hace sudar, flagelar, calafatear con candela, te mete en los podridos del barro, del zancudo; Mohama, el candidato a alcalde, te echa la babita, te enamora, te dice “blanquito, blanquiñosito”, te mete alfiler al corazón. ¡Pobre Moncada, Moncadita, hijo!”. Este, y su incontrolable vocabulario lanzado por lo que su mente a la deriva le ordenaba, fue suficiente para que el escritor se interesara en él. Tanto así que llegó a grabarlo en casete y que luego escuchó constantemente mientras trascribía los discursos del loco en su maquina de escribir Remington, así nacía la novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.

El Loco Cardenal

En los 80s a Chimbote llegaba el espectáculo de Los Cachascanistas. Cardenal era uno de los más admirados por su colosal fuerza; era de los que nunca perdía en el cuadrilátero. El nombre de ese peleador sirvió para que los lugareños de La Victoria le pusieran a Jaime, el apodo de “Loco Cardenal”. Jaime había nacido con la razón debilitada, prácticamente vivía en las calles y de vez en cuando mostraba su locura con los puños. Cuentan que una vez mató a un borracho que se cayó delante de él, y con un pedazo de chancaca le destrozó el cerebro.

Ahí vienen los locos

El Loco Moncada cada vez que veía tirado en el piso al Loco Cardenal, lo levantaba para abrazarlo y caminar juntos por las calles chimbotanas. Moncada, con cierta cordura, repetía: "Aquí vienen los locos…ehh ehhh aquí vienen los locos, somos los locos, somos los locos de Chimbote”. Era el único hacía sonreír al Loco Cardenal. Por eso, cada vez que Cardenal lo veía se alegraba lanzando palabras indescifrables; su alegría balbuceaba. Moncada, todo un personaje, de vez en cuando le dejaba propinas, incluso algunos alimentos.

Cierta cordura

Tan loco no estaba, decían algunos, otros que se hacía el loco, que así era su forma de ser. Vendedores del mercado afirmaban que allí llegaba los domingos con terno azul o “verde papaya”, de sombrero negro, y corbata. Paseaba todo orgulloso, mirando hacia arriba, alzándose el sombrero. El fin de semana lo veían subir en “La chimbotera”, la única góndola que había en Chimbote de los 90s, con dirección hacia Trujillo. “Yo llegué a verlo en Trujillo, bien arreglado, tú lo veías y no era el loco que andaba por acá en Chimbote”. Lo veían recorrer las calles trujillanas con terno y gorrita, se paraba todo elegante y también, lejos de Chimbote, con las manos en los bolsillos del pantalón hablaba de política y de injusticias sociales.

Los lunes, en Chimbote, se le veía con polo blanco y pantalón negro, con sus redes al hombro seguía lanzando nuevos discursos. Fue Trujillo, la ciudad en que sería arrollado por un auto, quedando así en la inmortalidad lograda gracias a sus oratorias, y a las letras de Arguedas.

"Yo soy lunar negro que adorna la cara; el lunar cuando está en la mejilla de la mujer buenamoza o en la frente del hombre, es adorno. ¿Quién dice que no? Yo soy lunar de Dios en la tierra, ante la humanidad. Ustedes saben que la policía me ha querido llevar preso otras veces porque decían que era gato con uñas largazas, de ladrón. Yo no niego que soy gato, pero robo la amistad, el corazón de Dios, así araño yo... Y no es la moneda la que me hace desvariar sino mi estrella..."

El Loco Moncada podía vestirse como él quería, de pescador, de político, o de lo que su locura se le antojara. Los que lo conocieron sospecharon de su locura. Las señoras de la ramada, lugar en donde él trabajó, decían que le agarraba la locura por dos o tres días, luego de eso volvía a trabajar de lo más normal. Hasta se sospechó que era un espía que se hacía pasar por loco para estudiar a los detractores del gobierno de aquellos años. Pero de lo que todos estuvieron seguros es que era todo un personaje. Los que lo escucharon alguna vez, de seguro se hicieron los locos, y le dieron la razón cuando él decía:

- “Yo soy un personaje, los escritores famosos han escrito sobre mí, ¿Quién es Moncada? Hay Virgen de la Puerta, hay gallinazos, hay Moncada…”



Agradecimientos
A Alberto Velásquez por los datos sobre El Loco Cardenal. A Luis Vásquez por la foto del Loco Moncada. Y a toda la gente de Chimbote, por haberme creído otro loco.


Nota: Los textos que aparecen en cursiva son fragmentos de la novela "El zorro del arriba y el zorro de abajo".

lunes, mayo 17, 2010

Happening en la milla seis


Julio Carmona

Reseña de la última novela de Víctor Borrero Vargas, quien me honró como su comentarista el día de su presentación en público

Víctor Borrero Vargas es uno de los más importantes narradores vivos de Piura y del Perú. Es tanta su importancia, que hasta despertó la codicia de un autor mediocre que le robó el fondo y la forma de uno de sus cuentos. Ahora nos hemos reunido para asistir al alumbramiento de su recién editada novela Happening en la milla seis.

La palabra ‘happening’ se suele traducir por “suceso” u “ocurrencia”, a secas; aunque también se hace la ligazón con el sentido de felicidad que tiene aparejado. Si nos atuviéramos a esa comprensión, diríamos que el título de la novela está aludiendo a una “ocurrencia agradable” o a un “suceso feliz”. Y esta explicación del título la encontramos en la p. 120 de la misma novela, donde se dice lo siguiente: “¿Qué habrá pensado el presidente Francisco Terranova cuando estaba en aquella plataforma levantada en la Milla Seis?, seguramente que estaba en una fiesta, en un happening con los gringos, lleno de esplendor y de soberbia, sabes Aurelio, yo había estado esperando una actuación así, patriótica y alentadora, ahora los farsantes han sido puestos al descubierto…”

Esta cita hace alusión al acta que se firmó, el 03 de agosto de 1968, entre Fernando Belaunde en su primer gobierno y la International Petroleum Company (que, por entonces, había hecho de Talara un territorio yanqui dentro del territorio peruano); mediante dicha acta la compañía yanqui entregaba al gobierno los yacimientos petrolíferos de la Brea y Pariñas; pero asimismo la cita se refiere a la farsa que eso significó con la pérdida de la página 11 de la referida acta, lo cual habría de motivar el golpe de estado liderado por Juan Velasco Alvarado, dos meses después, el 03 de octubre de 1968.

Entonces, como se ve, no es tan cierto que el título aluda a un “suceso feliz”, definitivo; en todo caso, es el preludio de una desilusión, explicación ésta que se nos adelanta en la contratapa del libro, donde se califica a la obra, llamándola “novela de la desilusión”. Aunque –y esto es lo más destacable de ella– es una novela que se mueve en dos planos antitéticos: a) la negatividad de los sucesos histórico-sociales de los que da cuenta, y b) la positividad (valga el neologismo) que constituye el hedonismo erótico del narrador (no necesariamente el autor). Pero, antes de entrar en un análisis más pormenorizado, creo pertinente hacer algunas precisiones generales respecto del género y de las especies de la narración.

El género narrativo es la transformación moderna del género épico antiguo. Es decir, que tanto el género épico como el narrativo tienen el mismo origen etimológico (contar, narrar), pero se diferencian por sus imperativos de época. La narración antigua presentaba hechos que eran de interés general: el origen de un pueblo, el origen del universo, el origen de los dioses. La narración moderna trata de hechos individuales. Un importante estudioso de la literatura, el alemán Wolfgan Kayser, define esta división de la siguiente manera: “A la narración del mundo total (en tono elevado) la hemos llamado epopeya; a la narración del mundo privado en tono privado la llamamos novela.” En la actualidad a nadie se le ocurriría decir que está escribiendo una epopeya, pues para ello tendría que tomar como tema el origen de un pueblo, el origen del universo, el origen de los dioses. Y esto dejó de tratarse desde que don Miguel de Cervantes Saavedra escribió las aventuras de “Don Quijote de la Mancha; desde entonces todos los estudiosos de la literatura han convenido en que con ese trabajo de Cervantes se dio inicio a la novela moderna. Vale decir, pues, que la referencia a una individualidad es lo que caracteriza al texto novelístico: son hechos referidos a un individuo los que en él se nos presentan. Aunque el espacio en que ese individuo actúa y la historia en la que se proyecta tengan dimensiones muy amplias (con referencia a un país o un pueblo específicos), pues siempre éstos se constituyen en telón de fondo para la acción del individuo. Eso es, pues, lo que diferencia a la novela moderna de las formas épicas anteriores a ella.

Pero nótese que hemos hecho alusión a dos elementos importantes: el espacio y la historia, y si a éstos le sumamos otros dos: los personajes y el narrador, tendremos los cuatro componentes básicos con los que se estructura toda obra narrativa: personajes, historia, espacio y narrador. Por lo común, en el cuento, estos elementos son muy reducidos; mientras que en la novela, pueden crecer hasta la desmesura. Entonces ellos son también indicadores que nos permiten diferenciar a una y otra especie: novela y cuento. El cuento es corto (hasta veinte o treinta páginas), la novela es extensa (pasa las cien páginas). Y, por último, hay que decir que el narrador es el que permite determinar el punto de vista desde el que se presentan los hechos de la narración. Que puede ser, de la primera persona, de la segunda persona y de la tercera persona. Entonces, si admitimos todo lo dicho, debemos llegar a la conclusión que el libro presentado hoy tiene las características de una novela. En este caso, hay un narrador, en primera persona, que presenta a otros personajes y refiere su propia historia (o parte de ella), individual, inserta en un espacio (Lima, y el norte piurano en el recuerdo), todo ello dentro de una dimensión extensa (137 páginas).

Y voy a hacer referencia a todo esto, muy someramente, en relación con la novela que ahora nos congrega, no sin antes agregar otro elemento diferenciador de lo narrativo. Y es la famosa prescripción de Federico Schiller, que define a la narración cuando dice que: ‘tanto el que escribe como el que lee una narración (sea cuento o novela) no se precipitan, impacientes, hacia su fin, sino que se demoran con amor a cada paso’. Estas palabras de Schiller han servido de base a los teóricos para formular la ley del arte narrativo: En el ‘demorarse con amor’ reside la validez relativamente autónoma tanto del cuento como de la novela. Si vemos que un texto se “impacienta por llegar a su fin”, diremos que estamos frente a un relato, pues podremos comprobar que no “se demora con amor”, como ocurre con la novela y con el cuento. Pongo un ejemplo. Cualquiera puede relatar el hecho de que un toro embiste a una persona, y lo dirá así: “el toro embistió a Manuel”; pero un escritor literario lo narrará así: “Al terminar el pase, el toro se volvió como un gato cuando dobla la esquina y enfrentó a Manuel.”

Valga esta extensa digresión para señalar que uno de los aspectos destacables de esta novela es que el narrador (no el autor) presenta los avatares de su historia personal en el lapso de los últimos años de sus estudios universitarios en la Facultad de Derecho de la UNMSM. Y esa es la parte eminentemente narrativa, en la que vemos cómo el narrador “se demora con amor”, con delectación en el uso de la palabra y un regodeo en los pormenores de los acontecimientos que presenta. Mientras, paralelamente, va haciendo un relato de los hechos históricos que va develando desde el gobierno de Leguía hasta el de Velasco. Época a la que se define desde el comienzo como la del más desembozado entreguismo. Y desde la primera página se nos dice que la intención es ésa: “(…) escribir la historia del entreguismo desde 1821” (p. 9). Es algo que “alguien debe hacer” (se dice). Y en la p. 121 (faltando poco para el final de la novela) volvemos a leer lo siguiente: “No hay que olvidar, la memoria es necesaria, la historia del entreguismo tiene que escribirse.” O sea que ese relato del entreguismo social, político y económico (de nuestro país a la voracidad del capital internacional) comenzó desde el nacimiento de la República; pero se subraya que adquirió su máxima expresión con Leguía. Lamentablemente, el narrador sólo relata –como ya dijimos– lo ocurrido en el período que va desde la década del veinte hasta la del sesenta del siglo XX. De no haber sido así, ese calificativo de “máxima expresión del entreguismo” tendría que haberla trasladado al nefasto gobierno de Fujimori y a los que le sucedieron, incluido el actual.

Pero como reseñadores de la novela tenemos el límite que ella nos impone. Y lo interesante es que esos dos planos: de lo narrativo propiamente dicho (historia del narrador) y del relato (sucesos de la historia socio-política), en muchos casos se entrecruzan. Pongo dos ejemplos: El narrador (en primera persona) conversa con el personaje Aurelio (que en muchos aspectos de la novela le sirve de contrapunto: como hizo Cervantes con el Quijote y Sancho), y su conversación gira sobre el tema del entreguismo (el relato del entreguismo, llamémosle así); pero esa conversación le sirve al narrador para hacer tiempo, porque a las once y cuarentaicinco de la noche tiene una cita con su enamorada. Y es aquí que se mezclan esos dos niveles de la obra. Y dice: “Ya faltaban quince minutos para las doce. Aurelio se dio cuenta que empezaba mi tiempo crucial. Todos tenemos nuestro cuarto de hora. ¿Crees que Leguía tuvo su cuarto de hora? No uno, sino muchos, tantos que sumaron once años…”. El otro ejemplo de esta imbricación de planos la vemos más adelante cuando dice: “Ella vivía en el último piso, sus padres a esa hora ya estaban durmiendo y le daban permiso para conversar con sus amigas, pero estaba conmigo, y ahí empezaba su entreguismo, pero distinto al entreguismo del que hablaba Aurelio.”

Ese recurso de mezclar los elementos de ambos niveles de la novela constituye uno de los ingredientes humorísticos que dan a la obra una fisonomía especial, que se amplía con otros rasgos de humor que a continuación también ejemplifico, con otros dos ejemplos. Según el narrador, en el Congreso de la República dominaba la coalición del Apra con la derecha (a la que en el libro se le llama aprocarlismo: término que le rogaría a Víctor nos aclare al momento de su intervención), y, textualmente, dice: “Pedro Beltrán ordenó al Apra que lleve obreros del sindicato número dos de Talara a Lima, para que aplaudan sus intervenciones en el Parlamento, pero terminaron aplaudiendo a Alfonso Benavides Correa; el ministro furioso hizo desalojar las graderías.” Más adelante el narrador desarrolla un suceso amoroso en el que un hermano celoso lo amenaza por el hecho de que se esté acostando con su hermana. Y dice: “Estábamos pasados de tragos, y él me dijo, oye desgraciado, hijo de la guanábana, si no te casas con mi hermana, te mato, te corto el pescuezo como un pollo, y se pasó el dedo por el cuello gritando ¡zas! Yo sé que la tienes de conviviente, no te hagas el cojudo, te estoy siguiendo los pasos, la has deshonrado, y la honra para los árabes es una cuestión de vida o muerte, te lo digo por Alá y El Profeta. Lo miré entre las brumas de la borrachera. Sí, te mato y después mato a mi hermana, nadie pisa a una árabe si no se casa con ella. Le dije que era un imbécil y lo mandé al diablo. Decidí dejar a Matilde Trinidad, por falta de garantías.”

Por otro lado hay que señalar que el recurso del relato socio-histórico le proporciona al texto la posibilidad de mencionar a muchos personajes con sus nombres propios. Es el caso del escritor Rigoberto Meza, a quien propiamente –incluyéndolo como personaje– Víctor Borrero ha decidido rendirle un homenaje bien merecido. Pero también lo usa para cuestionar a otros, como es el caso de Enrique López Albújar, a quien –con una suerte de imprecación– le cuestiona su decisión de abandonar a los obreros de Talara que se encontraban en plena huelga, para aceptar el cargo de juez en Huánuco. Claro que, también se pregunta, de no haber sido así, ELA ¿hubiera escrito los Cuentos andinos o El hechizo de Tomayquichua? (obras ambientadas en dicha región). Pero también aprovecha para destacar el hecho de que, muy bien ELA, hubiera podido escribir “la novela del petróleo” en el Perú como hicieron Rómulo Gallegos en Venezuela, y Jorge Amado en Brasil. Lo que, por lo demás, ya Borrero hizo en gran medida con su novela anterior: Jijuneta y Alma mía, de la cual vuelven a aparecer acá algunos de sus personajes, aunque presentados como parte del relato, y no como actores novelescos (como sí ocurre en dicha novela). Y aquí hay que pedir a nuestro autor explique por qué al referirse a quien corresponde identificar como Fernando Belaunde Terry, lo hace cambiándole el nombre, llamándolo Francisco Terranova.

Happening en la milla seis, alude, pues, a ese acontecimiento de la lucha por reconquistar el territorio que la IPC se había apropiado en Talara. En tal sentido, esta novela se convierte en un complemento de la anterior ya citada. Pero, además, le permite a nuestro autor plantear un tema candente que compromete a todos los peruanos: la frustración que significa ver abalanzarse al futuro, con las mismas condiciones de dependencia respecto del capital extranjero y nativo, sin la posibilidad concreta de que la justicia social borre las barreras y los abismos que separan a las clases sociales de los antagonismos extremos establecidos por la existencia de ricos y pobres. Y, por eso, es acertada la calificación que –dije al comienzo– se da de esta novela en la contratapa del libro, llamándola “novela de la desilusión”, porque, finalmente, el protagonista (cuyo nombre no se especifica), es decir el narrador, logra su objetivo no sólo de graduarse de abogado sino, además, de conseguir trabajo en una compañía minera. Y en un determinado momento, agobiado por el trabajo, se olvida de ir a comer y se encuentra solo en la oficina del enorme edificio de la compañía minera, y no sabe cómo salir de él. Y, prácticamente, cree haberse metido en un callejón sin salida (que sería la metáfora de su vida, de la oficina, del país). Leo la parte final: “Ni los ascensores funcionaban, parecía que todo el edificio había sido desocupado súbitamente y me habían dejado solo y abandonado. Salía de un pasadizo para caer en otro y así sucesivamente, era como si me hubiese metido en un laberinto, en un sal si puedes infernal; me provocaba gritar y pedir ayuda, pero no daba con la salida. Bajé dos, tres pisos y nada, me sentí atrapado, engullido, digerido y excretado por las sociedades anónimas, la sociedad de capitales y no de personas; no veía a nadie a quién preguntarle, el sudor me chorreaba por la frente, sentía calor con el saco puesto, subí otra vez al décimo piso y bajé de nuevo al séptimo, hasta que me tropecé con un letrero, cuya lectura me estremeció: “LA SALIDA ES POR LA DERECHA”.

Y esta última frase (con la que culmina la novela) es la metáfora del resto de la historia del Perú (que no se nos refiere en el libro), y que corresponde a lo ocurrido después del golpe de Estado de Velasco Alvarado, es decir, que, desde entonces, la derecha ha seguido gobernando, hasta ahora. Pero cabe preguntarse, ahora, ¿es la derecha una salida, o es, más bien, la puerta tapiada del muro de contención que nos impide conquistar un futuro digno, justo, libre y solidario? Esa es la pregunta que nos echa en cara esta nueva, gran novela de –repito– uno de los más importantes narradores de Piura y del Perú, hoy por hoy. Aplausos para él.

jueves, mayo 06, 2010

MARABÚ: Lucho Barrios



Todos alguna vez nos hemos identificado con las canciones de lucho Barrios; él nos hechizó con su voz y hoy ya no lo tenemos más. En cada cantina se escuchará su mejor tema: Marabú. Las rockolas no dejan de pronunciar tu nombre. Luchito, en cierta ocasión un maestro universitario me dijo que el adjetivo grande les queda muy pequeño a los genios del arte; y para ti todos los adjetivos son vanos. Descansa en paz, rey del bolero… afuera, en las calles se escucha: Adiós, ya me quedo sin ti / y así, para que más vivir…

sábado, mayo 01, 2010

Primero de mayo: Víctor Mazzi


En este primero de mayo publicamos tres poemas de Víctor Mazzi, fundador del legendario Grupo Intelectual Primero de mayo

1922

Jiri Wolker
las jarcias en altamar
las gaviotas en el muelle
y tu canto
que asiste en el rompeolas
de nuestra clase obrera
Jiri Wolker
donde dice amor
lluvia o pena
allí está tu juventud
puesta en pie.
Oh Jiri, Jiri Wolker.


Elegía a un ciudadano desconocido

No sé si alguna vez tuvo certeza
de su origen, su terrón, su trabajo;
si en otra hora amó, luchó y enarboló
el sudor de sus coyunturas;
si anduvo con los tuyos
destruyendo falacias y musarañas,
si algún tiempo le disgusto el pan
compartido en pedacitos.
Pero cierto es que ahora está
besando el crucero del duro pavimento.

Poema enumerativo

Después de haber empeñado
la partida de nacimiento, el alma de la noche,
el fuego, la primavera, el amor, la lluvia, el gato
la guitarra, los instrumentos de trabajo, el único pañuelo
y hasta los puños arremangados de la camisa,
después de todo eso ahora nos queda sólo la palabra
de hombre en los nudos de los dedos
y a la altura de las circunstancias
para llevar el pedernal que encenderá la mañana.


Fotografía: Víctor Mazzi en la Ciudad Universitaria de la Cantuta, 1976.