jueves, julio 05, 2012

POST PARTIDO URUGUAY - PERÚ, JUNIO 2012

Paolo Guerrero

César Ángeles L.

Sobre el fútbol, solo unas palabras al paso y no muy optimistas, en vista de que tantos tienen que decir ahora. Me sumo. Tengo una simple teoría. Creo que si los que van a equipos como la Selección Peruana tuvieran más de ese espíritu amateur como el sostenido en este mes de junio, otra sería la historia. Con espíritu amateur me refiero a que lo que importa es sacar adelante un buen resultado, dejar la piel en la cancha (como repite Chemo del Solar, un jugador de este tipo), no retroceder nunca ni rendirse jamás. Este espíritu amateur mata y, para decirlo a la manera de Walter Benjamín (que, como es sabido, del fútbol peruano no sabía nada, y quizá por eso fue feliz a su manera), porta cierta aura, en esta época en que todo es mercancía, o peor aún todo se pasa bajo la forma de múltiples fetiches. La cosificación es la voz. El corazón también se cosifica, tose, se atora. En cambio, el aura es mantener cierto romanticismo, en los pies, jugar como alguna vez se jugó en esta historia, con entrega, sin pensar en la billetera, o al menos sin pensarla como lo único y principal. El aura en el fútbol tiene eso. Le da un tono de épica colectiva y popular a los equipos y sus jugadores.

Pienso que algunos aún portan y expresan algo de eso. De ahí que un jugador como el uruguayo Diego Forlán (fue bueno volverlo a ver en acción, más allá de que estuviera en el equipo rival), por ejemplo, que luchó contra toda tempestad europea en el último mundial, y que puso en práctica lo que vengo diciendo sobre la cancha, fue símbolo genial del futbolista latinoamericano, aquel que no cesa y se sobrepone a las dificultades históricas, deportivas y de todo tipo. Y, como decía César Vallejo, todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él. Un jugador así llora con corazón valiente ante cada derrota trascendental, no juega por jugar ni por cumplir. Por eso, todos nos alegramos tanto cuando, a pesar de que su selección no pasara a la final, obtuvo el premio como mejor jugador de aquel torneo: justo reconocimiento (por eso, grande Diego Penny que le atajó aquel penal en aquel encuentro).

Creo que cuando llegó el director técnico Markarián a esta selección, y logró ese emocionante y sorprendente tercer puesto en la última Copa América, hubo algo de eso. Apostó por jugadores que no eran precisamente grandes estrellas. De ahí que los consagrados internacionalmente como Paolo Guerrero y Juan ‘Loco’ Vargas (¿adónde se le fue la ‘locura’ creativa, se deslizó hacia una ‘locura’ intrascendente?) fungieran de líderes, y se sintiera viva una suerte de retroalimentación dentro de un espíritu sanamente amateur en el conjunto de la selección, del último ciclo futbolístico peruano.  De ahí que esa campaña tuvo olor de multitudes; expresó, como nunca, un sentimiento colectivo, tuvo una camiseta transpirada por (casi) todos. Digo esto aun sabiendo que, alrededor de estas percepciones y realidades, existieron y existen periodistas coimeros y oportunistas, dirigentes autoritarios y corruptos, y en general una serie de lacras provenientes de la industria del fútbol en la era del capitalismo multinacional. En fin, se trata de una Selección Peruana en un país gobernado por autoridades que se dedican a sembrar cualquier cosa menos peruanidad ni autenticidad.

Considero también que esta selección y este entrenador tienen una línea demarcatoria: antes de Claudio Pizarro, y después de él. (Hasta suena a metáfora histórica postcolonial). No tengo ninguna prueba concreta, así que apelo solamente a mi sana intuición poética y deportiva. Considero que Claudio Pizarro, más allá de su persona (porque no lo conozco ni en pintura de perros), y más allá de sus triunfos en el futbol alemán (no le fue bien en otras ligas europeas), simboliza una suerte de aburguesamiento del deporte, al menos en este territorio llamado Perú. Es decir, apenas baja del avión, o peor, apenas se le convoca, los demás futbolistas de la selección, pienso que casi por ósmosis, se contagian de un espíritu fantasmal, propio de esta burguesía futbolera, e imagino que empiezan a pensar en todo menos en el fútbol de carne y hueso. Por ejemplo, piensan en viajes a Europa, piensan en la billetera, en su pellejo, en los caballos, en el Jockey Club, en la ropa, la moda, la foto en primera plana, la sociedad del espectáculo, etcétera. Creo que, en general, la burguesía corroe como ácido, sobre todo en el Perú, cualquier proyecto popular, aguerrido y democrático. Nuestra burguesía tiene un espíritu de casta, heredado desde la colonia. No quiero extenderme mucho. Tampoco quiero hacer las fáciles asociaciones del tipo: ‘Pizarro’ suena a conquistador español-occidental; guerrero suena a ‘vamos todos adelante’, y Farfán suena a ‘voy con quien vaya ganando’. Así podríamos seguir hasta el infinito en libres asociaciones. Pero detengámonos acá.

Si mi simple y única hipótesis es correcta, lo poco bueno que se ha visto de estos dos últimos partidos de la selección peruana de fútbol corresponde, justamente, a tratar de volver a jugar con el coraje y organización colectiva interna que mostró, a pesar de sus falencias y fragilidades (o quizá por eso mismo, por su mortal humanidad) y de su carencia de estrellas rutilantes, en la última Copa América. Si eso se recupera, y si eso se desarrollase, creo que se avanzaría mucho y se podrían conseguir otros buenos resultados deportivos. Markarián, para dicho proceso, se basó enjugadores de la cantera local, dio oportunidades a jugadores que nunca las tuvieron de esa manera y magnitud. Consideró el escenario nacional, y supo potenciarlo, darle fe, mística, otorgarle un norte más o menos común. Hasta ‘mago ’lo llamaron. Lo malo es que, por alguna razón (quizá vinculada a su ineludible, y paradójica,  atadura a cierto concepto tradicional de futbolista exitoso), Markarián también se ha creído el cuento de que Pizarro es la máxima estrella del fútbol peruano, y que es algo como su capitán natural. Pizarro, y repito, no es nada personal, es estrella de sí mismo. Eso no es bueno ni malo. Simplemente es. Es su opción. Nunca lo va a decir porque tampoco es tonto. Eso no vende, además. Pero si el fútbol peruano quiere sacudirse de su desgracia crónica, me parece que, por ahora, debe cortar con ese vínculo y esa ideología. No es mucho, es solo un gesto, pero en un simple gesto cuántos cambios pueden estar contenidos como mensajes subliminales. O el Show Business, o el deporte a cabalidad (y en minúscula, además: minúscula minimalista, valga la redundancia de hormiga obrera).


Selección ideal

Estos jugadores deben imbuirse de aquello que tuvieron en la Copa América. Y deben dejar de lado el aburguesamiento. Deben dejar de lado a quienes lo representan de un modo u otro. Por lástima, no creo que Markarián vaya tan lejos en sus criterios, y más bien seguirá pensando, igual que otros entrenadores que han pasado y muerto simbólicamente por aquí, que Pizarro debe ser convocado y ser el capitán nato. Y eso le hará cometer muchos más errores, hasta el cercano día del juicio final.

Por cierto, no considero que convocar o no a un jugador –que, además, se ha probado que no aporta nada útil al equipo– sea toda la solución. No seamos ingenuos. Hay muchas más cosas detrás. Pero creo que ese es un punto de quiebre importante. Lo demás se verá luego. En general, la ideología burguesa, en este país al menos, boicotea todo esfuerzo colectivo. Y aquel aura de hacer las cosas por las ganas y el gusto–literalmente hablando– de hacerlas bien se diluye en medio del mercado de baratijas, mercancías y fetiches. Es decir, todo se convierte en pasto de la usura: los valores, los ideales, los sueños colectivos más secretos, los mitos, todo se deja de lado a cambio de nada. Y esa nada, tarde o temprano, se apodera del corazón y la mirada de nuestros deportistas. ¿Es tan difícil ver eso, y hacer algo al respecto?
Es solo una palabra de alguien que se mantiene lejos del mundo de la industria del espectáculo y de la industria del deporte, que quizá en el fondo (del foso) sean lo mismo. Solo que da lástima ajena ver ciertos esfuerzos de algunos deportistas, conducidos al barranco sin nadie que les dé respuestas o, al menos, como aquí y  ahora, un intento de respuestas. Si Markarián creyese menos en Dios que en la realidad concreta quizá haría lo que aquí se le sugiere. Pero, sinceramente, pienso que eso no va a  ocurrir. Así que esta vez tampoco iremos al Mundial, y habrá jugadores que individualistamente seguirán ganando, cual ganado exitoso y bien alimentado por el poder, mucho dinero en sus clubes europeos; y otros que seguirán ganando no tan poco dinero (en comparación con las mayorías trabajadoras) en sus clubes locales.

Si Dios está en el corazón de todos los peruanos, ¿en el corazón de quién estamos los peruanos? Dios ponga cabe a nuestras lágrimas. (DJ invitado: Luis Hernández).