domingo, mayo 23, 2010

¡Ahí vienen los locos!


Tras los pasos de uno de los personajes más pintorescos de la literatura peruana, EL LOCO MONCADA.


Es sabio y es profeta, de loco no tiene nada, de sabiduría tiene mucho. ¡Es profeta más que loco!
José María Arguedas


Richard Chávez

No estuvimos borrachos, tampoco fuimos sonsos, pero sí locos; con un cartel en el pecho que decía “Busco información del Loco Moncada” recorrimos las calles de Chimbote. Walter, Eder y yo por cuatro días nos vimos inquietados por la locura de uno de los personajes más pintorescos de la literatura peruana, Ciriaco Moncada Martínez, alias El Loco Moncada.

La primera avenida que visitamos fue la Buenos Aires, ahí todo había cambiado; las fachadas de las casas habían sido remaquilladas; del mercado ambulatorio de hace 20 años sólo quedaba algunos vendedores; incluso se había construido una berma que ahora separaba la avenida. Chimbote, de la época de la pesca y los inmigrantes, había cambiado, todo menos ese aroma a mar que Ciriaco Moncada y José María Arguedas también habían saboreado.

Cuando la gente miraba los carteles que llevábamos, nos detenía para leernos con asombro y sonrisas. Casi todos nos decían lo mismo; “Sí, el loco Moncada, pero no era loco, ah”, “¿Quién, el loco que sale en los libros del escritor José María Arguedas?”, “Por aquí pasaba con su cruz de madera, gritando y lanzando palabrotas”, “Claro, quién no va a conocer al loco que colgaba una hamaca entre dos postes y se ponía a hablar y a vender trabas para gallos”. Y disculpe, ¿tendrá alguna foto del Loco Moncada? ¡No, que va! ni que yo hubiera estado loco para tomarle una foto al loco…


El Loco Moncada

Ciriaco Moncada nació en el año 1924 en Chocope, La Libertad. En Chimbote vivió en el barrio “El acero”. Fue un moreno de cabellos ensortijados que con su 1.72 de estatura se dedicaba a la pesca, con un puesto no tan bien remunerado: patrón de lancha. Aunque vestía de distintas maneras, mayormente se le veía con ropas de pescador, incluso, se ajustaba los pantalones con malla de pescar y usaba los yanquis que usan los hombres de mar. Con su acento vozarrón soltaba su perorata, criticaba a los políticos de turno, alcaldes y al presidente Belaunde Terry. También hablaba de política, sociología y religión, cargando a rastras una cruz de madera, pregonando que él era como Cristo, y que los ricos de Chimbote no sólo contaminaban la ciudad, sino también a él lo habían crucificado.

“¡Loco le dijeron a Cristo y luego lo adoraron!...¡Loco le dijeron a Colón y hoy lo homenajeamos!... ¡Sí!... ¡Somos locos!... ¡Soy loco porque tengo la mente clara en un mundo lleno de trastornados!... ¡Soy loco porque vengo con una cruz, pobre, sucio y con un mensaje divino; seguro que no lo fuera si estuviera elegante y engalanado, si fuera gringo o de ojos azules!... ¡Pobre pueblo de Dios, nunca sufrirás si no cambias, si sigues ignorando los mensajes y designios de tu padre!”

Moncada y María Arguedas

Entre los lugares en donde predicaba sus discursos en busca del derecho social estaba la Farmacia Bazán, el Banco de acero y el Colegio Miguel Grau. Pero el lugar exacto en donde el escritor José María Arguedas se detuvo fue al frente de lo que ahora es el Hotel de Turistas de Chimbote. Moncada encima de una estera, se ponía a remar en un bote imaginario, ironizando a la pesca de los pobres de aquellos años. En una oportunidad lo vio vestido de mujer embarazada, para lo cual dentro de su “panza” se había puesto un gato que maullaba y él decía que era su hijo que lloraba porque reclamaba a su padre, ironizando así la promiscuidad sexual que seducía a Chimbote.

En otra oportunidad, el escritor vio al Loco Moncada bajando una cruz que traía al hombro, y de una bolsa sacó un muñeco que era idéntico a él, que incluso traía las mismas ropas que Moncada. Colgó el muñeco en la cruz y empezó con su discurso: “Pobre Moncada, loco Moncada, todos te calumnian. El gobierno te calumnia, te hace sudar, flagelar, calafatear con candela, te mete en los podridos del barro, del zancudo; Mohama, el candidato a alcalde, te echa la babita, te enamora, te dice “blanquito, blanquiñosito”, te mete alfiler al corazón. ¡Pobre Moncada, Moncadita, hijo!”. Este, y su incontrolable vocabulario lanzado por lo que su mente a la deriva le ordenaba, fue suficiente para que el escritor se interesara en él. Tanto así que llegó a grabarlo en casete y que luego escuchó constantemente mientras trascribía los discursos del loco en su maquina de escribir Remington, así nacía la novela “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.

El Loco Cardenal

En los 80s a Chimbote llegaba el espectáculo de Los Cachascanistas. Cardenal era uno de los más admirados por su colosal fuerza; era de los que nunca perdía en el cuadrilátero. El nombre de ese peleador sirvió para que los lugareños de La Victoria le pusieran a Jaime, el apodo de “Loco Cardenal”. Jaime había nacido con la razón debilitada, prácticamente vivía en las calles y de vez en cuando mostraba su locura con los puños. Cuentan que una vez mató a un borracho que se cayó delante de él, y con un pedazo de chancaca le destrozó el cerebro.

Ahí vienen los locos

El Loco Moncada cada vez que veía tirado en el piso al Loco Cardenal, lo levantaba para abrazarlo y caminar juntos por las calles chimbotanas. Moncada, con cierta cordura, repetía: "Aquí vienen los locos…ehh ehhh aquí vienen los locos, somos los locos, somos los locos de Chimbote”. Era el único hacía sonreír al Loco Cardenal. Por eso, cada vez que Cardenal lo veía se alegraba lanzando palabras indescifrables; su alegría balbuceaba. Moncada, todo un personaje, de vez en cuando le dejaba propinas, incluso algunos alimentos.

Cierta cordura

Tan loco no estaba, decían algunos, otros que se hacía el loco, que así era su forma de ser. Vendedores del mercado afirmaban que allí llegaba los domingos con terno azul o “verde papaya”, de sombrero negro, y corbata. Paseaba todo orgulloso, mirando hacia arriba, alzándose el sombrero. El fin de semana lo veían subir en “La chimbotera”, la única góndola que había en Chimbote de los 90s, con dirección hacia Trujillo. “Yo llegué a verlo en Trujillo, bien arreglado, tú lo veías y no era el loco que andaba por acá en Chimbote”. Lo veían recorrer las calles trujillanas con terno y gorrita, se paraba todo elegante y también, lejos de Chimbote, con las manos en los bolsillos del pantalón hablaba de política y de injusticias sociales.

Los lunes, en Chimbote, se le veía con polo blanco y pantalón negro, con sus redes al hombro seguía lanzando nuevos discursos. Fue Trujillo, la ciudad en que sería arrollado por un auto, quedando así en la inmortalidad lograda gracias a sus oratorias, y a las letras de Arguedas.

"Yo soy lunar negro que adorna la cara; el lunar cuando está en la mejilla de la mujer buenamoza o en la frente del hombre, es adorno. ¿Quién dice que no? Yo soy lunar de Dios en la tierra, ante la humanidad. Ustedes saben que la policía me ha querido llevar preso otras veces porque decían que era gato con uñas largazas, de ladrón. Yo no niego que soy gato, pero robo la amistad, el corazón de Dios, así araño yo... Y no es la moneda la que me hace desvariar sino mi estrella..."

El Loco Moncada podía vestirse como él quería, de pescador, de político, o de lo que su locura se le antojara. Los que lo conocieron sospecharon de su locura. Las señoras de la ramada, lugar en donde él trabajó, decían que le agarraba la locura por dos o tres días, luego de eso volvía a trabajar de lo más normal. Hasta se sospechó que era un espía que se hacía pasar por loco para estudiar a los detractores del gobierno de aquellos años. Pero de lo que todos estuvieron seguros es que era todo un personaje. Los que lo escucharon alguna vez, de seguro se hicieron los locos, y le dieron la razón cuando él decía:

- “Yo soy un personaje, los escritores famosos han escrito sobre mí, ¿Quién es Moncada? Hay Virgen de la Puerta, hay gallinazos, hay Moncada…”



Agradecimientos
A Alberto Velásquez por los datos sobre El Loco Cardenal. A Luis Vásquez por la foto del Loco Moncada. Y a toda la gente de Chimbote, por haberme creído otro loco.


Nota: Los textos que aparecen en cursiva son fragmentos de la novela "El zorro del arriba y el zorro de abajo".

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