Los poetas tienen esa imagen que les da la sociedad: rebeldes, marginales, alcohólicos, drogadictos, enajenados, enjaulados en su castillo de marfil o simplemente lúcidos para morirse de cultura en un país inculto. Es esta sociedad la que encasilla a esos lúcidos seres en los bares, en el desempleo, en el vivir cotidiano haciendo añicos su vida. Es la sociedad y sus instituciones las que tratan con desdén absurdo la cultura, la literatura, la poesía. Un país y una sociedad como la nuestra hecha para la muerte nos acerca al espectáculo del olvido cotidiano del artista y mucho más de un poeta auténtico. Juan Ramírez Ruiz se ha ido sin pedirle nada a nadie. Un país necrofílico realiza homenajes necrofílicos y como tal, hay que morirse de vida miserable y olvido cultural en este país. Los poetas son esos seres que se van cuando nadie se los pide. Pero tras de su muerte queda su obra que lo sobrevivirá y si es un poeta auténtico mucho más. A estas alturas los homenajes son puro excremento discursivo. Frente a estos hechos innobles como no compartir la rabia de los que conocieron mucho más al poeta por mencionar a: Carlos Ostolaza. Jorge Pimentel, Enrique Verástegui, Roger Santivañez, Armando Arteaga, Tulio Mora, Domingo de Ramos, Teofilo Gutiérrez, Willy Gómez, Gustavo Armijos, Jorge Luis Roncal etc. También estamos los “otros” que nos acercamos con respeto y admiración a su obra y persona. Ahí, estaba el autor de Un par de vueltas por la realidad (1971), Vida Perpetua (Editorial Ames 1978) la Armas Molidas (Arteidea Editores 1996), tranquilo y amable al comienzo de la noche, pero lúcido e infernal a la medianoche. Sus poses y palabras son recuerdos que se guardan como alfileres en el corazón. Al enterarme de su partida a la vida perpetua al azar tomé su primer libro y hallé estos versos: sea así o no PONDRE DOS CONSEJOS/ UNO los enamorados que se amen mucho/ no caminen tarde en la noche y/ DOS, tengan cuidado con los carros/ los que han cumplido mas de los 40 años/ y sufren de miopía/ Y cuidado, tengan mucho cuidado ustedes. Y realmente esos versos proféticos me hizo recordar su imagen que apareció con nitidez. Lo vi recostado en el puesto de periódicos frente a Queirolo fue la última vez, que lo salude. Hoy no quiero caer en el dolor, ni menos en la rabia. Mejor recuerdo otros versos del poeta Horaceriano: Mi cuerpo está lleno de poemas y/Salgo a las calles a repartirme como obsequio/ y he demostrado que soy este cuerpo/ estremecido por la rala luz que se confía a mis congéneres,/ este cuerpo amargo sobre el que lloro:/ Mis brazos han crecido increíblemente/ y reconozco que mi semblante me ha traído complicaciones, reconozco que mi cariño infinito me lastima/ ahora que yo se regala incontenible , y cuando la lluvia/ en la plaza Manco Cápac no es lluvia en la Plaza manco Cápac./ Y cuando el individualismo se enreda y me llega a las pelotas/ aquí estoy yo, vivo y fogoso/ Y Latinoamérica devuelve mi carta cuando la miro,/ el Día se abre para que este cuerpo pase,/ el viento roza mis orejas, y fogoso y limpio/ a través de estas avenidas silenciosas. / Aquí estoy yo. Y esta aquí en la esquina más limpia de la amistada Juan Ramírez Ruiz eres el júbilo.
Nota: Articulo y fotografía tomados del blog Piel de Brujo
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