viernes, mayo 02, 2008

REALISMO TRÁGICO EN LA NOVELA “MARIANA, EL PURGATORIO”

Cosme Saavedra es un novísimo narrador, aunque su labor ya se rastrea desde Los Ángeles del Abismo, aquellos solitarios que invadieron las calles con su prosa inflamaria; pero este grupo que sentó su actuar en la comarca de Sullana, extinguió su llama flamígera, como versa Ricardo Musse, y cada uno de sus integrantes siguió su camino por separado y mucho más solos que antes; en una de las tantas conversaciones que he tenido con Cosme Saavedra, me hizo conocer la existencia la trilogía Historia General de la Jorca, que está estructurada por las novelas Mariana, el purgatorio; Mariana , el averno; y Mariana, el paraíso.

De esta trilogía no se ha impreso ninguna de las novelas por razones ya bastante conocidas en nuestros suelos peruanos. Sólo ha aparecido unos capítulos de Mariana, el purgatorio, bajo el nombre de Ya no llovería para julio.

Aquí una nota titulada Realismo trágico en la novela Mariana, el purgatorio, que escribiera por el año 2002, su camarada César Gutiérrez Alva.



Al leer “Mariana, el purgatorio” he sentido la lámpara resplandeciente que ilumina el sendero de un novel escritor. Después de esta novela los “Ángeles del Abismo” justifican su paso por este mundo. Cosme ya encontró la clave para abrir el cofre de los trovadores, husmear en sus secretos y apoderarse de las formulas para ejercer el oficio delirante de contar historias.

Esta novela es más que un ritual para exorcizar a los demonios que habitan la décimo primera cuadra de la calle San Martín, es más que una fiebre de Luna virgen. Es, me parece, el canto esperado por nuestra generación insomne y anónima, canto metafísico y apologético para una ciudad desprovista de poesía, pero empeñada en parir poetas. Es también el vuelo enigmático de una visión compartida del mundo.

Al descifrar su trama, se puede sacar en claro que estamos ante una novela de tránsito hacia la madurez. Terrible tránsito a la adultez de unos personajes enteramente desarraigados, trágicos y sensibles. Cada personaje delineado por la pluma de Cosme Saavedra, es el microcosmos de la desolación, el retrato individual del genocidio de la esperanza o de la muerte por eutanasia de los bellos sueños de una generación que se presume extraviada en una época atroz y suicida.

“Mariana, el purgatorio”, es el realismo poético de la tragedia individual, el prototipo de una novelística que pretende hacer de los caminos de la desdicha una soterrada escuela para aprender la felicidad del caos. Allí se quiebran los sentimientos y las voluntades más nobles, mueren los amores inmaculados y se emputecen los besos de las vírgenes. Pero no obstante, la vida avanza inexorable hacia su propia realización: No interesa la felicidad humana, importa el transcurrir incontenible de la vida sin reparar la calidad de vida de lo existente. Entonces, es pertinente dejar establecido que el caos, la penuria, la sordidez son también manifestaciones de la vida, y es inútil aspirar a su abolición, adheridos a la promesa de un paraíso bíblico liberador, ¿Liberador del lado imperfecto y doliente de la vida? Pero si ello constituye el equilibrio dialéctico de la existencia. Los paraísos ideados por la mente humana niegan la posibilidad de una vida digna, feliz y eterna en los purgatorios.

La poética de Cosme Saavedra es un significativo aporte temático y estilístico a nuestra narrativa regional. Su novela pretende ser la epopeya de la existencia en el mundo moderno. Es la peripecia humana en la época de la globalización donde la muerte de paradigmas ha dejado espacio para todos aquellos fanatismos que pretende ser luz en la tiniebla.

El argumento narrativo posee un hilo conductor fundamental: Los vínculos espirituales y literarios –por azar o por premeditación- de tres generaciones de escritores, la Caravanera, Ángeles de Neón y los Ángeles del Abismo; quienes ofrecen distintos enfoques y versiones de acontecimientos ficticios y reales: Los sifilíticos y volcánicos amores e Sigmund y Mariana, la mítica influencia de una ajorca en la vida de los personajes, el Fenómeno del Niño de 1983, los conflictos fronterizos en el norte peruano, algún asomo de hechos de la guerra interna y la sombría década del ’90.

En el plano de la reflexión estética-literaria se dilucida, en reiteradas ocasiones, respecto al rol del escritor y su ubicación en el contexto social. Al parecer este es un punto donde la novela apuntala gran parte de su razón de ser. Se presenta como una trama del pensamiento cuyo principal cometido es dar una respuesta transitoria y satisfaciente al conflicto entre literatura y realidad. Esa dilucidación obedece a la necesidad existencial de nuestro novel escritor para lograr pertrecharse de un credo creativo o marco referencial estético que garantice consecuencia y permanencia en el oficio.

No exagero en decir que Saavedra Apón es uno de los más lúcidos y talentosos demiurgos que el silencioso vanguardismo de los “Ángeles del Abismo” ha dado a la literatura regional.

Junio, 2002.

Nota: En la fotografía: Jalevi Juárez, Cosme Saavedra Apón, Josué Aguirre y Angel Hoyos
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1 comentario:

Oscar Ramirez dijo...
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