sábado, enero 09, 2010

El paraíso encendido, “Paraíso en llamas”


Javier Vílchez Juárez

La desesperanza, la sensación de ser parte de un paraíso delirante que se sumerge y desaparece entre lenguas de fuego, el fuego mismo que emana del cuerpo de la mujer amada que engaña vilmente al corazón, la rebelión contra la imagen omnipotente de un ser que lo sabe y lo hace todo a su antojo; son tan sólo algunas características de “PARAÍSO EN LLAMAS”, que el poeta Lúber Ipanaqué pone ahora en nuestras manos.

Si me preguntan acerca del poemario, puedo decir sin temor a equivocarme que es una muestra paradójica de la conciencia y la inconciencia; del trabajo poético meticuloso y la vorágine de los sentidos. Además, es una propuesta artística literaria de muy buen logro, en la que se pueden distinguir tres planos bien definidos, que interactúan entre sí para crear en el poema la atmosfera que necesita: Por un lado, en el primer plano, se puede percibir la voz del poeta que no se deja intimidar por una voz espiritual (en algunos casos Dios y en otros el demonio) que se encuentra en el segundo plano. Las ideas que se exponen en esta lucha constante, son complementadas con la aparición de otras voces que no intervienen en el diálogo, más se perciben como la muestra de otros seres ajenos y que observan sin inmutarse, como los dioses de nuestra tierra que fueron relegados por aquel que tiene aquella discusión acalorada con el poeta.

En cuanto a la manera en que está dividido el poemario, podemos señalar cuatro partes: en la primera: DE LA GÉNESIS Y LAS ALUCINACIONES, que inicia con una discusión del poeta con Dios, a quien no le cree nada de lo que dice, y está expresado en el siguiente verso: “Ese juego ya me lo conozco, tío”; recriminando también a su compañera: “Tú, no eres Eva, pero sí una manzana”, que es el símbolo del pecado. De la misma manera en este primer conjunto de poemas se exaltan temas como la soledad profunda y la nostalgia, no sólo personal sino también acerca del terruño, al que denomina como la “matria”.

La segunda parte, titulada DE LA CONCEPCIÓN Y LA ANUNCIACIÓN, el poeta alza su voz rebelde y se resiste a obedecer las órdenes del Creador: “Lúber, tu mujer dará a luz un niño./ No tengas miedo y llévala a tu casa”./ Hace días estás que me hablas, / yo no quiero caer en tu juego./ No soy tonto y capaz que tú/ ya te has acostado con ella, le contesté aturdido”. Además, esta misma voz, se pronuncia ante el abandono que sienten los artistas en nuestra patria: “El Perú es el Perú y no sirven para nada los poetas”. Sin dejar de lado el inmenso vacío que produce el amor después de muerto: “Pues el amor nos embriagó el corazón/ alucinado de locura/ y nos dejó cruelmente/ abandonados”.

En el MANUAL DEL PURGATORIO, la tercera parte, el poeta hace referencia a la sensación de estar en cayendo a un abismo, a la soledad más profunda y a la desesperanza: “Porque el miedo a caer/ es el pretexto para huir/ de las sombras escabrosas del/ recuerdo”. Pero aún así, tendremos que responder por nuestros actos y no queda más que resistir la crucifixión de los sentidos”.

Y en la VIDA NUEVA, parte última, se percibe el reencuentro del poeta con la poesía, como la esencia más pura y delirante del alma y la vida. Es aquí donde terminan las alucinaciones de Lúber; y es aquí, donde nace la invitación a todos aquellos que deseen aventurarse por los parajes del paraíso que se enciende, del “PARAISO EN LLAMAS”.

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