viernes, abril 29, 2011

El tesoro es enamorarse, y aprender matemáticas



Miguel Angel Vallejo S.

Es curioso cómo las matemáticas entran en una aventura de cuatro chicos entrando a la adolescencia, donde, además, hacen el papel de arqueólogos aventureros en una huaca prehispánica. Pero así ocurre en Walac, novela del buen escritor Cosme Saavedra.

En medio del ardiente desierto, varios grupos de chicos recorren un relleno sanitario buscando pequeños tesoros urbanos: desechos de juguetes o cosas de adultos. Sin embargo, darán el paso a la adultez siguiendo el rastro de una antigua leyenda referida por una anciana: la del lagarto de oro (Walac) que cuida sus antiguos tesoros en un complejo de túneles.

Luego de varios vericuetos, los aventureros se internan en la busca, usando códigos matemáticos para no perderse en el laberinto. Usarán, además, misteriosas ecuaciones para explicarse su ubicación, que por el desarrollo de la novela, podría ser una metáfora de cómo se entienden ellos mismos. Así, llegarán hasta el tesoro resguardado por millones de lagartijas, en una larga escena donde la narración llega a sus mejores niveles: delirante, pero verosímil, en un muy buen juego con el lenguaje.

A lo largo de esos complejos túneles, irán aprendiendo no solo de arqueología, sino a conocerse y a tolerarse.

Se trata de una historia vertiginosa, en la que los sucesivos personajes entran y salen rápido de la historia, y en la que hay varios conflictos en sus relaciones y las que tienen con sus padres. No es un texto idílico en el que todo está bien, sino que hay cambios constantes y problemas que se solucionan, pero no de un solo golpe.

Un último detalle. Algunas escenas emparientan a Walac más con la literatura juvenil, como cuando le bajan el pantalón a Katy, o la pelea entre varios jóvenes y millones de lagartijas. Sin embargo, una clave adolescente mayor son las relaciones más complejas entre los personajes, incluidas las insinuaciones de romance.

Ficha técnica:
Walac
Cosme Saavedra, Editorial Altazor.



Nota: Articulo publicado en el diario El Peruano, el 3 de febrero de 2011.

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