Ricardo Musse
Porque dentro de ti siempre está el inexorable
misterio de nuestra cultura y de nuestra existencia.
Esta motivación profunda de tu fe y de tu devoción1.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, no fue –de ninguna manera- un simple pintor, sino que volcó su espíritu hacia multiformes textualidades pictóricas: La pintura se convirtió (…) en la fuente de todos de todos tus goces. Carboncillo. Acuarela. Óleo. Témpera2. Y no sólo concibió la pintura como una sapiencial tecnología de trazos seguros, cromáticas convincentes y montajes compositivos, sino que su compromiso trascendió esas certidumbres estéticas, -inmolándose con sus perpetuas convicciones- acogiendo una postura ideológica acorde con los designios epocales.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, nació en el olimpo de la chicha: Catacaos, el 2 de junio del año en que culminó la segunda guerra mundial. Sus progenitores: Félix Rebolledo, pintando sus paisajes con los ocres y lilas enardecidos de su estética provocadora y refrescante3 y Dora Herrera, mujer terrestre que cosía vestidos durante siglos en esta su traqueteante Singer4. Tuvo, durante su formación académica, abrumadores logros: Diploma de honor al finalizar su secundaria, y Premio Nacional Medalla de Oro y beca del gobierno de Francia en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su itinerario vital lo llevó por varios países de Europa, donde comenzó a desposar –a decir de Róger Santiváñez- a las ideas socialistas.
La semiótica estilística de sus cuadros primigenios fue el Abstraccionismo; pero, ulteriormente, apuesta por el Realismo, con el propósito de evidenciar, estéticamente, la facticidad de la problemática social.
Por otro lado, siempre han existido y existirán traidores y traidoras. Un despreciable de estos especimenes de la Escuela Nacional de Bellas Artes, delató su consecuente militancia ideológica, siendo detenido el 15 de junio de 1984. Dos años después, el 19 de junio, en el genocidio del gobierno aprista, es cobardemente asesinado:
FÉLIX ADOLFO + EL VIENTO + LA CALLE SAN FRANCISCO = CORAZON DE PÚRPURA.
Los muros metálicos de la tierra han desaparecido.
Lo que fue para ti una lección de fuego
en el mapa de tus sueños
es ahora la plenitud de los cerezos.
Todo tuvo y tendrá el color naranja de tu mesa,
el sabor de aquella chicha de frutas
que blandiste
como un sable a la salud de tus patas del alma.
Naranja las cortinas/ naranjas las sonrisas/
Naranja las caminatas nocturnas por el Rimac
y ese río entusiasmado que te hizo crecer la
cabellera
y la de trescientos amigos ensangrentados.
Beso ahora tu recuerdo.
Todos los muros metálicos de la tierra han
desaparecido.
Del dos de junio al diecinueve de junio
no hay ningún abismo,
sólo gladiolos,
un viejo candil atado a miles de caballos,
un himno estallando en la boca de los waris
o de los chasquis redentores.
Una luz,
una larga pincelada tuya sobre el crepúsculo
a través de los barrotes.
Monje de los almendros
la lluvia te bañara por siempre
regará tu cuerpo
y renacerá en ti el mismo viento que izó tus puños.
Por eso
siempre mereciste el agua del mar/ las estepas
repletas
de sol/ una noche de otoño con guirnaldas/ un
olivar/
un ruiseñor cruzando el bosque/
Eso y una bandera mereces
porque para siempre los muros de la tierra han
desaparecido.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, estuvo siempre a la altura de una ética histórica y estética: Que el esteticista Dios lo tenga en su gloria, y que sus artificios plásticos sigan sensibilizando los iconoclastas y cíclicos espíritus epocales.
1. Rebolledo Herrera, Lelis (Benjamín Walak). Félix Adolfo, testimonios y utopías, p. 2. Katakaos/ 2 de junio del 2000.
2. Rebolledo Herrera, Lelis (Benjamín Walac). Félix Adolfo, p. IV. Katakaos 2 de junio del 2003.
3. Ibíd., p. IV.
4. Ibíd., p. III.
Porque dentro de ti siempre está el inexorable
misterio de nuestra cultura y de nuestra existencia.
Esta motivación profunda de tu fe y de tu devoción1.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, no fue –de ninguna manera- un simple pintor, sino que volcó su espíritu hacia multiformes textualidades pictóricas: La pintura se convirtió (…) en la fuente de todos de todos tus goces. Carboncillo. Acuarela. Óleo. Témpera2. Y no sólo concibió la pintura como una sapiencial tecnología de trazos seguros, cromáticas convincentes y montajes compositivos, sino que su compromiso trascendió esas certidumbres estéticas, -inmolándose con sus perpetuas convicciones- acogiendo una postura ideológica acorde con los designios epocales.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, nació en el olimpo de la chicha: Catacaos, el 2 de junio del año en que culminó la segunda guerra mundial. Sus progenitores: Félix Rebolledo, pintando sus paisajes con los ocres y lilas enardecidos de su estética provocadora y refrescante3 y Dora Herrera, mujer terrestre que cosía vestidos durante siglos en esta su traqueteante Singer4. Tuvo, durante su formación académica, abrumadores logros: Diploma de honor al finalizar su secundaria, y Premio Nacional Medalla de Oro y beca del gobierno de Francia en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su itinerario vital lo llevó por varios países de Europa, donde comenzó a desposar –a decir de Róger Santiváñez- a las ideas socialistas.
La semiótica estilística de sus cuadros primigenios fue el Abstraccionismo; pero, ulteriormente, apuesta por el Realismo, con el propósito de evidenciar, estéticamente, la facticidad de la problemática social.
Por otro lado, siempre han existido y existirán traidores y traidoras. Un despreciable de estos especimenes de la Escuela Nacional de Bellas Artes, delató su consecuente militancia ideológica, siendo detenido el 15 de junio de 1984. Dos años después, el 19 de junio, en el genocidio del gobierno aprista, es cobardemente asesinado:
FÉLIX ADOLFO + EL VIENTO + LA CALLE SAN FRANCISCO = CORAZON DE PÚRPURA.
Los muros metálicos de la tierra han desaparecido.
Lo que fue para ti una lección de fuego
en el mapa de tus sueños
es ahora la plenitud de los cerezos.
Todo tuvo y tendrá el color naranja de tu mesa,
el sabor de aquella chicha de frutas
que blandiste
como un sable a la salud de tus patas del alma.
Naranja las cortinas/ naranjas las sonrisas/
Naranja las caminatas nocturnas por el Rimac
y ese río entusiasmado que te hizo crecer la
cabellera
y la de trescientos amigos ensangrentados.
Beso ahora tu recuerdo.
Todos los muros metálicos de la tierra han
desaparecido.
Del dos de junio al diecinueve de junio
no hay ningún abismo,
sólo gladiolos,
un viejo candil atado a miles de caballos,
un himno estallando en la boca de los waris
o de los chasquis redentores.
Una luz,
una larga pincelada tuya sobre el crepúsculo
a través de los barrotes.
Monje de los almendros
la lluvia te bañara por siempre
regará tu cuerpo
y renacerá en ti el mismo viento que izó tus puños.
Por eso
siempre mereciste el agua del mar/ las estepas
repletas
de sol/ una noche de otoño con guirnaldas/ un
olivar/
un ruiseñor cruzando el bosque/
Eso y una bandera mereces
porque para siempre los muros de la tierra han
desaparecido.
Félix Adolfo Rebolledo Herrera, estuvo siempre a la altura de una ética histórica y estética: Que el esteticista Dios lo tenga en su gloria, y que sus artificios plásticos sigan sensibilizando los iconoclastas y cíclicos espíritus epocales.
1. Rebolledo Herrera, Lelis (Benjamín Walak). Félix Adolfo, testimonios y utopías, p. 2. Katakaos/ 2 de junio del 2000.
2. Rebolledo Herrera, Lelis (Benjamín Walac). Félix Adolfo, p. IV. Katakaos 2 de junio del 2003.
3. Ibíd., p. IV.
4. Ibíd., p. III.
En la fotografía aparece Félix Rebolledo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario