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Portada del libro |
Reynaldo
Cruz Zapata
1983, las lluvias torrenciales se convierten
en telón de fondo de la historia que nos narra Cosme Saavedra en Deicidio junto a las rosas, publicación
editada 11 años después de su concepción. Esperada por más de una década, la
novela llega a las manos del lector gracias a Ediciones Altazor, para el
disfrute de los entendidos en la literatura, y para marcar indeleblemente una
escala más en nuestra narrativa.
Antes de sumergirnos en la novela misma, es
preciso recordar que Cosme Saavedra Apón, alquimista de las letras, no es novato
en estas vertiginosas lides, su prosa poética ya ha sido reconocida en importantes
concursos nacionales como el Concurso de Cuentos Crisol (2002),entre otras
distinciones en poesía y narrativa.
En el 2007, su primera publicación “Ya no
llovería para Julio”, fragmento de la historia que hoy nos concierne (Deicidio junto a las rosas), nos sedujo
con Mariana, adolescente lasciva, terrenal, divina e infernal a la vez. La descripción
física de esta nueva Lolita ocasionó espasmos en cada una de las fibras de
nuestra existencia misma. Años atrás he anotado que Cosme Saavedra está
decidido no solo a consolidarse en la literatura local, sino a guerrear por un
espacio en las letras a nivel de país, su talento y perseverancia parecen no
desmayar, estoy convencido de que lograra su propósito.
Así como “Ya no llovería para
Julio”(2007) y “El curso de la estelas” (2009), son fracciones de esta segunda entrega
de una de las novelas que Cosme Saavedra nos tiene reservadas; Deicidio
junto a las rosas (2013), a su vez, es la primera publicación de la trilogía
“Historia General de la Ajorca”, cuyos personajes más emblemáticos, la
caravanera, Mariana y Sigmund, nos han descubierto sus omnipotentes e impíos
secretos.
El diluvio del 83, devastó el norte del
país, La Rural (nombre de la calle que habitan los personajes), no escapa a esta
condición divina que se encargó de destruir, para de los escombros iniciar
una nueva urbe. He aquí que se origina nuestra historia, escribo nuestra
historia, porque Cosme Saavedra ha logrado que los lectores disfrutemos de una
lectura apasionante, de tal manera que nos apropiemos de los ambientes,
personajes y sucesos, y así reconstruirlos en nuestro interior con
características propias a nuestra perspectiva.
Nos apropiamos de Deicidio junto a las rosas, porque nos reflejamos en sus
personajes, en sus rincones, en los escritos de la caravanera, en la insana
búsqueda del pasado, en esa constante tentación del pecado. En este espejo
literario, podemos decir que Sigmund, lector empedernido acepta ser víctima
voluntaria de esta caótica existencia de seres celestiales abandonos en este
valle de las incitaciones. Incitado por la lectura, excitado por Mariana, Sigmund,
se convierte de víctima en victimario y viceversa, pero ello no le sirve para
nada para justificar sus acciones, muy por el contrario, se resigna a cumplir
el rol que se le designa en esta historia de des-amor.
Sigmund, nos conduce por el callejón/avenida
de La Rural, por las casas dignas y la casucha de la Caravanera, se sumerge en
el pozo de la ajorca, de manera literal y metafórica, está dispuesto a amar, a
infringir, a entregarse a los placeres de la existencia y de la no vida,
se condena así mismo, antes de acometer con pasión la existencia remota, nos
recuerda que somos humanos, que hemos venido a este mundo a equivocarnos y
aprender, o asesinar en el intento nuestras ultimas frustraciones. Sigmund es
poeta, se indigna ante la sinrazón, ante lo ficticio de este país real, y
reconoce como único refugio el cuerpo de Mariana. La piel de Mariana es su
morada más perfecta.
Mariana, ninfa vital, niña fatal de esta
novela, por su parte nos guía en su descubrimiento de lo prohibido para la moral
y las buenas costumbres, nos conduce a los contornos del erotismo, compartiendo
sensaciones subterráneas en tiempos de autocensura y de una sociedad aún
conservadora. Mariana, es la embarcación de lo furtivo, de lo fugaz y que no
puede ser mencionado en las puertas de cualquier iglesia por una muchachita de
su edad. He aquí que el navío de Sigmund, aborda a Mariana, y ambas
gabarras se adentran en la mar, en la tormenta de la vida para seducir a la
muerte, para encontrar su lado divino.
En el testimonio de Sigmund, Mariana se
nos muestra inocente y provocadora a la vez, pero nunca malévola, hay inocencia
en los simulacros de la comunión de la carne, del espíritu. Ambos personajes
son almas libres, cuya única culpa es la apropiación de un pasado y presente
que no les pertenece, por ello la ajorca del capitán Amet, los condenara a la
maldición de habitar en el naufragio de sus embarcaciones, mientras tanto la Caravanera
en sus escritos de las botellas, intenta acoplarse a su linaje, y afuera en las
calles, la ciudad se cae a pedazos, el diluvio arrasa la esperanza, enloda a la
gente, escupe su furia, danza con la muerte, se mofa de la inestabilidad de
nuestras naves.
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