martes, marzo 25, 2008

LOS DETECTIVES SALVAJES EN LA COSTA NORTE DEL PERÚ - PARTE II


PÁGINAS DE “DIARIO DE UN SURFISTA VIRTUAL” (E-MAIL DE ULISES LIMA AL PATTER FAUNO DE ESTA FIESTA. 25 FEBRERO, 2008). TOMA CUATRO, Y FINAL.

Llegar a Máncora, encontrar lo esencial del ser humano, una habitación para vivir esos días, buscándola, al fin después de vueltas una barata, increíble, 10 soles/ por persona, nada que ver con Colán. Y Máncora con su fama de pituca, de paraíso surfista. Allí fue que Ulises desenvolvió su teoría acerca de la filosofía surf, rastafri, de no poner fronteras, de vivir todos juntos en un mundo común. A Belano eso le sonó a sueño bonito, pero nada más.

Los días en el trozo de carretera, salida de Máncora, donde se arraciman bodegas, restaurantes, parrillas, acróbatas, discotecas, borrachos, camiones, autos y buses interprovinciales que entran y salen de noche y madrugada le daría la razón. Luego de instalarse en la habitación y caminar por la limpia playa de Máncora, allí encontraron un restaurante de pescados atendido por niñas y su abuela sonrientes, donde decidieron almorzar cada uno de los 5 días que allí pasaron. Les atrajo el humor, el ambiente familiar, la excelente comida, y ese plato tradicional, el ceviche, exquisitamente preparado.

Ni el restaurante naturista de Ángela, un austriaca que se había afincado en Máncora trayendo la antigua culinaria new age, sana, vegeta, que a Ulises no le llamó la atención porque le pareció que eran platos sencillos, y a un precio nada naturista, ni ese restaurante les atraparía como aquel de la playa atendido por la familia piurana más amable que hallar pudieran.

Pero Ángela había montado todo un show business en su local, pues había una biblioteca con libros viejos que estaban a la venta, tenía trípticos y diversos libros de turismo a disposición de quien quisiera consultar rutas, atractivos, precios, ofertas y más. Vendía además productos diversos, todos naturales y sanos, claro. Y las camareras atendían con una parsimonia naturalista que podría exasperar a los predispuestos al estrés, allá ellos. El márketin austriaco había acondicionado de tal modo el local que lo volvía un punto atractivo por las noches, para quienes estuviesen con deseo de refrescarse en una terraza, comiendo productos ligeros que no robasen sitio a las cervezas y tragos preparados que aguardaban agazapados en las noches mancorereñas.

En efecto, en la esquina de salida y entrada de autos y camiones, aquella donde por un designio divino aun no había muerto nadie atropellado entre las ruedas y los tragos y las drogas, allí se agolpaba cada noche en suerte de juerga interminable la gente que poblaba ese balneario en ese comienzo de año, ese verano en que Belano y Ulises deambulaban de puesto en puesto, buscando a las chilenas o la alemana que habían conocido una tarde en la playa.

Las chilenas estaban de vacaciones, como tantas otras chilenas que cruzaron esos días por allí. Una era química, la otra era sicóloga, y querían conocer gente buena, bonita, interesante. Belano y Lima estaban más bien con ganas de tragarse el mar, y sus álgidas historias por el mundo terminaron por alejar a esas nobles muchachas. Con la alemana, que también andaba de vacaciones y esperaba a una amiga peruana que debía llegar de Tumbes en cualquier momento, Ulises tuvo una obsesión por lastima no correspondida. Él creyó que había encontrado, al fin de esa larga marcha, alguien con quien entenderse en las cálidas noches piuranas. Sin embargo, por misterios de Poseydón y las estrellas, la alemana tenia otros planes, y decidió irse con su amiga peruana a dormir juntas en un hotelito de playa. Ella le dijo mirándolo fijamente a los ojos que era lesbiana, y que si eso no le molestaba. Ulises sonrió mirando el horizonte de melón derretido, sorbiendo todavía la chata del ron Cartavio con cola que con Belano tomaban y tomaban desde que pisaron Máncora: “el amigo de los niños” lo habían bautizado. Y antes de responderle creyó recordar los días invernales en el colegio jesuita de la Inmaculada cuando llegaba tarde y, en la puerta el aula, Miss Nelly lo miraba fijamente a los ojos, con severa autoridad, y le espetaba por qué llegaba tarde, otra vez tarde. Y su madre cariñosa trataba de disculparse con buenos modales. La maestra hacía como que entendía. Pero cuando la madre se iba, tranquilizándolo de lejos con la mirada, Miss Nelly cerraba la puerta del aula, en ese colegio de curas y monjas, y el patio de primaria se comprimía sobre Ulises niño, mientras toda el salón lo miraba escuchando el sermón de la montaña que la maestra les decía acerca de la puntualidad, la responsabilidad etcétera etcétera. Palabras que iban llegando con el ron la cola y el mar, y esa chica alemana que le decía que no, Ulises, no quiero ir contigo a ningún sitio, que me encantaría, pero que a mi amiga no le caen bien los hombres.

Sintió que había más hilos por desanudar, pero ya no quiso preguntar más, dijo algunas palabras tontas y se despidió con la imagen de ese colegio, y de la alemana que lo miraba fijamente. Cuando hubo dado unos pasos hacia la orilla, esta lo alcanzó, le dio un beso largo en la boca boa y le dijo que quizás podían verse luego, cuando la peruana se hubiera ido, que las cosas podían ser de otro modo, que sería bueno hablar. En fin. Ulises le dijo que sí, pero internamente había decidido seguir hablando con el amigo de los niños, y también con sus compañeros de primaria, esos que corrían de un lado a otro jugando a ladrones y celadores, primer patio de colegio. Y recordó, además, el ron fluía en su boca y su garganta, el día cruel que entró urgido al baño común, se ocupó en un guáter, y cuando había terminado de cagar se dio con la sorpresa que no tenía papel con que limpiarse. Empezó a sudar e imaginar que todo ese colegio lo iba a encontrar sentado con el culo lleno de mierda, y que lo iban a matar en una plaza pública, previos sermones, y que su madre se mataría tratando de explicar sus problemas, su infancia, su soledad vacuna, y en medio de esos fríos sudores y cielo en sombras Ulises, niño indefenso, vio que entraba al baño el buen Raygada, un compañero de aula que le invitaba sánguches de mantequilla que llevaba en su lonchera de metal con dibujos, en el bus de mañana del cole, que estaba lleno de granos en la cara, que era punto de burla de los demás, que no mataba a nadie, que era alguien o bueno o muy dócil, de cualquier modo, algo peligroso en un colegio de varones hambrientos, y entonces le gritó Raygada, Raygada, tráeme papel higiénico, y aunque no creyó jamás que eso ocurriera, Raygada volvió con el papel salvador, y fue entonces como que la humanidad volvía a ser buena, y que las personas existían, y que todo estaba mejor, la paz, la mierda, el culo, el guáter, el cole, Raygada, la paz, las avispas, el taco. Si tan solo pudiera escribir de forma automática en la playa, en una computadora o en una máquina Underwood, se dijo Ulises entre ron y ron, mirando el horizonte, sabiendo que la alemana se estaba marchando por la orilla al hotelito a ver a su amiga.

Pero en las noches de Máncora era “la gringa” el motivo inspirador de Ulises y Belano. La gringa en realidad era un gringo surf, pelo largo al viento, que solía lucirse muy bronceado con poca ropa, y que una noche Ulises había confundido con una mujer sentada en una vereda. Belano le insistía que no, que era un hombre. Ulises porfiaba diciendo que mire esos brazos, que era un ella y no un él. Hasta que este se paró y fue claro que la gringa era un gringo piurano. En fin, se quedó con el mote y Belano le decía riendo, siempre que lo veían deambulando, allí va tu gringa.

Una noche, luego de unos rones en la esquina del movimiento, se desató una batalla campal entre los surfistas, un pelado hooligang y los mototaxistas que pululaban por todo Máncora al acecho de clientes. Los mototaxistas no eran ninguna banda de rock, sino que eran más bien gente de tez más oscura, trabajadora, de mirada torva que hacía taxi en motos acopladas con vagoncitos. Es decir, que la filosofa surfista de Ulises no se confirmaba para nada. Y al parecer algún borracho había acosado o tocado a alguna muchacha con mini, y se le había respondido, y todos participaron en una batalla donde Ulises y Belano solo distinguieron dos bandos, el de los surfistas mancoreños y los mototaxistas: todos peleándose entre ellos, hasta que una botella de cerveza se rompió en pedazos sobre la cabeza pelada del hooligan, a quien tuvieron que pasarle la voz de que alguien le había roto la botella, y que algo de sangre caía desde sus papaya pelada para que este reparara en lo que le había sucedido. Al rato, un gordo también de tez más oscura embutía en un mototaxi al borracho que le había roto la botella al pelado, finalmente lo consiguió, el mototaxi arrancó. Al darse cuenta de todo ello, el pelado reventó a patadas la mototaxi, y Ulises comentó que la patada debía haberla tirado contra el borracho agresor, no contra la mototaxi, que había tíos que no sabían pelear.

Mientras, un gordo alto, miope y fofo seguía intentando prender una parrilla en su local; otro pelado, más pequeño y agarrado, pero que sí sabía hacer sus parrillas, y que se juntaba con los mototaxis, no se metió a defender a nadie cuando ocurrió la bronca: todos son mis clientes, dijo. Puto capitalismo. Otro hombre, gringo, alto y al que le faltaba un brazo, vendía cocktails, vodka con naranja o limón, a precio rebajado. En una pequeña bodega, una señora con su guapa hija vendían a Ulises y Belano su menú, es decir chata de ron Cartavio con cola. Y en todas las discotecas abiertas se podía entrar, divertirse y salir sin pagar nada, a diferencia del año nuevo en Colán. Así que esa juerga era permanente, pero la filosofía igualitaria del surf, según Ulises, había quedado desbaratada por los hechos concretos y bien duros.

Otra noche, en un pub musical en la carretera, una morena algo mentirosa se dio un beso con Belano, mientras este la miraba y la miraba, y le contaba historias inventadas o reales de los viajes que habían hecho con Ulises Lima. Ella le dijo que cuidara a su amigo, que estaba muy borracho. Belano escuchó y le dijo que ella nunca llegaría la Luna, y le recitó unos versos de Neruda acerca del amor, unas largas piernas desnudas y la muerte, ella escuchó todo con suma atención, le estampó otro beso y volvió a repetir a Ulises que cuidara de su amigo.

El último día en Máncora, Ulises y Belano vieron en la playa, donde acababa de terminar un campeonato de tabla, a dos jóvenes peruanos: uno recitaba un largo poema de Enrique Lihn, el otro lo grababa con una cámara digital. Se mantuvieron a distancia, porque la situación llamó poderosamente su curiosidad, pero escucharon todo ese poema que hablaba del colegio, la educación burguesa, autoritaria, y unos ex alumnos solitarios, pobres y rebeldes. Aplaudieron en silencio y a Ulises Lima una láccrima pareció caérsele de un ojo como en esa peli Cry Baby, y Belano dijo “grande Lihn”. En el silencio de Máncora, a Ulises no le quedo más que asentir.

Juntos siguieron rumbo hacia el final de la playa donde había un hotel caro y su propietario, el gringo Schuller, del cual les habían contado una historia salvaje: que hace tiempo trataba mal a los pescadores, mataba sus perros que se acercaban al hotel. Hasta que una noche de esas que andaba por la playa, los pobladores lo cercaron y le dieron tremenda paliza que le dejaron moña la columna. Desde entonces ese hombre tenía más cuidado de con quién se metía. Pero el gringo Schuler era sobre todo famoso por contar chistes; de hecho, en las paredes de su hotel había decenas de fotos y recortes periodísticos con sus presentaciones entre amigos, y fotos con famosos, como p.e. Bryce Echenique, ese narrador humorista del Perú. Ulises tuvo la buena percepción de decirle a Belano que todo eso estaba en decadencia. Belano le preguntó por qué, cómo lo sabía. Ulises le dijo, ¿te has fijado en las fechas de los recortes? El último con Schuler sonriente y bronceado era de hace 10 años. Ese hotel sobrevive por su fama, pero tarde o temprano será engullido por la competencia. Y vieron, a lo lejos, cómo crecían otros locales en Máncora. Volvieron caminando, recitando de memoria otros poemas de Enrique Lihn, mientras se cruzaban en la orilla con la morena mentirosa, la alemana y su amiga peruana, el gordo pelado de la parrilla, el calvo hooligan (con una curita en la cabeza) y, por supuesto, con “la gringa” y sus amigos. Belano le dijo a Ulises Lima que esa noche, la ultima en Máncora, no sabía si usar un color agresivo de camisa o uno suave. Ulises se rió mucho, y le dijo que para la gringa el dilema era de otra dimensión: si usar esta noche cuchillo o metralleta. Ulises estaba seguro de que más tarde, en la salida de Máncora, correría sangre después de los sucesos del día anterior.

Error. Esa sería más bien la noche de Angie Jibaja, una joven y provocadora modelo peruana llena de tatuajes, que recordaba a la portada del Tatttoo You de los Rolling, y que se enfrentaría sola, semidesnuda, contra un trailer que se atrevio a tocar la bocinaza a unos lanza fuegos que inpedian su camino. Pero todo ello ya lo ha contado alguien más.


El final de esta historia sería en el aeropuerto de Lima, antes de partir de este país y sentir debajo las faucces de una fiera, como alguna vez dijo el narrador Manuel Scorza (quien justamente murió en un accidente aéreo, junto al crítico Ángel Rama y otros escritores). Algo así recordaba Belano, y se lo dijo a Ulises mientras subían al avión que los llevaba directamente al DF. Pero Ulises no escuchaba, estaba pensando en Raygada, y en la mierda expulsada con culpa aquellos años de primaria en el colegio de curas y monjas, y por supuesto pensaba en su último año en secundaria, y que con otros amigos sacó un periódico escolar de izquierda. Pero, sobre todo, en la muchacha que conoció en el cole de mujeres, enfrente del suyo y también regentado por monjas, y cómo se enamoró perdidamente de ella haciendo el mismo periódico escolar entre estudiantes del último año de ambos colegios. Y cómo una noche que se iban juntos, solos en el asiento trasero de un auto que los recogió del camino (en esa época aún existía y funcionaba hacer autostop en las pistas), él le dijo que tenía frío, que quería su mano para abrigarse. Y la respuesta de ella fue: cuando me pasa eso pongo mis manos bajo mis axilas y así me caliento. Le dijo, además, que no podía haber nada entre ellos porque ya tenía enamorado, un chico mayor, universitario, que proyectaba películas en un conocido cine club del DF. Esa noche, en un auto desconocido, en una ruta perdida, parecida a la salida de Máncora, Ulises Lima no lo sabía aún pero su destino quedaría marcado para entregarse a la poesía, real y visceralmente.

Años después conocería a Belano y juntos harían muchos viajes, sobre todo después de que con Cesárea Tinajero encontraran los gélidos brazos de la muerte en uno de los lugares más calientes del planeta. Sonora oh Sonora, ¿volveremos a vernos? ¿Volveremos a vernos? La pregunta resonaba en el viento, cuando los motores del avión empezaron el ascenso. Belano estaba dormido en su asiento, al lado, una pálida sonrisa alumbraba su rostro con la luz crepuscular de esa tarde, abandonando el aeropuerto Jorge Chávez rumbo al norte pero esta vez del continente. Debajo, las faucces se iban cerrando con frustrada voracidad. Extraño país, musitó Ulises entre sueños. ¿Nos volveremos a ver, amor? Simón, Nel.

“A los real visceralistas nadie les da NADA. Ni becas ni espacios en sus revistas ni siquiera invitaciones para ir a presentaciones de libros o recitales.
Belano y Lima parecen dos fantasmas.
Si simón significa sí y nel significa no, ¿qué significa simonel?
Hoy no me siento muy bien”.

(poeta García Madero, 14 de diciembre, en Los detectives salvajes:113)


E L N A C I M I E N T O D E U N A N A C I Ó N


Dos cuerpos relativamente jóvenes sobresalen por
las puertas de un auto negro

Sangre, fragmentos de vidrio, un poco de humo
y polvo son la escenografía
de este pasaje en la carretera hacia el desierto
de NO

Al lado del auto destrozado /a balazos y golpes/
hay señales de otros
que rápido frenaron para acribillar a los perseguidos de la
ley
la ley la ley la ley la ley lá

Entre su castaña cabellera, sangre y
tierra aún pegadas al rostro, endureciéndose,
ella parpadea, esforzadamente
mira alrededor

nadie sino lo dicho
viento silbando entre cavernas
y huesos animales
Algo brinca entre la hierba,
ella cree que son los buenos que vuelven a
repasarlos
y sólo es un inocuo roedor

Él no dice nada pero también sobrevive

Algo dice que su pareja entiende casi
a la perfección, como si la muerte les in-
ventana un lenguaje suprahumano
“¿Ulrike?”
“Sí, sí. No te esfuerces. Cálmate”.

Él imagina a su familia entre
el enemigo: su madre, su padre, algún hermano,
algún pariente
y no es verdad; es mero efecto del dolor
y de las balas

Ahora ella repta difícil
bajo el pesado sol
amazona, aparta a su compañero
del auto

jueves, marzo 20, 2008

LOS DETECTIVES SALVAJES EN LA COSTA NORTE DEL PERÚ - Parte I


Por: César Ángeles L.

A la santé de Roberto Bolaño, from Perú Norte.

PRE MÁNCORA
TOMA UNO
LOS DETECTIVES SALVAJES RELOADED


Cuando Arturo Belano vio los intrusos destellos del atardecer reflejándose aquel sábado en los ventanales del bar, en el Museo del Juguete, entrevió un largo viaje por la árida costa norteña del país, y al mismo tiempo creyó adivinar que todo saldría mejor de lo que él y su carnal Ulises Lima hubiesen imaginado. Ambos habían quedado en encontrarse allí, luego de separarse hacía pocos días en la capital del país.

Ese era un bar ubicado en la planta baja de una antigua casona trujillana, en cuya segunda planta un conocido pintor latinoamerikansuperrealista había fundado, emulando de seccuro costumbres de algunas ciudades europeas donde radicó varios años, un original museo del juguete. Allí había diversos muñecos, muñecas, ejércitos completos, autos, trenes, casas, instrumentos musicales y un sinfín de reproducciones del mundo real a escala infantil. Inclusive había muñecos y otra suerte de juguetes del tiempo antiguo, cuando en esas tierras las hordas españolas no habían aún llegado para acopiar a sangre y fuego el botín de la Conquista.

En suma un mundo interesante y lúdico, del cual hablaría luego con Ulises Lima. De momento decidió recorrer el bar, como se dijo, ubicado en la planta baja. Entretenerse con las muchas fotografías de escritores y artistas del país e incluso de otros lugares del mundo, algunas de las cuales eran sinceramente llamativas, sobre todo porque mostraban algún gesto o rostro desconocido de los personajes allí retratados. Y, además, por la constatación del paso del tiempo, y cómo cierta irreverencia y agresividad podían a veces congelarse en el pasado cuando uno cambia de tal modo, se acomoda, se aburguesa, o se muere, que al fin y al cabo, se dijo, viene a ser lo mismo. ¿O no?

Y entre las múltiples fotos, en ese bar todavía solitario, con una barra bien surtida de licores y ofertas cokteleras, atisbó por los ventanales para ver si ya llegaba Ulises, pero nada. Así que decidió esperar un rato más, antes de llamar al teléfono rojo. ¿Qué habría pasado? Normalmente era puntual, y aquí empezaba la larga marcha al norte ese fin de año en un país dominado por el libre mercado impostado y una democracia que hacía agua por todos lados, si consideramos, como bien había sentenciado Joaquín Font, que demos viene del griego y significa pueblo, y kratos también viene del griego y significa poder, lo que, muchachos, hablando en puro oro representa “poder popular”, y dónde o cuándo esto ha existido, se dijo frío Arturo Belano. Nunca, se respondió. O en todo caso, nunca por mucho tiempo (en ese momento se había acordado de la película Reds, que recrea los primeros tiempos de la Revolución de Octubre, desde la perspectiva del célebre periodista norteamericano John Reed, miembro del PC norteamericano y protagonista de aquella gesta roja, roja como una manzana de California a la luz de un espléndido atardecer mochica como este).

Entre las fotos en blanco y negro, sepia, a color, pegadas en la paredes, se leía algunas citas...



tomadas del ancho y ajeno mundo de la literatura universal, y Belano buscaba con acerada curiosidad, Potemkim en plena travesía, la imagen perdida de Cesárea Tinajero, o en todo caso de alguna imagen, ceniza o sombra que aclarasen mejor su paradero final, su vida, sus poemas, su sorprendente desaparición en los desiertos de Sonora.

Estaba pensando en ella cuando escuchó, trémulo, el batir de las puertas de aquel bar, como en una película de Far West, y vio entrar a una poeta con su hija, pero no era Cesárea sino Rocío y Sol, en esa puesta de sol. Se reconocieron y se abrazaron por las fiestas, el nuevo año y por todo lo demás (¿qué es todo lo demás, siempre?). Rocío había compartido diversas experiencias, época y algunas aventuras con Belano, incluso antes de que su hija Sol naciese. Era una sorpresa verlas allí, a tantos kilómetros de la ciudad-capital, donde no hacía muchos días se toparon en una calle céntrica, con Ulises además. Ellas estaban de vacaciones en una playa al lado, visitas a la familia y cosas así. Le dijo que no hacía mucho habían dejado a Ulises tomando fotos a unas ruinas pre incas construidas todas de barro, con dioses felinos y alados, una de las maravillas de la antiguedad que de manera casi mágica había sobrevivido al paso del viento, del tiempo y sobre todo de los hombres, políticos y gobernantes que depredaban este país. Así que decidieron sentarse a esperar, y cuando llevaban un buen rato de heterogénea conversa, arribó Ulises lleno de polvo y con su mochila encima. ¿No la dejaste en el hotel?, le dijo Belano. Nel, me querían cobrar demasieé.

Un abrazo rápido y ya estaban todos alrededor de una mesa empotrada en una de las paredes enchapadas de madera del bar, pidieron los primeros coktails que un joven barman empezaba a explicar y ofrecer. Este debiera dirigir el Museo del Juguete, se dijeron con las miradas todos, y de pronto ofreció un coktail: el Cesar`s Sunset, creado literalmente en su nombre porque el barman se llamaba como el emperador romano, y creaba mixturas de licores como el alquimista de El Perfume pero para saborear y beber, y pasar poco a poco de las dulces palabras a los hechos. Al rato, mientras Rocío y Sol tímidamente sorbían sus jugos naturales, Belano y Lima empezaban felices la primera ronda de esos vasos de un verde intenso, con gotas de sudor en sus bordes, hielo y cereza. Avanzaba de tal manera la tarde, probando otra ronda con otro invento del gran César, que sonreía complacido desde la barra, delante de espejos que lo multiplicaban como en una versión en miniatura (Museo del Juguete, al fin) de El resplandor, aunque bastante más amable y frágil que el atormentado Jack Torrance, en esa tierra de ruinas de barro milenario y festivales de la marinera (el baile blanco con pañuelos al viento, que imitaba la danza de los pájaros y del eros norteño), de bellas mujeres y largos, erguidos caballos de totora. Dos, tres rondas, y ambos sentían que ese largo viaje iba agarrando líquido cuerpo cuando ya la luz partía, y Rocío y Sol también dijeron hasta aquí, muchachos, debemos volver no tan tarde a la playa, la familia y todo eso (¿todo eso?), hagan una fiesta pues y nos invitan. Fotos del recuerdo, memorables, besos, despedidas, promesas de volver a verse y hasta la vista. Escríbeme. Te escribiré. En serio. En serio, pues.

Solos, Ulises y Arturo decidieron tomar el toro por las astas, y como aún quedaba más tiempo para zarpar a playas del norte, se encajaron la invención más gloriosa y excéntrica de César: el Maretazo, una combinación de vodka, ron y pisco puro, con bastante hielo, agua celeste.


Entre tanto, ya Ulises había hecho algunas fotos del lugar ahora algo más concurrido, y Belano recorría otra vez aunque de diferente modo (nadie se baña dos veces en las mismas aguas, pues, compadre) los retratos colgados en las paredes. Al volver a toparse con la foto del actual presidente del país lo volteó contra la pared y le metió un escupitajo, y al caminar un poco más allá tres lindas muchachas se aprestaban a salir, a pagar. Él las atajó y les invitó a una copa final, pero solo aceptaron conversar un rato todos juntos en la barra, tomarse unas fotos los unos a los otros e intercambiar direcciones electrónicas y promesas de comunicarse pronto. Ulises y Belano se quedaron prenda dos de la misma Helena de Troya, así que sin decírselo decidieron abandonar el antiguo juego de la seducción, por esta vez, despedirse de ellas y tomar la última copa con César antes de dejar aquel simpático rincón y partir luego en el autobús que los llevaría al corazón mismo del desierto piurano. ¿Nos vamos?, preguntó al fin Ulises. Simón, respondió en seco Arturo. Tomaron sus mochilas, se despidieron efusivos de César y salieron.

La calle estaba más llena de gente, era sábado por la noche, aún quedaba algo de tiempo, Arturo quiso entrar a una cabina de internet, y cuando empezaba a mirar su correo se produjo un apagón que les recordó a ambos los febriles años 80. Internet nel. Ulises se rió y le dijo que había traído la malaria a esa ciudad colonial, que eso era increíble. Y riéndose uno sobre el otro se encaminaron vagos entre la penumbra de la forzada noche hacia el terminal del autobús, presagiando un lindo año nuevo en apagón total.

MÁS CERCA. TOMA DOS. PIURA LANDSCAPE.

Fabián Junior. Caminando alrededor de la Plaza de Armas de Piura, febrero 2008.

Me contaron que dos hombres con lentes muy oscuros y pantalones recortados, vestidos de negro, llegaron a esta ciudad muy temprano, un domingo antes del último año nuevo. Eran Arturo Belano y Ulises Lima, pero obviamente nadie los conocía. Del terminal del autobús que los trajo de Trujillo, se vinieron andando con sus mochilas hasta esta misma plaza, y entraron de lo más relajados al Hotel de Turistas, donde luego de tomar el fresco de la mañana dejaron al cuidado su equipaje y salieron a dar unas vueltas. Así fue que desayunaron en uno de los pocos lugares abiertos a esa temprana hora...

y me llamaron para vernos. No pudimos encontrarnos porque yo debía cuidar un examen en la Universidad Nacional, pero sí se vieron con el escritor Julio Carmona, ex miembro del colectivo Narración y autor de varios libros de poesía y prosa breve, así como de ensayos, el último de los cuales aborda críticamente la obra literaria de Mario Vargas Llosa y las antinomias de nuestro laureado escritor: El mentiroso y el escribidor. Teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa, 350 páginas.

Con él se citaron en esta plaza, se tomaron unas fotos con la cámara digital de Ulises y luego fueron los tres a comprar dos pasajes en la agencia Epo, para ir, horas después, a recibir el año nuevo en Colán. Les dio tiempo para caminar y charlar con Carmona, quien les contó acerca de esta ciudad, su gente, sus costumbres, y a propuesta de Belano encaminaron sus pasos hacia una chingana tradicional con ramada que se halla cruzando el puente de la ciudad. Allí, Carmona escucharía con atención las ideas e investigaciones en marcha de los dos amigos sobre algunos escritores y hechos de este país, y debatieron asuntos de estética.

Carmona les contó, además, su experiencia en la cárcel cuando hace ya algunos años, durante el régimen de Fujimori y Montesinos, fue acusado de senderista y encarcelado por ello. Luego de algunos meses, salió libre por falta de pruebas. Les contó acerca de cómo algunos presos se acogieron a los beneficios de la delación, y cómo de esa manera llegaron a salir en libertad o, al menos, a mejorar su temporada en prisión. Inclusive les contó la historia de un conocido artista plástico local, quien no tuvo reparos en sindicar a su pareja como senderista con tal de salir libre de polvo y paja. Es historia conocida, por lo demás, y aquel artista, para ser sinceros, y no lo digo solo yo sino incluso quienes lo conocen más tiempo, no ha vuelto a ser el mismo desde entonces, ha perdido la inocencia y fresca rebeldía en la mirada que lo caracterizaron durante los años 80. Su hermano mayor fue también un artista plástico conocido en la Escuela de Bellas Artes de Lima, y fue asesinado en la matanza de los penales por el hoy presidente constitucional Alan García.

Cosas de la vida en este pendejo país de la chingada. La mala memoria, la conciliación, la corrupción y todo eso, dijeron los tres durante aquella mañana. Una política vergonzante.

Carmona, fino conocedor de la culinaria criolla y sobre todo de la norteña, tuvo la acertada idea de compartir con Belano y Lima una chita al ajo, que degustaron con fruición, entre las doradas y heladas cerveza Pilsen que pasaban de mano en mano. El sol, algunos jóvenes jugando alrededor y guapas y sonrientes piuranas que pasaban frente al rancho les completaron uno de los momentos más memorables de su viaje por estas costas. A Belano no le gustaba tanto desierto, pero la inteligente tertulia, los amigos y las heladas lo pusieron de muy buen humor. A Ulises, en cambio, el desierto le inspiraba, era casi una representación inmanente del alma, y una suerte de metáfora de nuestros países, desérticos, donde difíciles nacen y se reproducen ciertas flores y vidas de diferente especie. Ambos tenían noticias de algunos escritores locales, y sobre todo de una novela sesentera con título inolvidable: El viejo saurio se retira. Carmona les explicó el significado y origen de dicho título:

Lo que sé es que el editor Milla Batres le sugirió el título de El viejo saurio se retira a su autor, Miguel Gutiérrez. Y lo que yo interpreto es que la novela se ambienta en los años cincuenta, y si se sabe que por entonces no existía lo que hoy es el distrito de Castilla (en la otra margen del río), que todo era un desierto, pero que en aquella época ya despuntaban las primeras invasiones y urbanizaciones que iban acortando el desierto, por ende, las lagartijas, serpientes de toda especie, iguanas, pacazos, etcétera, que están simbolizados por el saurio (que a su vez se mimetiza en el "viejo saurio" que vendría a ser el desierto), se retiran, dejando paso a la ciudad. Más no sé, maestros. Cuando le pregunté a Miguel por el significado que él le daba, el se sonrió y me dijo: "Eso hay que averiguarlo".

Ambos quedaron vivamente interesados con la historia. A pesar de que Arturo y Ulises eran más jóvenes que Carmona establecieron buena empatía, probablemente debido a una común actitud iconoclasta o más exactamente vanguardista ante la vida y sobre todo ante el propio acto creativo, al que veían intrínsecamente unido al torrente mismo de la historia personal y colectiva. Calcularon la hora y ya debían volver al centro de la ciudad para tomar el bus en dirección a la playa de Colán. Intercambiaron algunas publicaciones, Carmona les dio su reciente opus ya citado sobre Vargas Llosa, y además otros volúmenes de cuentos de autores locales: Galletitas de limón, de Josué Aguirre; Espectador invisible, de Ángel Hoyos; Blusa roja y otros cuentos, de Gerardo Temoche, y Ciudad percutora, de José Sandoval, todos editados por “Pluma Libre editores”, joven casa editorial piurana. Ellos, a su vez, le entregaron dos ejemplares de una revista que habían fundado y que se ocupaba de la vanguardia latinoamericana, sus principales temas, debates y representantes en diferentes épocas y ciudades. Su nombre era Caborca.

Volvieron todos al Hotel de Turistas de Piura, y con autosuficiencia y seguridad pidieron sus mochilas que allí dejaron encargadas, hacía ya unas seis horas más o menos. Carmona dice que sintió un estremecimiento y pensó que les cobrarían o les dirían algo. Pero nada, los encargados de la recepción solo les devolvieron sus cosas y, eso sí, los quedaron mirando hasta que salieron de aquel hotel donde, de seguro, el novio y la novia, que la noche anterior habían organizado allí una recepción en la piscina, todavía dormían; quién sabe si también otras parejas de invitados hacían a esa hora lo mismo, unos sobre otros.

¿Qué cómo sé yo tantos detalles? Porque días después me lo contó el propio Carmona, y porque luego de varios días sí pude quedar con Arturo en esta misma plaza, y en las dos horas que anduvimos juntos, de arriba abajo por las calles, hablamos también de ese amanecer en Piura. Por mi parte también le regalé algunos fanzines de poesía que edito con algunos jóvenes amigos, y él me regaló un ejemplar de su revista y una colección de poemas que hace varios años publicó, unos poemas extensos donde se mezcla el amor, la guerra y la esperanza. No sé cómo llamar a esa poesía, quizá algo como utopista o solar. Por lástima, Ulises ya se había adelantado a Belano y estaba, aquella noche final en Piura, camino a la capital del país pues allí tenía cita con un editor para su novela. En pocos días más debían tomar el avión que lo llevaría más al norte, pero esta vez del continente.

En el terminal del bus Línea con que retornaba Arturo a la capital (previa escala en el puerto de Chimbote, donde debía ver a alguien: no me dijo a quién, ni se lo pregunté, claro) nos alcanzó Carmona. La despedida fue breve y desordenada porque Arturo quería viajar con toda su mochila en la parte superior, no confiaba en las paradas durante el trayecto. Al final, la muchacha que atendía en la recepción no solo le permitió que viajara con su bulto a cuestas sino que le dio un número telefónico por si otra vez volvía por esta ciudad. Entre sonrisas y manos al viento lo vimos zambullirse en el último bus que iba para el sur, y ya no supe más de él hasta ahora que lo recuerdo, no sé por qué, de esta manera tan veloz.

HAPPY NEW YEAR EN COLÁN Y MÁNCORA ES LA TOS. TOMA TRES.

El sol abrasador de Colán, mototaxis y combis que iban y venían locos por dos largos caminos de tierra: un brazo para entrar desde la Panamericana Norte, otro que surcaba entre casas, restaurantes y las pocas bodegas de aquel otrora balneario de la gente-bien, léase hacendados o descendientes de hacendados en Piura. Es la historia del norte agroexportador, aquel donde de tanto indio muerto o fugado, en la primera mitad del pasado siglo, se tuvo que importar chinos esclavos, léase coolíes, para trabajar en las grandes haciendas norteñas, algunas cubrían Costa, Sierra y Selva, legendarias familias de hacendados.

Colán fue uno de sus balnearios predilectos, la niña de sus ojos, y lo fue también para los nuevos ricos de Piura y alrededores, quienes con el paso del tiempo, la migración interna, las mezclas odiosas y todo aquello abandonaron esa playa y fundaron otras, años después, como la exclusiva Asia en el kilómetro 97, al sur de Lima limón.

Pero esa tarde del último 31 de diciembre, cuando los dos ideólogos del realismo visceralista aterrizaron sus largas humanidades y bártulos en estos 2 caminos de tierra, en Colán, estaba todo tan lleno, tan rápido, tan ruidoso que era como llegar al mismo mar de los sargazos pero más revuelto que nunca, y pensaron que quizás no había sido una feliz idea venir a esa playa donde al parecer no había dónde sentarse ni dónde pasar la noche ni dónde tomar tranquilo un fresco aire marino al margen del Se Vende Compre Esto y Aquello Consuma Aquí Aquí No Venga Pase Tome su Vuelto Apúrese Que Otro Se Quiere Sentar Tragar Chupar Pagar Seguir...

Felipe de las Heras y Demás Hierbas le espetó un seco “No” sin mirar a Belano cuando este asomó su peluda cabeza en la entrada del alojamiento y preguntó al propietario si quedaba alguna habitación libre para dos, y al mismo tiempo del monosílabo el buen Felipe lustraba mentalmente sus ganancias en esos días de fiesta con su hotel de marras, y atendía a los señores que se abanicaban sobre unas poltronas playeras cerca pero no tanto del gentío en ese 31 de diciembre en Colán. “Nos jodimos” pensó Belano, y sin esperar otra palabra Ulises preguntó en voz alta “¿A dónde vamos?”, y seguían pasando locos mototaxis y pequeños jeeps playeros tirándoles todo el polvo de ese camino paralelo a la playa que nunca nadie ni los ricos ni los pobres, viejos o nuevos, habían intentado pavimentar. Así que como si no puedes con tu enemigo únete a él, se les ocurrió preguntar a un mototaxista dónde podrían hallar hospedaje bueno y barato, este les respondió que a la entrada de Colán los pescadores alquilaban habitaciones baratas. Allí los llevó por la módica suma de dos soles, y en la entrada de una simple casa de una sola planta la familia se apuraba en la limpieza porque era 31 de diciembre y todos llegaban a esa playa. Carlos Chauca los recibió con una sonrisa tranquila, les dijo las condiciones, sobre todo les mostró una habitación simple con dos camas paralelas que la llenaban casi por completo, baño común (con su cucarachita de yapa) y familia Chauca incluida, todo por 100 soles la noche/ por persona, precio que no les pareció ni playero ni popular pero vistas las condiciones en la lejanía de la Panamericana no les quedó más que tomarlo con buen humor, pensando en la noche de año nuevo y la playa diaria de la que disfrutarían desde temprano, a tiro de piedra.

Elena Panduro Chacaltana, esposa de don Chauca, les pidió que se dieran una vueltecita, que dejaran nomás allí sus cosas, porque quería poner a punto la limpieza. Que en breve llegarían además unas chicas muy lindas que también habían separado habitación. Así que ambos aceptaron la propuesta de doña Elena, y aunque todo estuvo bien después, esas chicas lindas nunca llegaron. Misterios de la palabra norteña.

En Colán, en esa habitación, estuvieron tres días, recibieron el 1ro de enero de una manera muy peculiar, compartiendo una botella de ron Medellín y en medio de un apagón total propiciado por el encuentro de la poesía y los deseos de ambos, en la mesa de un pequeño negocio, al lado de un restaurante muy bullicioso que también quedó súbitamente en silencio, como todo Colán, y todos mirándose las caras peladas o lo que quedaba de ellas y de las palabras entre la oscuridad inesperada

Mucha gente, sobre todo jóvenes, iban de un lado a otro celebrando desconcertadamente el año nuevo como en una película de los años 80 que empezaba en apagón o siniestro. Los anticuchos y diversas parrillas seguían ofreciéndose, así como alguna que otra música desde los autos estacionados, cientos de latas de cerveza destapándose, pero era evidente la confusión en esa mezcla de voces al fin humanas y luces de velas o lamparillas. Como en el primer día de la creación: Jonás en la panza de la ballena.

Hasta que la energía eléctrica se restableció carajo y todo volvió a la normalidad, menos para Ulises Lima y Arturo Belano que habían parlamentado durante un buen rato con Baudelaire, su gato y los simbolistas franceses, con Oquendo de Amat y la vanguardia de principios del 20, con Martín Adán, Vallejo, Miguel Hernández, Lorca, Bertolt Brecht, John Reed, Marx, Engels, Italo Calvino, Walter Benjamin, David Bowie y, en fin, una larga legión de real visceralistas durante esa media hora en la que todo para ellos fue tan normal, una vida sin tarifas pre pago, ni celulares constantes, ni obsesiones por comunicarse a toda hora, ni ruidos o luces embrutecedoras que impedían articular cualquier pensamiento o hasta el mismo corazón del silencio: poesía no dice nada, se está callada escuchando su propia voz. Ello harían luego cada noche que pasaron en Colán, y en la madrugada del 1ro de enero salieron borrachos por detrás de las casas que daban al camino de tierra, y bordearon la playa saludando a hombres y mujeres desconocidos que por primera vez mostraban una sonrisa, un timbre amable en la voz, efecto del año nuevo, del alcol, de la noche fresca, la compañía del mar y las estrellas, o lo que sea, pero eso era así de feliz. Caminaron por la estrecha orilla, sorteando amontonamientos de rocas y los soportes de madera que elevaban prudentemente las casas de playa, hasta que llegaron a un territorio no ocupado donde continuaron con el ron y la cola y el diálogo con todos los amigos y amigas muertos, y a la vez vivos, en ese 1ro de enero en ese mar sereno de la costa norte del Perú.

Allí fue que leyeron, cara a las olas, el bucólico poema que Fabián Junior, joven poeta de Piura, les había enviado por internet. La única cabina y locutorio en todo Colán estaban administrados por un tal Iván Sthays, descendiente de alemanes, y que debió haber sido el único que abrió su tienda ese 31 de diciembre y el 1ro de enero desde muy temprano. Belano leyó el poema de Fab. Junior esa madrugada con Ulises, en la larga playa de Colán:

Vallejo y Colán

Vallejo ven para tomarnos unas chelas con toda la Mancha,
bajo un cobertizo de palmas en Colán,
frente a la mar,
mirar a los botes que esperan el amanecer,
leer tus poemas y dolernos mucho más de todo lo que nos circunda,
porque tienen miradas de siglos,
siglos que turbaron el paraíso.

En esta playa se puede andar descalzo,
recoger la arena y hacerla del viento marítimo.
Se vive tranquilo y te puedes acostar a recordar a Mirtho.
Las olas llegarán espumosas a tu cuerpo y aliviarán tu cansancio

En esa playa se quedaron un par de horas hasta que agotaron el trago. Cuando volvieron al pueblo intentaron sin éxito hallar alguna fiesta entretenida, pero o la música que ponían no les divertía o los guardianes cobraban demasiado dinero para una simple fiesta de fin de año en una playa. En un club exclusivo dieron el nombre del amigo de un amigo, un tal Dr. Eró de los Ríos, y aunque los policías y guardianes privados rodeaban ese club como a la niña de sus ojos, Belano, con su calavera mejor vestida que nunca y su sonrisa congelada en una mueca misteriosa, de alguna forma consiguió que uno de esos guardianes matones se largase a buscar a dicho Dr. de gran talante y alcurnia, socio piurano de tal club, aunque la mala noticia fue que no lo encontró entre tanta linda pareja bailando. En fin. Ambos pensaron en trepar el cerco, pero ya les pareció demasiado, y además el apagón, su amigo secreto, su arma secreta convocada, ya se había marchado y no era la mejor idea saltar muros privados con tanta luz y seccurité alquilada alrededor.

Carlos Bacacorzo estaba friendo unas carnes en su pequeño restaurante familiar y allí recalaron ambos para tomarse unas últimas cervezas al amanecer. Con él hablaron largo de Colán, las familias, sus historias, inclusive los anhelos y utopías del propio Bacacorzo, hasta que de pronto Belano le soltó a bocajarro la pregunta de si alguna vez alguien había muerto en sus brazos, porque sino no sabía aún lo que era vivir. El buen Carlos Bacacorzo lo pensó un momento, y ante la insistencia de Belano le dijo a Ulises Lima que no, y preguntó que si eso era malo, entonces Belano jaló del brazo a Ulises y se marcharon a dormir al cuarto de los 200 soles.

Aunque los días de playa estuvieron soleados y simpáticos, empezaron a aburrirse a medida que se alejaba el 1ro de enero y con él se iba la gente de vuelta a sus ciudades, oficinas, hogares y demás cubículos personales. El orden llama, como dicen.

Así que caminando en busca de una diva peruana, la hermana de un poeta piurano amigo, dieron con la casa de su familia, y aunque ella no estaba ni había venido todavía (aunque en dos bodegas les dijeron que sí había estado allí de compras el día anterior), hablaron con su sobrino Pedro Digerido del Mar, que los recibió algo cansado, también casado con hijos pequeños, y con cierto malestar por tanto trago, y entre sonrisas piuranas les contó de Máncora, de cuando él iba joven y soltero a esa juerga permanente, de cómo ya no iba porque se sentía mal de ver la diversión en la otra orilla, casado al fin, y les habló del turismo, la playa, las hermosas mujeres, y entonces se despidieron con una frase que cambiaría sus vidas, Pedro les espetó que Colán era para las familias, y Máncora para divertirse a lo lindo. Caminando entre el polvo, al regreso hacia el alojamiento, Ulises interpretó, o masticó, filosóficamente esas palabras y anunció con solemnidad su decisión de volver a Máncora, aunque sea solo, un día próximo.

Conversaron, vieron horarios de viaje, dinero y todo eso, y entonces Belano le gritó que se iban juntos carajo a Máncora y ya mismo. Ulises sonrió de oreja a oreja, y le confesó que hasta el cansancio se le había pasado. Así que llegaron prestos a la casita de los Chauca y Panduro, quienes los recibieron como a dos héroes, con una sonrisa amigable como diciendo a qué hora nos pagan, buenos chicos, pero grande fue su asombro cuando los 2 inquilinos del cuarto de al lado entraron y al rato salieron con sus mochilas, se despidieron de la mejor manera sin medias tintas, y tomaron el primer auto que los llevó a Piura de donde salían todos los EPPO a Máncora Beach. En el camino pensaron que al fin se ahorraban dinero y que las últimas balas de plata se dispararían más al norte. En la despedida de Colán y ya en el terminal del EPPO tomaron unas últimas cervezas heladas, y creyeron percibir que otra vez la gente sonreía más fluidamente y mejor. “¿Así que Máncora es la tos?” “Simón”.

martes, marzo 18, 2008

INTERMEZZO TROPICAL 5: “MIGRACIONES Y UTOPÍAS, LO CHOLO, LO CHICHA Y LO SUDACA”

En el quinto número de Intermezzo Tropical, bajo el título “Migraciones y utopías, lo cholo, lo chicha y lo sudaca”, se reúnen numerosos textos de escritores y críticos de la cultura peruanos, abordando desde distintos estilos y géneros, el tema migración como fenómeno cultural.

Intermezzo Tropical desde su fundación contribuye a que en sus páginas se expresen distintos sujetos y movimientos culturales del mundo latinoamericano, enfocada especialmente en el Perú. Con un impecable diseño gráfico, este número es en sí mismo una pieza de colección para los amantes de la nueva cultura pop en Latinoamérica. Así, la potente carátula es un Mix entre un lúdico cuadro de Christian Bendayán y la conocida foto del ataque racista contra la joven ecuatoriana, en el metro de Barcelona; con el diseño de Jorge Miyagui.

La revista, que dirige Victoria Guerrero, cuenta con un comité editorial conformado por César Ángeles L., Luis Fernando Chueca, Paolo de Lima y Martín Guerra Muente.

"De manera particular deseo dedicar este número a Domingo de Ramos, poeta excepcional, amigo mayor y también símbolo del migrante de aquella Ica, hoy dolida. En él, en la figura de pueblos y ciudades que han sido avasallados, pero se levantan de sus escombros para recobrar sus memorias, dedico este Intermezzo [tropical]", escribe Victoria Guerrero en el editorial de este quinto número.

El número empieza con creación literaria: poemas inéditos (sobre la Amazonia) de Josemari Recalde presentados por Luis Fernando Chueca, así como de Guillermo Chirinos Cúneo (Cuaderno de California) con una introducción a cargo de José Carlos Yrigoyen. Se incluyen los manuscritos de los poemas. A su vez, poesía de Patricia Guzmán (Venezuela), Pablo Paredes (Chile) y un adelanto de la novela que Carlos Torres Rotondo viene concluyendo en Madrid: Crónica sudaca. Juan Zevallos Aguilar publica nuevos aspectos de su investigación sobre el grupo Orkopata.

Hay un "Portafolio Arguedas" con ensayos de José Güich Rodríguez y Enrique Bernales (ambos sobre El zorro de arriba y el zorro de abajo), una extensa nota de César Ángeles L. alrededor del libro Apuntes inéditos. Celia y Alicia en la vida de JM Arguedas de Carmen María Pinilla y un fragmento del último capítulo de la novela Llora corazón de Fernando Cueto, en el que el personaje arguediano el Loco Moncada es reficcionalizado. Victoria Guerrero ofrece una crónica titulada "Okupando Berlín. Casas-proyecto y migración", Emilio Bustamante escribe sobre "Migraciones en el cine peruano", Siu Kam Wen publica un fragmento de su novela inédita La vida no es una tómbola, a la vez que responde un cuestionario sobre su condición de inmigrante (en Hawaii).

Hay además otras secciones diversas que complementan bien este interesante e imperdible número.

viernes, marzo 14, 2008

SANTIVÁÑEZ CITY

Santiváñez City y "Reyes en el caos".

LINH Y MANCORA

César Ángeles en Mancora, unas cuantas chelas y latas de ron, ron...

CELEBRACIÓN Y CAFÉ

Fabián Bruno

I. Perra memoria

Conocí José Lalupú por el año 2002, cuando junto a un inquieto grupo de jóvenes de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Nacional de Piura, animaba el grupo literario “Café de Artistas”. Lalupú era el guía del gripo, quizá por su mayoría de edad, era el Patriarca Café. En aquel año me uní al grupo.

Al año siguiente, en el mes de agosto, viajamos a Huamanga para participar en un congreso nacional de estudiantes de educación. En esta tierra contactamos con muchas personas que tenían un contacto cercano con el mundo juvenil literario del país y con el legendario Oswaldo Reynoso que asistió al evento como conferencista. Al autor de “Los inocentes” le obsequiamos un ejemplar de la primigenia revista de los más jóvenes escritores piuranos, y a mí me firmó un ejemplar de la misma revista, el que conservo como recuerdo material de aquellos años en que éramos indocumentados.

En Café de Artistas Nº 1 se publicó un cuento de Lalupú, titulado “El descubrimiento del arte abstracto”; además se daba a conocer las voces de Charles Purizaca, Fernando Silva, “Joca” Zapata y Sophía Sánchez. Posteriormente planeamos la segunda entrega[1] con la ayuda de los miembros fundacionales de Tacreli, David Perea y Angel Hoyos; con ellos solíamos reunirnos en la casa de Eduardo Gonzales, pero nunca concretamos la publicación.

En una ocasión, mientras transitaba por los pasillos de la Universidad Nacional Piura, José Lalupú me alcanzó una fotostática de un cuento suyo, “Perra Memoria”, con una dedicatoria bien chévere y una extraña firma que hasta el día de hoy utiliza. En este cuento nos sumergimos en la vida cotidiana de dos estudiantes universitarios, en sus constantes preocupaciones y el amor especial de la chica del cuento por un perro sarnoso llamado “barroco”, por lo intrincado de su piel.

En estos cuentos citados hasta aquí se nota el buen ejercicio narrativo y la calidad que posteriormente resaltaría en “La princesa” (Aula 34 Nº 0 - 2003), “Los poetas chicheros” (Aula 34 Nº 1 - 2004), “La mujer es sueño” (Sietevientos Nº 12 - 2005). “fábula del patriarca del sur” (Sietevientos Nº 15 – 2005).


II. Celebración de la muerte

En esta su corta vida literaria, José Lalupú ha acumulado varios galardones[2]. El año 2007 obtuvo el primer lugar en le Concurso para escritores noveles de Piura con cu cuento “Celebración de la muerte”, cuento que dará el nombre al libro[3] que reúne los trabajos ganadores de este concurso que promovió Indecopi, La Municipalidad de Piura y Pluma libre editorial.

“Celebración de la muerte”[4] nos adentra en le jolgorio y la celebración de un hecho inédito en nuestra patria: Cinciano del Cuzco, equipo provinciano, en una final de infarto, le gana a Boca Juniors, convirtiéndose, no sólo ellos sino al Perú entero, en Campeón absoluto de América. La cantina donde se reúnen los personajes del cuento estalla en alegría y comienza la destrucción del local, que a nadie le parece extraña, terminado con la muerte de un hincha. Todo el cuento se estructura en un dialogo confesional que remite perfectamente a todos los hechos.

Lo primero que me llamo la atención fue su acercamiento diferentes cuentos; uno de ellos es “Justicia poética”[5] del Julio Carmona. Este cuento está ambientado en una prisión piurana, en la que no es extraño jugar fútbol; en una de la tantas “pichanguitas” es asesinado un recluso que era aprista y el asesino brinda sus declaraciones pertinentes, primero, a un sargento, luego a un alférez, hasta llegar, en estricto orden del rango militar, al general que tiene a cargo tal dependencia. En el cuento de Lalupú no existe tal jerarquía militar, sino que un observador del asesinato, el “Ronco” Raymundo, rinde su instructiva ante un capitán de la policía:

“¿Qué a que hora fue todo eso? No, la hora no me acuerdo, mi capitán. Pero eso no importa, entienda que una alegría así se da sólo una vez en la vida”.

También se puede encontrar algunos rasgos con “La embestida del carnero” de Teodoro Garcés Negrón. En este cuento, la población aturdida decide darle muerte al hacendado que los explotaba, pero éste escapa y deja a su administrador y los mayorales, dandoles muerte por ser estar comprometidos con el asesinato del joven hijo de la partera del pueblo. En el transcurso de estos hechos de justicia resulta muerto un miembro de la comunidad, pero nadie se da cuenta por la emoción que los embargaba. Lo mismo sucede, desde diferentes perspectivas, en el cuento de la Lalupú: matan a “Ronco Raymundo” y siguen celebrando; incluso antes de este hecho una persona es arroyada por un carro:

"Cinciano, señores, iba camino de la hazaña, teníamos la ventaja de un penal. La gente de fuera de la calle vibraba cada vez más. Alguien gritó, porque fue alcanzado por un carro, pero nadie le presto atención".


Se puede rastrear la técnica utilizada por Lalupú en el cuento “Desiderio” de Franco Avalo[6]. En esta magnifica pieza narrativa el personaje narrador resulta contando la historia de su compadre Desiderio – que muere calcinado junto a su viejo baúl, defendiendo su virilidad y con una navajas al lado, que pudo haberle librado del fuego y la cólera de las mujeres que cobraron venganza ante sus engaños - a un periodista. El cuento de Lalupú tiene ses mismo matiz pero ya no es un periodista, sino un militar.

La muerte por jolgorio es muy notable en “Celebración de la muerte”. Algo muy parecido se observa en “El perfume” de Patrick Suiskind. En esta novela el personaje principal, luego de haberse librado de la muerte gracias a su perfume amoroso, acude a los lugares más suburbiales de París, en busca de la muerte que antes rehuyó, ya no tenía motivos mayores en su vida, rociándose todo el perfume ante los indigentes, ladrones y demás gente de mal vivir. Ellos lo empiezan a amar, luego quieren tocarlo, olerlo y poseer una parte de él y lo matan amándolo profundamente bajo el poder del perfume, y amarlo con más intensidad para terminar devorando su cuerpo. En el cuento de Lalupú no se llega a tal extremo, sino que el cocinero, de pura alegría, hunde un cuchillo filetero al “Ronco” Raymundo y la celebración continuaba.

"En eso llamaron al cocinero, un tal Juan Migraña, un cholazo bien maceta que vino, no molesto, fíjese, sino celebrando también; y de pura alegría le guardó un cuchillo filetero entre el costillar del pecho al “Ronco” Raymundo, que de tanta euforia creía que la sangre calientita que le brotaba quemándole las piernas era cuestión de un juego, un artificio de la celebración. Por eso siguió bailando y saltando hasta que se le doblaron las rodillas y se derrumbó sobre la barra como diarrea".

“Celebración de la muerte” toma como pretexto narrativo al fútbol, y así presentarnos en le universo de una cantina a varios personajes que se vinculan con un microcosmos o la visión de una realidad o una clase social determinada. El fútbol, eje temático, nos orienta hacia la comprensión de la realidad peruana y la reivindicación ala mando de once personas, veinte y dos chimpunes y un balón de cuero que rueda en búsqueda de un espacio de paz y celebración.


Piura. Marzo, 2008.


[1] De manera paralela a esta empresa, asistíamos al Taller de Literatura Aula 34 que dirigía Houdini Guerrero
[2] El año 2001 obtuvo el primer lugar en cuento y el primer lugar en poesía en los Juegos florales de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la UNP. El 2003 nuevamente obtiene el primer lugar en cuento en los mismos juegos florales.
[3] Celebración de la muerte y otros cuentos. Cuentos ganadores del Concurso para escritores noveles de Piura. Piura: Pluma Libre. 2007.
[4] Sólo brindaré algunos alcances sobre el cuento de Lalupú, mas no de la totalidad del libro.
[5] Tengo la certeza que este cuento, uno del libro “Rqentos”, es la pieza narrativa del autor que formará parte del próximo libro “Selección piurana” que lanzará Puma Libre editorial. Lo mismo pasaría con el cuento de Lalupú.
[6] Escritor sullanero. Ha publicado el libro de cuentos “Por debajo de la cuerda”. En varias ocasiones ha quedado finalista del Copé.

martes, febrero 26, 2008

EXILIO

Por estos días leeré Vox Horrísima, Luchito Hernández.

Puedo llegar al mar / con la sola alegría / de mis cantos.

No hay más, Charlie Melnik.

sábado, enero 26, 2008

REVOLCANDO A BERTOLT EN SU TUMBA

Guillermo Ruiz Torres

Berlin, 1998. El centenario de Brecht.

Unas cuantas estaciones del tranvía nos separan del que fuera la última parada de Bertolt, el “Berliner Ensemble”. Ambos vivimos en distrito Mitte, en Berlín. No está muy lejos. Bajo un cielo gris de primavera, muy típico para Berlín, atravesamos un escenario que Bertolt seguramente no conoció y quizás ni imaginó: tiendas, galerías, teatros, cafés con gente acicalada como esa de la revista de moda y la renovada sinagoga, en una ciudad casi sin judíos, por supuesto. Apuramos el paso. Mi acompañante, un alemán del este, muy joven, de un hogar nostálgico-socialista pero práctica con capitalista, de espíritu épico, atípico en estos tiempos, teme no encontremos entradas. No puede ocultar su emoción de asistir por primera vez al reducto teatral del que tanto había leído y que había visto solamente al paso después de alguna borrachera camino a casa en su destartalada bicicleta, silueta de ánima que lleva el viento.

No se equivocaba. Al llegar vemos mucha gente desparramada por la plazuela con vista al canal. En el balcón lateral del teatro hay una suerte de performance, preludio de la obra que vinimos a ver: “Der unaufhaltsame Aufstieg des Arturo Ui” (“El incontenible ascenso de Arturo Ui“). Es una de las tantas obras que presenta el “Berliner Ensemble” en el marco de celebraciones del cumpleaños número cien de Brecht. La obra se presenta respetando estrictamente el concepto de dirección de Heiner Müller, fallecido hace algunos años. Müller es sin lugar a dudas el dramaturgo más famoso de la antigua República Democrática Alemana. Tenemos suerte, conseguimos entradas para estudiantes por la mitad del precio, en la penúltima fila de balcón, asientos que nadie quiere, por supuesto, y que son los únicos que podemos pagar. La emoción original de mi amigo se había transformado ya en una suerte de consternación al ver a la entrada del teatro buses de turistas, a quienes seguramente les habían ofrecido una velada cultural brechtiana como parte del paquete. Su sorpresa fue mayor al notar que los turistas iban ataviados casi de gala, y el resto del público también. Por suerte no estábamos en el Perú colonial de saco y corbata, sino, con nuestra pinta, no entrábamos ni por descuido. Yo le pregunté que quién quería que viniese. Él, luego de un corto silencio, me dio la razón. Aun cuando Brecht y Müller sean dos personajes asociados al pasado comunista de Alemania, son hoy parte del establishment y de espectáculos de trajes bien y sonrisas perfumadas como el que se presentaba a nuestros ojos. Resultaba evidente que la acicalada concurrencia no reflexionaba sobre el carácter crítico de la obra. Ésta trata del ascenso de Hitler al poder, alegóricamente representada en una sociedad capitalista, desmitificándola a partir de sus valores de “igualdad y libre albedrío“.

Berlín, 2006. Laudatio a Brecht.

Ocho años después, los eventos en commemoración por los 50 años de la muerte del dramaturgo comunista no son tan numerosos pero no se dejan echar de menos. Contrariamente a las celebraciones por los cien años de su nacimiento, la atención general no se dirigió esta vez a la cartelera del “Berliner Ensemble” sino a la puesta de la “Ópera de Tres Centavos” por Klaus Maria Brandauer. El afamado director escogió nada menos que el “Friedich Stadtpalast” para la puesta en escena. Este teatro acogió durante los años veinte y treinta del siglo pasado inolvidables espectáculos de varieté. Desde su reapertura en los noventa es el reducto de espectáculos para el amplio público de burócratas y amas de casa. Brandauer apostó por una puesta atrevida y con un elenco “de peso”, que incluía a Campino, el cantante del conocido grupo punk “Die Toten Hosen”. La obra ha recibido las más enconadas críticas desde todos los frentes. Las críticas se han centrado no sólo en las carencias estéticas sino en la clamorosa negación del incendiario espíritu brechtiano. Resultaba patético ver un Campino, el otrora punk de los medios masivos, esforzándose por deleitar a una platea ricachona entre los que se encontraba Joseph Ackermann, el director del Banco Alemán. Ackermann es desde hace unos años la personificación del capital en Alemania, ese Capital que se escribe con mayúscula 1 .

Desmontando a Brecht

La desnaturalización del espíritu crítico de Brecht tiene lugar también en el ámbito de la teoría teatral y la prensa escrita. En un artículo aparecido en “El País“ (30.08.98) ya hace más
de una década, el escritor peruano Mario Vargas Llosa presentaba al dramaturgo alemán como un crítico de la búsqueda de utopías, que “encarnan más fatalidad que paraíso“. Con refinadas artes reivindica a Brecht, haciéndolo servir a aquello contra lo cual luchó toda su vida: la injusticia y enajenación de la sociedad capitalista, y lo fariseo del reino de las libertades de la democracia liberal. Y aquí me refiero a Vargas Llosa como uno de los más “refinados defensores“ de Brecht en oposición, por ejemplo, al ex-Ministro de la Presidencia del Estado Federal de Baviera. Este señor, miembro del gobierno conservador de la región más anticomunista de Alemania, se jacta de que Brecht haya venido al mundo en la región bávara y manifiesta que es ante todo expresión del genio alemán. Lo de comunista habría sido más que nada alguna „cuestión coyuntural“. Uno y otro reivindican a Brecht, sin que Brecht lo necesite, porque el libre mercado y la sociedad de consumo se encargaron de ello hace mucho tiempo.

Y es que gente como Brecht es desactivada en todo su potencial rebelde, más aún hoy cuando la contingencia histórica pareciese dar la espalda al espíritu de levantamiento que atizó las almas y el genio creador de mujeres y hombres como Frida Kahlo, Tina Modotti, César Vallejo, Sergej Eisenstein o García Lorca. El mito de la revolución puede ser desterrado de su arte sin mayor problema o confinado a los rincones del accidente histórico. Si damos un vistazo a artistas, dramaturgos o literatos que inspiran tertulias y debates culturales en todo el mundo nos toparemos no sólo con Brecht, sino con un sinnúmero de personajes que, sin bien es cierto, con su talento y genialidad trascendieron su tiempo, haciendo su arte universal, no pueden dejar de ser comprendidos ni al margen de los ideales que nutrieron su espíritu creador ni de su consecuencia práctica. Todo artista que ha trascendido su época, ha podido impregnarse de las pasiones, emociones, delirios y sufrimientos de aquélla, que han marcado surcos para los que han continuado combatiendo contra la opresión y la injusticia social.

Esta posición respecto a la creación artística -sostenida, entre otros, por autores como Vallejo o Sartre- quizás sonará trillada en nuestros tiempos „post-modernos“. Sin embargo, el caso Brecht, tanto en su propuesta escénica como en su compromiso político, se nos presenta con gran claridad. Brecht fue, por ejemplo, uno de los pocos intelectuales alemanes reconocidos que tras el exilio decidió irse a vivir a Alemania Oriental. No sólamente fue alguien que vivió y plasmó su obra sobre la base de sus ideales comunistas, sino que estructuró su creación en función de la politización de los trabajadores y de la construcción de un movimiento revolucionario. Su teatro se fundamentaba en el teatro épico, que a diferencia del teatro dramático apuesta por una línea narrativa, de argumentos, considerando el devenir de la Historia como un proceso, en permanente desarrollo, planteando lo que el ser humano puede hacer y presentando el mundo como podría ser. Piedra angular de su concepto teatral es su “V(erfremdungs)-Effekt“ (efecto del distanciamiento), que estaba destinado a hacer ver al espectador que sólo se trataba de teatro, y así llevarlo a la crítica y reflexión concretas. Asimismo, el uso de operetas -que tenían un carácter popular en aquella época- tenía la intención de que el común de la gente cantase las melodías y se fuese familiarizando cada vez más con sus contenidos críticos o revolucionarios. En esta búsqueda de conceptos y formas, Brecht intentó incluso, inicialmente, devolverle al teatro su carácter cotidiano y de entretenimiento; adonde el público podía llevar comidas y bebidas a la función, sin mayores limitaciones para que quien quisiera comentase el desenvolvimiento de la obra.

Método y conceptos brechtianos se hallaban, pues, íntimamente ligados a la crítica social y más aún al ideal revolucionario. A este respecto, hay quienes objetarán que toda producción literaria o artística que se fundamenta en ideas políticas está destinada a la mediocridad o al “fracaso”. De esta manera, se podría pensar que el concepto brechtiano ha fracasado por lo que se ve de él hoy en Europa: porque su “mensaje” no llega a los trabajadores alemanes, muchos de los cuales más bien se dedican a prender fuego a alojamientos para asilados. Como respuesta, cabe solamente constatar que la obra de Brecht es irreconciliable con el adjetivo “mediocre” y que toda expresión artística va a causar reacciones distintas de acuerdo al marco, contenido y formas bajo los cuales se presente 2 .

Brecht se confrontó intensamente con las más variadas y disímiles expresiones literarias y modelos de pensamiento. A través de la estrecha relación que se observa entre las lecturas de Brecht y su obra, se reconoce, a decir de muchos entendidos, qué textos le han motivado a una mayor profundización en su estudio y trabajo, cuáles han sido utilizados como fuente e incluso cuáles pueden haber sido transcritos. Esta observación refuerza la evidencia que es por demás injusto atribuir a Brecht un pretendido fundamentalismo político o literario. Más aún si se tiene en cuenta que Brecht fue uno de los protagonistas de los álgidos debates en círculos intelectuales de izquierda sobre el carácter del arte a fines de los años 30. Este debate giraba en torno a las formas que debería tomar el arte en la lucha antifascista. Desde una posición fiel a los sovjets, sostenida principalmente por el húngaro Georg Lukàcs, rescataba el arte realista, se manifestaba que existen caracteres generales en el desarrollo de la humanidad que demuestran la existencia de ciertas leyes estéticas. Al otro lado de la trinchera, se encontraban autores como Walter Benjamin o Brecht, quien por su lado, era de la opinión de hacer tabula rasa antes de emprender el acto creativo, rescatando sin embargo aquello que se pudiese utilizar. La creación debería tener como premisas lo espontáneo y experimental. A Brecht le interesaban, por ejemplo, escritores como Dos Passos, Joyce, Kafka o Proust. Su filosofía no le era tan importante, como la alta técnica de estilo alcanzada por ellos.

Este mismo espíritu crítico se expresó también ante los acontecimientos que se sucedían detrás de la agitada “cortina de hierro”. Tras ser abatido el levantamiento popular contra el régimen de la RDA, el 17 de junio de 1953 en Berlín, Brecht dijo: „Si un gobierno no está contento con su pueblo, debería disolverlo y elegirse otro“. Pero de la misma manera como nunca languideció su carácter crítico y rebelde, tampoco renunció a su filiación política. Ejemplo de ello es lo ocurrido con su obra “Die Maßnahme“ (“La Medida“), que trata de un comunista que es ejecutado por sus compañeros por haber condenado al fracaso el trabajo revolucionario a causa de su indisciplina (producto de sus “buenos y humanos“ sentimientos). Brecht autocensuró esta obra para su presentación pública porque sólo despertaba en el público sentimientos de compasión, pudiendo cuestionar, fuera del contexto apropiado, el costo necesario que implica toda revolución. Dos actitudes que revelan que Brecht conocía, desde una aguda lucidez, los dos lados de la medalla: por un lado, que el poder puede convertirse en un fin en sí mismo, y por el otro, que las almas de los explotados pueden dejarse seducir por el reino de “las libertades y el humanismo” burgueses.

Mucho se ha dicho y escrito de Brecht antes y después de su muerte. Controversias y escándalos han matizado su recuerdo. Cierto es que su obra ha marcado el teatro este siglo, encendiendo en más de una generación el sentir épico revolucionario. Ha tenido, sin embargo, una conmemoración acorde con estos de tiempos que pareciesen no conocer de mitos o sueños, más bien sólo de dispersión y deconstrucción. Sin embargo, ha sido posible encontrar el espacio para una recepción diferente de Brecht y sobre todo para poder rescatarlo del triste y empolvado intelectualismo, para poder reencontrarse con él en su significado y trascendencia políticas. Desde su estar en el mundo más allá de la sonrisa complaciente al poder o de los requerimientos de la pura satisfacción individual, evocándolo en su imagen cool: abrigo de cuero negro y habano en mano, lanzando esa mirada entre sarcástica y pensativa, como quien vive el mundo a través de las fibras del malestar y del gozar, abriéndose paso entre los rudos caminos de desolados engranajes grises y humeantes, y sucesivas llamaradas de overoles en trajín.


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1 Joseph Ackermann se hizo tristemente célebre en la opinión pública alemana cuando tras anunciar en el 2006, entre bombos y platillos, los extraordinarios dividendos obtenidos por el Deustche Bank (Banco Alemán) manifestó que habría que despedir personal para mantener la competitividad en el mercado financiero internacional.

2 A este respecto vale recordar la reacción del joven Dalí tras la presentación en París de „El perro andaluz“. Dalí estaba furioso porque la película, en la que había trabajado con Buñuel y que debería escandalizar los flácidos cerebros de la sociedad burguesa, no había logrado tal finalidad sino que había recibido los más enconados elogios. Dalí dijo que el único elogio que aceptaría sería el de Sergej Einjsenstein. La misma presentación hubiera logrado quizás en otro marco la reacción esperada.

martes, enero 22, 2008

DIARIO 99

En los meses de mayo a julio de 1999 Róger Santivánez pasó una temporada en Piura. Escribió las paginas de una especie de diario que es lo que aqui presentamos. El documento finaliza con un poema.

jueves, enero 17, 2008

LAS ARMAS DE JUAN RAMIREZ RUIZ: SUS VERSOS

Roque Ramírez Cueva

Si las armas no se hicieron polvo
un poeta a su muerte menos todavía.


Las Armas Molidas es un libro de poesía denso en símbolos, lato en temas nacionales que son universales, ergo de lectura fácil para el sensible lector en asuntos del País continente de los de Abajo nuestro y no ajeno, un libro pletórico, exultante en significaciones polisémicas que nos muestran el tránsito de la nación ayer, desde luego las muchas naciones que fuimos y de las naciones hoy que somos ¿seremos? Sin embargo este asunto literario tan accesible a ese ojo que mira más de lo que alcanza a ver (parafraseando a Julio Carmona), le esconde, le zafa el cuerpo, apenas si le muestra los sueltos vocablos sin contexto ni texto al lector insensible por dos.

Insensible por su origen del país de los de arriba o insensible siendo de abajo por mirar sin ver la maniobra a los de arriba. Una primera estancia aquí. La construcción antilineal de mis textos tienen una intencionalidad de solidarizarse con la construcción lírica honda pero no insondable del poeta entero que fue y es Juan Ramírez Ruiz, a modo también de un saludo que se soslayó o talvez se entrecruzó en el Jirón Quilca, ese barrio musa de los creadores cuando pisan suelo en Lima.

En Armas Molidas, Ramírez Ruíz muestra y demuestra las naciones nuestras, confirma su transcurrir deconstruyendo la historia: el Perú invadido lo mismo hoy si ayer y presenta la otra cara de la medalla de lo que fuimos o de lo que dicen no fuimos. No por algo la voz lírica de Armas Molidas, susurra en el grito una interrogante actualísima ¿quién dice que los invasores hicieron polvo las armas resistentes? Y enlaza una concatenación no caótica de afirmaciones que no lo son porque nos vienen envueltas en interrogantes signos:

“Cómo se llamaban los yanaconas los mitayos los hatunrunas golondrinos a Manco Inca unidos”
“Quién además de Cahuide – Tampu Aysu Pisac...
Lorenzo Farfán de los Godos.... acompañaron a
Quisu Yupanqui”
El lector lego en historia andina y real debe enterarse de Manco Inca y Cahuide como los hombres de la resistencia rescatados para no los textos escolares; mas no son los únicos, afirma la voz poética, entre millones miles:

“...¡Hasta las briznas son pocas: no se puede
ay, contar con ellas a todos los caídos”
“...La guerra al suelo va aferrada
y sólo acaso con el cadáver de uno mismo
se borrarán las grietas que el suelo le coloca”

Es obvio, este libro de poemas, digo su creador no se conforma con la lírica voz sino que da tribuna a las otras voces, las de los que resistieron y resistirán en esa longura bélica, la cual empezó cuando nos sentimos traicionados por ofrecer, ingenuos, aposento al invasor. Aquestas voces de hoy, como canta la copla popular, quieren hacer florecer del carbón silente su fuego crepitante y así nunca olvidar:

“Pero la brasa encendida atrae y acoge
los nombres venerables – y los deja en el canto”
“Levantando montañas para que mi rumbo pase lego nombres para – por con ellos recordar”

Nos queda claro en plan de no meros lectores que no es la palabra lírica o voz (formal) sino su antitesis desorientando porque orientar no basta si el propósito es construir utopías, a éstas también hay que descodificarlas. Entonces no nos propongamos un Norte porque éste es el Sur, y éste el Norte. Luego, apuntemos en el horizonte a nuestro Sur, allí estuvo y experimentamos el pasmo de la aventura creadora, fazedora. Esta metáfora, por cierto, del Sur que en realidad es el Norte orientador, es una constante en la poesía de Juan Ramírez Ruíz, el tema aparece en el poema en loor a Mario Luna con que los amigos y leales lectores honran la partida, el tiempo finito del propio Juan Ramírez Ruíz, digo finita porque ha pasado a la infinita vida en el parnaso del País de los de Abajo:

“reuní en mí la vida que pasaba Norte
cuando el Perú y yo veníamos Sur..”

Esta breve lectura, reseña no deliberada de si apenas tres cantos (18 – 19 – 20) de Armas Molidas, compuesto de 71 cantos, más dos epílogos e índices decodificadores, publicado en 1996 por Arteidea editores; no es más que un pretexto para decir que ha muerto (fuera de la retórica del parnaso de los de Abajo) un poeta en el bi-estilo peruano: al estilo del Estado que los mantiene en la miseria económica a los creadores e intelectuales anti Quo, pero no en lo moral, espiritual (no es blasfemia) ni en lo ético porque en esto último, en verso de Borges, son altos y cabales que es el estilo de los creadores populares. Un pretexto para despedirlo de la finitud a la infinitud de su obra vida en el abrazo fraterno que en su “soledad sin soledad siquiera” (verso de Juan Luis Velásquez) no tuvo.

Un pretexto para soltar en el descuido válido de la emoción un desatino, quizás acorde al cristal con que se mire (¿anónimo?) y unirse a la protesta, como bien la han enarbolado jóvenes creadores de Chiclayo, para que las instituciones ni funcionarios del Estado se abstengan de ofrecer homenajes a los creadores del País de los de Abajo que en la visión de Juan Ramírez Ruíz no implica estar bajo de, recordando que el Estado tiene su estilo en la estima dada a los creadores del Perú – País doble nación que no es lo mismo que múltiples naciones. Un pretexto para saludarlo en el desde ahora mediante su propia voz no final mañana allá no aquí estaremos estará:

“Quedarán los poetas trajeados con su el rumbo entero
y quedarán mis nombres reunidos en mi nombre nuevo”
quedarán perennes los vuelos de las playas
si del subsuelo del mar parten,
y al suelo perfumado luego suben,
para ir con la multitud
entre la procesión de estrellas...”


Nota: Fotografía: Juan Ramírez Ruiz, Jorge Pimentel y Enrique Verástegui (Chiclayo, 1970).

JUAN RAMIREZ RUIZ Y UN PAR DE VUELTAS POR LA REALIDAD

Raúl Jurado Párraga

Los poetas tienen esa imagen que les da la sociedad: rebeldes, marginales, alcohólicos, drogadictos, enajenados, enjaulados en su castillo de marfil o simplemente lúcidos para morirse de cultura en un país inculto. Es esta sociedad la que encasilla a esos lúcidos seres en los bares, en el desempleo, en el vivir cotidiano haciendo añicos su vida. Es la sociedad y sus instituciones las que tratan con desdén absurdo la cultura, la literatura, la poesía. Un país y una sociedad como la nuestra hecha para la muerte nos acerca al espectáculo del olvido cotidiano del artista y mucho más de un poeta auténtico. Juan Ramírez Ruiz se ha ido sin pedirle nada a nadie. Un país necrofílico realiza homenajes necrofílicos y como tal, hay que morirse de vida miserable y olvido cultural en este país. Los poetas son esos seres que se van cuando nadie se los pide. Pero tras de su muerte queda su obra que lo sobrevivirá y si es un poeta auténtico mucho más. A estas alturas los homenajes son puro excremento discursivo. Frente a estos hechos innobles como no compartir la rabia de los que conocieron mucho más al poeta por mencionar a: Carlos Ostolaza. Jorge Pimentel, Enrique Verástegui, Roger Santivañez, Armando Arteaga, Tulio Mora, Domingo de Ramos, Teofilo Gutiérrez, Willy Gómez, Gustavo Armijos, Jorge Luis Roncal etc. También estamos los “otros” que nos acercamos con respeto y admiración a su obra y persona. Ahí, estaba el autor de Un par de vueltas por la realidad (1971), Vida Perpetua (Editorial Ames 1978) la Armas Molidas (Arteidea Editores 1996), tranquilo y amable al comienzo de la noche, pero lúcido e infernal a la medianoche. Sus poses y palabras son recuerdos que se guardan como alfileres en el corazón. Al enterarme de su partida a la vida perpetua al azar tomé su primer libro y hallé estos versos: sea así o no PONDRE DOS CONSEJOS/ UNO los enamorados que se amen mucho/ no caminen tarde en la noche y/ DOS, tengan cuidado con los carros/ los que han cumplido mas de los 40 años/ y sufren de miopía/ Y cuidado, tengan mucho cuidado ustedes. Y realmente esos versos proféticos me hizo recordar su imagen que apareció con nitidez. Lo vi recostado en el puesto de periódicos frente a Queirolo fue la última vez, que lo salude. Hoy no quiero caer en el dolor, ni menos en la rabia. Mejor recuerdo otros versos del poeta Horaceriano: Mi cuerpo está lleno de poemas y/Salgo a las calles a repartirme como obsequio/ y he demostrado que soy este cuerpo/ estremecido por la rala luz que se confía a mis congéneres,/ este cuerpo amargo sobre el que lloro:/ Mis brazos han crecido increíblemente/ y reconozco que mi semblante me ha traído complicaciones, reconozco que mi cariño infinito me lastima/ ahora que yo se regala incontenible , y cuando la lluvia/ en la plaza Manco Cápac no es lluvia en la Plaza manco Cápac./ Y cuando el individualismo se enreda y me llega a las pelotas/ aquí estoy yo, vivo y fogoso/ Y Latinoamérica devuelve mi carta cuando la miro,/ el Día se abre para que este cuerpo pase,/ el viento roza mis orejas, y fogoso y limpio/ a través de estas avenidas silenciosas. / Aquí estoy yo. Y esta aquí en la esquina más limpia de la amistada Juan Ramírez Ruiz eres el júbilo.


Nota: Articulo y fotografía tomados del blog Piel de Brujo

lunes, enero 07, 2008

LA POESÍA SEGÚN SAN TIVAÑEZ

Estirpe Púrpura les presenta parte de la obra de Róger Santiváñez, uno de las voces más sobresalientes de la poesía peruana de las últimas décadas. Hemos creado un blog dedicado exclusivamente para su obra.

Este blog se encuentra linkeado en la sección Poetas. Para empezar les presentamos algunos poemas de sus primeros libros Antes de la muerte (1979), Homenaje para iniciados (1984), posteriormente se añadirán poemas de sus libros restantes.

Salud Róger, ven para Colán para tomarnos unas cervezas bien frías con toda La Mancha

martes, diciembre 18, 2007

La lucha contra el invierno y la dictadura de las hojas muertas

Fabián Bruno

Más que un testimonio personal me enfocaré a dar un testimonio colectivo de unos jóvenes imberbes que un día decidieron dedicarse plenamente a la escritura y “luchar contra el invierno y la dictadura de las hojas muertas”, como poetiza José María Gahona en su poemario “Transparencias”.

El año 2002, en julio, vio la luz la revista literaria Café de Artistas, revista del círculo literario homónimo. Éste estaba conformado en su totalidad por estudiantes de Lengua y Literatura de la Universidad Nacional de Piura, que buscaban un espacio dentro de ella. Fue dirigido por José Lalupú e integrado por Fernando Silva, Sophía Sánchez, José Carlos Zapata y Charles Purizaca. Y este Café de Artistas estuvo lleno de bonitos símiles, como la poesía y […] de aleccionadores, de sobrecogedores hallazgos. El café de artistas es un lugar de eterna tertulia, un nido de poetas flacos y espirituales, de editores exigentes y pintores silenciosos que aplastan las colillas contra el mármol de las mesas. Cada quien fraguando su próxima ficción. Mucha bohemia claro está, tal como apunta el editorial de la revista, en claro homenaje a Camilo José Cela.

Meses después, se unirían a este grupo Yojany Mogollón y el que redacta estas líneas, siguiendo también Dany Cruz Guerrero. Nos integramos y soñamos con la próxima edición de la revista, que aún duerme en los archivos del computador de uno de los miembros del grupo y que jamás se publicó por un sinnúmero de situaciones que aplazó indefinidamente la revista N° 2. Cabe anotar que en ésta se encontraba un trabajo de Javier Vílchez y otro de Cosme Saavedra.

Pero mucho antes, de esta revista fallida, el año 2003 se conformó en la facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura, un taller de literatura que estuvo dirigido por Houdini Guerrero, narrador, mago y editor de Sietevientos. El mes de setiembre de ese año se publicó el primer número (N°o) de la revista del taller, que había adoptado el nombre de Aula 34, en alusión directa al aula donde solíamos reunirnos los integrantes del taller. El Aula 34 era un nuevo espacio para la literatura y los jóvenes Sophía Sánchez, José Lalupú, Yojany Mogollón, Fernando Silva, Dany Cruz Guerrero, Charles Purizaca, Edgar Bruno (Integrantes de Café de Artistas), Reynaldo Cruz}, Henry Córdova (integrantes de Intillaqta, otro novísimo grupo literario de la UNP), Javier Vílchez, Harrinson Talledo, Antonio Navarro y otros.

La Santísima Orden 34, en noviembre del 2004 publicó su segunda revista (N° 1) con ilustraciones de Luis Ordinola; daba a conocer trabajos de Fernando Silva, Javier Vílchez, Dany Cruz Guerrero, José Lalupú, Charles Purizaca y Edgar Bruno; cerrando con esta segunda publicación una etapa fructífera y renovadora para la literatura juvenil piurana.

Este mismo mes, la consagrada revista de literatura Sietevientos, en su publicación décimo primera, daría a conocer los trabajos poéticos de Fernando Silva, Dany Cruz Guerrero[1] y Edgar Bruno, así como una pieza narrativa de Javier Vílchez. Posteriormente, en la entrega décimo segunda y décimo quinta, se publicaría las narraciones de José Lalupú.

Justamente por estos y anteriores meses del 2004, los integrantes de Café de Artistas, conocimos al colectivo artístico Los Ángeles del abismo, de Sullana y de intensa vida cultural. Nos reuníamos con Ricardo Musse, César Gutiérrez, Cosme Saavedra y Luis Ordinola y con ellos compartíamos mucha poesía y los infaltables ceviches de caballa, preparados por las poetas – musas Sophía Sánchez y Yojany Mogollón. También solíamos reunirnos con David Perea y Angel Hoyos, principales gestores de Tacreli (Taller de Creación Literaria) de la universidad de Piura y que sería el embrión mayor de Magenta, actual grupo literario de esta casa de estudios. De esos encuentros, de esas horas perduraría una amistad inigualable. Con Los Ángeles y los Tacreli[2], planeamos algunas publicaciones, pero jamás, por diferentes causas, conocieron el mundo real.

Tiempo después, cada integrante de La santísima Orden 34 cogió nuevas rutas, sólo algunos, Los Otros, se reunían gustosos en una vieja plazuela del centro de la solar Piura. Esta plazuela no es otra que la Plazuela Merino y serviría dar un lugar en le mundo a esos poetas vagabundos, desheredados de la belleza de la cuidad, parafraseando a Carlos Oliva. Nos convertimos en un nuevo y sólido grupo literario que heredaría la tradición de los grupos literarios juveniles de estas tierras. Así nació Plazuela Merino, que lejos de ser un grupo de poetas huascas es una camaradería sui generis.

En noviembre de 2006, dos años después de la última revista de la Santísima Orden 34, se publicaría el primer número de la revista Plazuela Merino, con motivos inflamarios, antiburgueses, callejeros y, en menor grado puros. Los cómplices de este asalto son: Reynaldo Cruz, Henry Córdova, Javier Vïlchez, Dany Cruz Guerrero, Lúber Ipanaqué y Edgar Bruno; también recoge los trabajos de Teófilo Peña y Ricardo Musse (invitados para esta publicación).

Ya para esta publicación varios integrantes habían ganado juegos florales y premios literarios diversos. También se había publicado la plaqueta Desencuentro (setiembre, 2003) de Dany Cruz Guerrero; el poemario Hostia Sideral (Noviembre, 2005) y la plaqueta Epístola los transeúntes (primavera del 2005) de Lúber Ipanaqué; el libro de cuentos Sorpresa (febrero, 2006) de Javier Vïlchez; la plaqueta Suicidas Aedos (Agosto, 2005) que reúne los trabajos de Reynaldo Cruz, Jorge Dávalos y Lúber Ipanaqué; y, por último, Borgoña (octubre, 2006), plaqueta de Reynaldo Cruz.

Este es un recuento (2002 -2006) del itinerario de un grupo de jóvenes poetas que se volcaron a la ciudad, al mundo para agotar sus palabras (Javier Heraud) y llegar al mar con la sola alegría de [sus] cantos (Luis Hernández).

[1] También, un trabajo suyo aparece en Sietevientos 15.
[2] Justamente con David Perea, Angel hoyos y Eduardo Gonzales, amigo que no integraba Tacreli, preparamos la fallida publicación de la Revista Café de Artistas Nº 2.

Foto: Los Tacreli y los Cafés en la casa de Eduardo Gonzales

lunes, diciembre 10, 2007

MERCEDES... in memóriam

Lúber Ipanaqué

1

Mi madre fue campesina.
En el crepúsculo sus ojos se tornaban como las
aguas del río Ucayali.
En el ocaso amaba el vuelo de las garzas.
Nunca dio su corazón a la sonrisa de las flores.
Ni su amor a las serpientes del camino
como los hombres suelen darse a la traición y
a la barbarie.
Pero una tarde- o noche, no recuerdo-
el tiempo no hizo diferencia entre la sonrisa de sus labios
y la contaminación de su sangre derramada por su cuerpo.
Se quedó cautiva de dolor y presa de miedo como una
mariposa en las manos de un niño.

2

Mi madre también amó el crepúsculo.
Muchas veces la vi sentada en la orilla del río
y tomándome la mano me decía: “¿Ves esos pájaros? No, no.
No son garzas, es un ángel. Debes aprender a
mirar con el corazón, vida mía.”
Y amó los vientos que refrescaban su memoria.
Mas ahora que agoniza
y es como el ocaso a punto de ocultarse y
la tarde corre el peligro de morirse con ella,
debe soñar- como dices, Juan Cristóbal-
con el árbol de guanábana que plantamos en
la huerta de la casa
(antes de mi viaje hasta Piura, tenía 11 años)
para calmar la lluvia que cae en el cielo de sus hijos o
la inmensa desolación de nuestras almas.

Los "dolores morales" de Santiváñez

Javier Ágreda.
La República, Lima 02/09/06

El último poeta maldito
El escritor piurano Róger Santiváñez ha reunido toda su obra poética en el libro Dolores Morales (Ed. Hipocampo). Fue fundador y líder del polémico Movimiento Kloaka.


Sinuoso y difícil es el camino recorrido por el poeta Róger Santiváñez desde su Piura natal hasta Filadelfia (EEUU), donde actualmente reside. Entre ambos extremos está su larga permanencia en Lima, que lo convirtió en uno de los más notorios representantes de la poesía urbana, bohemia y marginal. Santiváñez acaba de publicar el libro Dolores Morales. Selección de poesía 1975-2005 (Hipocampo, 2006), en el que reúne casi todos sus poemarios completos, además de una gran cantidad de textos inéditos o recuperados de plaquetas y revistas.

Educado en un colegio jesuita en Piura, el poeta inició sus estudios de Literatura en la U. de San Marcos a mediados de los años 70. Ahí, en el taller que dirigía Marco Martos, conoció a otros jóvenes poetas (Enrique Sánchez, Luis Alberto Castillo, Edgar O'Hara) con quienes formó el grupo La Sagrada Familia (1977-79). Entonces publicó su primer libro, Antes de la muerte (1979), que contenía poemas como "Martín Adán / Oda" y "Homenaje a Ernesto Che Guevara", además de múltiples alusiones a poetas como Rimbaud y Luis Hernández (entonces sus paradigmas vitales) y versos en los que describe la ciudad: 'Centro de Lima. Sucio y maldito. Bello ritmo y pavimento / Jirones golpeados y escupidos/ ...Rabia y droga, rameras y asaltantes...'.

En los años 80, Santiváñez formó parte del resurgimiento del grupo Hora Zero, y fundó y lideró el polémico Movimiento Kloaka, conformado por Domingo de Ramos, Guillermo Gutiérrez, Mariela Dreyfus, Mary Soto y otros. La poética de Kloaka estaba basada en la radicalización del vitalismo y el coloquialismo de la poesía urbana previa, llegando al lenguaje lumpenesco. Siguen estas propuestas los libros de Santiváñez Homenaje para iniciados (1984), El chico que se declaraba con la mirada (1988) -en los que se despide de la adolescencia con poemas marcados por el erotismo y la temática amatoria-y Symbol (1991), "escrito en el idioma que se habla por las calles de Lima, después de la medianoche".

Temporada en el infierno

A inicios de los 90, la prolongada bohemia comenzó a generar una serie de problemas y sucesos extraños en la vida del poeta (se cortó las venas en la Plaza San Martín) que lo conducirían a su propia temporada en el infierno: "...he vivido un tiempo -el suficiente, el necesario- en un hospital para enfermos mentales", confiesa en Insane asylum, una plaqueta publicada en 1989 e incluida en este libro. A partir de esa experiencia, sus libros combinan lo urbano y el erotismo con símbolos de carácter religioso y místico, aunque manteniendo siempre un tono irónico e irreverente. Esa nueva etapa se inicia con Symbol y continúa con Cor Cordium (1995), Santísima Trinidad (nouvelle, 1997) y Santa María (2001).

La salida a la crisis ("Esa vida, llena de alcohol y de drogas, me estaba matando", ha declarado recientemente) se le presentó al poeta en 2001, con una beca para continuar sus estudios de Literatura en EEUU. Radicado desde entonces allí, Santiváñez ha optado por una vida más reposada y estable, y ha publicado dos nuevos libros: El corazón de zanahoria (2002) y Eucaristía (2004). A sus 50 años, está culminando su doctorado en Literatura Latinoamericana en la U. de Temple (Filadelfia) y en Dolores Morales ha reunido por primera vez el conjunto de su interesante aunque controversial obra poética.

Perfil

Nacimiento. En Piura, 1956. Estudios en la U. de Piura y en San Marcos (Lima). Desde 2001 estudia y trabaja en la U. de Temple (Filadelfia).
Obra poética. Antes de la muerte (1979), Homenaje para iniciados (1984), Symbol (1991), Cor Cordium (1995), Eucaristía (2004), entre otros.

Notas:
Foto: Róger Santiváñez
Artículo tomado de la web Libros peruanos