martes, agosto 18, 2009

El mendigo de oro


Julio Carmona

El título de este artículo recuerda la famosa metáfora que, para referirse al Perú, pergeñara Antonio Raimondi. Y no se puede menos que reconocer su vigencia. Y de manera tan nítida que se puede hacer extensiva no sólo para graficar la idea del Perú en general, aludiendo a su riqueza natural y cultural, sino también para aludir al hombre peruano específico. Por supuesto, en el concepto “hombre peruano” se tiene que considerar sólo a “los que viven de sus manos” y no a “los ricos” (para usar la expresión del elegiaco Jorge Manrique), pues, obviamente, los ricos se encuentran abismalmente distanciados de la mendicidad.

Y cabe preguntar: En el Perú actual, ¿quién que ‘viva de sus manos’ no está inmerso en la mendicidad? Comenzando por quienes las extienden descarnada y diariamente en las calles citadinas. Y en esas mismas calles están también los dignos representantes de las protestas gremiales: maestros del SUTEP, catedráticos de la FENDUP, obreros de la CGTP, damnificados del terremoto del Sur, todos reclamando atención a sus justas demandas, ante la indiferencia olímpica de los obesos y –felizmente– transitorios detentadores del poder.

Y no podemos dejar de confundirnos en las mismas calles con los deportistas amateurs que imploran ayuda a la empresa privada porque del gobierno no reciben ni una mirada, aunque éste siempre está dispuesto a subirse al carro de los triunfos. Y qué decir de las generosas ayudas de grupos de socorristas extranjeros que vienen a construirnos casas y escuelas y hospitales y hasta templos, porque el gobierno y la empresa privada peruanos, jugando en los canales televisivos al Gran Bonetón, también los desatienden con el mayor desparpajo.

En las primeras décadas del siglo pasado el gran bardo bajopontino Felipe Pinglo Alva compuso un vals titulado “Mendicidad”, en éste –como en la metáfora de Raimondi que valora al Perú– Pinglo valora al hombre peruano, pues hablándole al mendigo de su vals es como si nos dijera a los actuales peruanos: “Mendigo sin nombre, tu tragedia afrenta/ a este mundo vano, artero y falaz./ Tú, con tus miserias y con tus harapos,/ vales más que el oro que el mundo nos da.”

El arte (además de ser la más grande alegría que el ser humano se da a sí mismo, como decía Marx) tiene la virtud de levantarnos la moral, porque es mucho más digno vivir pobre y luchando (mendigar es también una forma de luchar) a estar ya muerto en vida en medio de un dineral.

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