viernes, junio 29, 2012

El carácter mágico de la inspiración


Dibujo de Fernando Vicente

Josué Aguirre

Hace tiempo solía ligar el significado de la inspiración al de la motivación. Proponía que un artista bien motivado por todos sus frentes sería un sujeto eternamente productivo. Sin embargo, he ido cambiando de opinión hasta el punto que puedo llegar a contradecirme.
Voy a poner un ejemplo de la vida real. Un día a fines de 2009 me puse a revisar las buenas críticas que recibieron mis libros. Por la tarde, una chica completamente desconocida me reconoció en la calle porque había leído una de mis obras y me pidió que me tome una foto con ella. Un tiempo después tuve una presentación en un pequeño colegio donde me acerqué a algunos estudiantes que habían leído “La comedia piurana” y me acogieron como si yo fuese uno de sus héroes. La suma de todos estos sucesos me dejaron enormemente contento. Sin embargo, aquel 2009 y 2010 fue el periodo más infértil de toda mi vida.

Lo que me lleva a revisar otra cosa que vengo diciendo hace un tiempo: “Si alguien me pagase un sueldo fijo por escribir, viviría feliz el resto de mi vida”. Pero ¿Qué tan cierto resultaría esto? ¿No sería probable que después de firmar el contrato, me sienta hastiado de escribir y, eventualmente, todo se convierta en una pesadilla? He ahí el meollo del asunto. ¿Por qué una condición de motivación constante y duradera no siempre va a acompañada de un periodo de producción constante y duradera?  
Simple. La inspiración nunca es constante ni duradera, sino que se manifiesta periódicamente como chispazos y es caprichosa como ella sola. Podríamos hacer un viaje alrededor del mundo, podríamos leer todos los libros de la biblioteca del congreso de EEUU, podríamos escuchar en vivo un concierto de Mozart y aún así no tener la más mínima gana de producir arte. Y todo lo contrario: podríamos estar haciendo la cosa más normal del mundo; conducir nuestro auto al trabajo, mirar a través de la misma ventana que vemos todos los días de nuestra vida o estar sentados en el excusado y recibir un tremendo golpe de inspiración.

Entonces, nos sentiremos prestos a actuar; a perennizar esta experiencia casi sobrenatural en el medio que más cercano nos resulte. Sentimos que las cosas tienen que hacerse en ese momento, en ese chispazo de genialidad; porque si se hacen después, ya no van a quedar igual. Y es peor para quienes tomamos la iniciativa de embarcarnos en proyectos grandes como escribir todo un libro o una sinfonía o cualquier arte que requiera más de un día de trabajo: entendemos que la totalidad de la obra es la sumatoria de todos los momentos de inspiración que hemos aprovechado.
Pero ¿Qué es la inspiración en sí? Es difícil explicar racionalmente algo tan ligado al mundo de las pasiones. Sin embargo, aquí expongo mi mejor intento.  En el diccionario de la RAE, la tercera acepción del término “inspiración” es: “Efecto de sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo”. Me quedo con la última frase, “producir espontáneamente como sin esfuerzo”. Lo cual revela que cuando estamos “poseídos” por la inspiración, lo arduo se nos hace un juego de niños.

Pero vamos más allá. Si tomamos el verbo “inspirar”, vemos que su significado está estrechamente relacionado con la acción de respirar, de tomar aliento. Cuando estamos inspirados, nos aproximamos a la realidad de una forma completamente diferente a lo acostumbrado, y nos apoderamos de ella de una forma tan sencilla y cotidiana como nuestros pulmones inhalando el oxígeno. Se trata de un nuevo e irrepetible acercamiento, el cual se produce con certeza y sin duda. “Estoy inspirado”, decimos.

Casi podría decir que la inspiración es un momento de lucidez  en un mundo de locos. Es un instante de luz, un mirar desde el otro lado del vidrio, un movimiento horizontal sobre un camino recto, una sensibilidad que diferencia a un verdadero artista de un operario del arte*.

La inspiración es mágica. Es como un don. Uno lo tiene o no lo tiene y se ve, se percibe. Para ello basta echar una mirada a la obra de cada cual.


*Artesanos, diseñadores, comunicadores sociales, fotógrafos y otros oficios que juegan a ser artistas.

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