martes, julio 30, 2013

William Guillén Padilla o la minificción en el Perú

Portada de "77+7 nanocuentos"


Las casas camino a la ciudad de Lima se erigen en variados espacios; desde arenales, hasta muy bien acomodados meridianos de cemento y gravilla. Pequeños poblados nos saludan con inocencia mientras el paso del ómnibus nos dibuja y acorta la distancia. Han puesto la misma película de todos los viajes: una melodramática que extasía la memoria y el cariño de las personas hasta convertirlas en un grupo informe de suspiros. La primera parada es Lima; luego vendrá otro viaje más largo: Ayacucho. Es la primera vez que voy a aquella ciudad que tanta historia reciente alberga y al mismo tiempo tanto silencio. Uno lee muchas cosas que recuerdan la violencia de los días pasados, donde solo absurdos pensamientos de un cambio a través de la sangre y el fuego, han dejado un país que teme y se siente desposeído de sus propios argumentos de paz. Pero el tiempo es distinto: la vida ha seguido un curso indefinido y necesario, para muchos mejor, pero que ha llevado nuestra solidaridad a convertirse en una burla, un individualismo vulgar. Es cotidiana nuestra ausencia.

Pero el motivo que me lleva a tierras lejanas es otro: un evento literario. El tema central, es muy peculiar, a pesar de ser esencialmente poético: “Vallejo y su libro ‘Contra el secreto profesional”. Peculiar porque abordar un texto de esa categoría, donde muchos se han empecinado solo a descubrir lo mismo en su poesía, invita a creer que estamos empezando a leer de otra manera lo escrito hace ya casi un siglo. No debería generarnos sorpresa esto. Recordemos los comentarios del común denominador de la época con la vanguardia que surgió en el Perú cuando prevalecía en aquellos tiempos los empalagosos rezagos del modernismo: solo buscaron desacreditar la vitalidad de lo que se empezaba a germinar en nuestro país tan vedado siempre al arte en general. Y sucede que este libro, ‘Contra el secreto profesional’, ya almacenaba, casi como un respiro futuro, una de las variantes narrativas más complejas de la actualidad: la minificción, aunque no concebida desde los manifiestos teóricos que ahora se utilizan para diversificarla con cautela, pero que ya marcaba una nueva etapa en la experimentación literaria de principios de siglo XX. Hay virtud en esto.

Georgette de Vallejo manifiesta que los borradores de este libro se dieron en la década comprendida entre 1920-1930, aunque recién vieron la luz en 1973, editado por Mosca Azul Editores. Es decir, lo que profundizaron literariamente Monterroso, Cortázar, e incluso Borges y Casares con la publicación en 1953 de ‘Cuentos breves y extraordinarios’, ya había sido revisado muchas décadas antes por Vallejo, como ha sucedido con toda su obra literaria, adelantada siempre a las convencionalidades de la época. Si bien la minificción ha sufrido una evolución apresurada (se habla ahora de microcuentos, microrrelatos, micronovelas, microteatro, etc.), esta se ha fortalecido enormemente por la convicción de autores y grupos literarios que han apostado por esta variante, hasta convertirla con seriedad en una nueva fórmula narrativa. Y el Perú, desde Vallejo, ha manifestado una elocuente gama de narradores; prueba de ello, en el 2012 se publicó la monumental ‘Circo de pulgas. Antología de la minificción peruana’, elaborada por Rony Vásquez Guevara, brillante conocedor del tema y propulsor de esta especie literaria desde su revista ‘Plesiosaurio’. Dentro de ella se cita a innumerables narradores, noveles y con trayectoria, los cuales viene trabajando con tesón sus perspectivas en este campo. Uno de los que más destaca, tanto por su peculiar forma de narrar como por su compromiso con la minificción, es William Guillén Padilla. Que se entienda esto de compromiso no como una obligación artística, sino como el interés de un autor por dejar en claro la vitalidad y fortaleza de lo que escribe.

Pocos son los autores que han apostado tanto por los textos breves. Muchos han sobrevivido solo a la publicación de un libro o dos, y luego abordado diversos espacios ajenos a la narrativa ‘hipercorta’. Ya sea la agilidad de nuestros días o la versatilidad de lecturas que buscamos para no aburrir, pero los microcuentistas, a pesar de ahora ser muchos, no es constante; es decir, no persisten. Guillén Padilla puede preciarse de ello. Sin ser ajeno a los demás géneros literarios (ha publicado poemarios, abordado la cuentística en extensión, proyectos futuros de novelas), se ha encaminado por la publicación de varios libros con textos breves, y algunos de ellos son ya un clásico enciclopédico: ‘Cuaderno de almanaquero’ (2011) es sin duda el mayor proyecto realizado en el campo del microcuento. Esta obra recoge una microficción por cada día del año, con su bisiesto y feriados, utilizando como eje principal los nombres de todos aquellos que aparecen en el calendario cotidiano: un ‘bristol’ moderno. ‘Lo que yo barman oí’ es otra joyita: imaginemos todas las historias que escucha en lo nocturno esta persona que atiende a parroquianos de todo tipo: bohemios, personas engañadas que buscan liberarse, enamoradores compulsivos, etc. Pero este personaje es solo un pretexto: lo principal son las situaciones que desbordan nuestra imaginación. Algunas de ellas sobrenaturales, otras ilógicas, pero siempre con esa lectura ágil y atrayente. Como el autor mismo menciona ‘no es una apología a la bebida’; el autor sale muy bien librado de ello. Con ‘77+7 nanocuentos’ hace un vuelco y fusiona dos especies narrativas: por un lado compila 77 microcuentos de diversas temáticas y le agrega 7 cuentos que podríamos denominar ‘comunes’ por la extensión. Aunque no es la primera vez que logra esta fusión (ya la había realizado al unir la poesía de ‘Planetario astral’, con la narrativa de ‘Actos y relatos’; editados en un formato que recuerda los textos de ‘Cara & Cruz’ de Ediciones Norma), ya auguraba que la narrativa no le era nada ajena. Nos ha confirmado su elocuencia literaria con la publicación de ‘Retorno en tiempo real y siete cuentos más’ (Arsam, 2013), libro que reúne un conjunto de muy buenos textos, algunos de ellos finalistas del Premio Internacional Copé de Cuento. En esta nueva entrega de Guillén Padilla uno queda embelesado con el cuento ‘Los amantes’, donde uno de los personajes, una mujer impasible que arroja al tacho de la basura los escritos que considera ‘malos’ del esposo, nos recuerda a todos los que escribimos esas virtudes odiosas que llegan a tener los editores. Con ‘Historia de Noela’ y ‘Eterno amor’, ambos con temáticas y tramas muy distintas, pero con el fantasma de la violencia subversiva entre sus líneas, el autor nos invita a conocer un poco más de nuestra historia reciente para poder creer hasta dónde llegaron las circunstancias y personas con sus acciones en medio de esta guerra infinita y devastadora. ‘La maldición de los pájaros’ es un llamado a nuestra infancia y critica aquella inconciencia que solo busca soluciones sin medir las consecuencias. Un libro maduro y que demuestra la buena narrativa de este autor.

La narrativa peruana está con buen auge, y con William Guillén Padilla, en cualquiera de sus variantes’, se fortalece aún más los criterios del arte que busca persistir.

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