jueves, agosto 05, 2010

Piura, una nueva experiencia ferial para Infolectura


Ricardo Ayllón

Infolectura es el instituto de fomento a la lectura que dirigen en Trujillo los jóvenes escritores Jorge Tume y César Olivares. Tienen casi un lustro frente a él y, desde su centro de acciones en la cuarta cuadra del jirón San Martín (solo a doscientos metros de la plaza de Armas de la Capital de la Marinera), han salido adelante organizando talleres de comprensión lectora para escolares, visitas de escritores nacionales a centros educativos, concursos de creación literaria, asesoramiento en Plan Lector, ferias descentralizadas de libros y proyectos de fomento de literatura regional. Pero durante la tercera semana de este mes de julio, enfrentaron su primer y más grande reto al realizar una feria internacional del libro, y para conseguirlo decidieron salir de su campo de acción e involucrar a una nueva localidad en la que Jorge Tume ha confiado siempre por ser el lugar de donde procede: la ciudad de Piura.

Para este logro Infolectura invitó a las editoriales amigas que trabajan con él, buscó financiamiento y apoyo logístico entre entidades estatales y privadas, aseguró la presencia de escritores extranjeros, nacionales y regionales, y se mudó durante cuatro días (del 22 al 25 de julio) a la Plaza Merino de la referida ciudad. Entre los escritores nacionales estuvieron en la feria nada menos que el presidente de la Academia Peruana de la Lengua, Dr. Marco Martos; los premio de poesía joven del Perú: Bethoven Medina y David Novoa, y, gracias a la gestión de este último, se aseguró la presencia de Beto Ortiz, quien –recuérdese– además de figura de la televisión, es narrador y periodista; así mismo, una pequeña aunque muy bien representada delegación de poetas norteños, entre quienes estuvieron Stanley Vega y Mario Morquencho; mientras que los escritores locales tuvieron presencia gracias a las figuras de Dimas Arrieta, Cosme Saavedra, Juan Félix Cortez, Teodoro Alzamora, José Lalupú, Reynaldo Cruz, Fabián Bruno y los jóvenes integrantes del grupo literario Plaza Merino, quienes se mostraron satisfechos de “jugar de locales”.

La presencia de Ediciones Altazor, como invitada, resultó estratégica, pues gracias a ésta y a los buenos oficios de su director, el escritor Willy del Pozo, los organizadores de la feria aseguraron la llegada de cinco jóvenes escritores extranjeros. Para ello, Del Pozo enlazó la I Gira de Novelistas Latinoamericanos que organizó durante los mismos días de la feria, para que el público piurano tenga la oportunidad de acercarse a: Claudia Apablaza (Chile), Pedro Peña (Uruguay), Jorge Enrique Lage (Cuba), Oliverio Coelho (Argentina) y Juan Ramírez Biedermann (Paraguay), quienes, a la manera de viejos emancipadores de la literatura americana, consiguieron hermanar su trabajo narrativo con la de los escritores peruanos que arribaron a la Plaza Merino.

Casi como un testigo privilegiado, estuve allí los cuatro días del desarrollo de la feria, y, una semana después de concluida, puedo dar fe del enorme despliegue hecho por Tume y Olivares para que ésta salga lo mejor posible. Sin embargo, el reto resultó algo grande y más de un escritor comprometido (Oswaldo Reynoso, Dante Castro, entre otros) no pudo llegar a la cita por razones de descoordinación logística, la infraestructura resultó escasa, no se consiguió la presencia sino apenas de tres editoriales y el poder de convocatoria fue insuficiente, lo cual se plasmó en la tímida respuesta del público piurano. Más allá de eso, los organizadores intentaron que todo resultara según lo planificado, y, debido a ello, pudieron atender sin problemas (no sin ciertas deficiencias de instalación) el hospedaje, la alimentación y movilidad de los escritores invitados.

Pero estas contingencias que suelen ser comunes en toda primera empresa de envergadura no pueden comparase con los logros y la experiencia ganada por los organizadores. Nadie podrá negar que la tarde del segundo día constituirá una fecha inolvidable para los presentes a la feria, pues –al menos en lo personal– pocas veces se ha visto a un Marco Martos metido en su piel de poeta como en esa jornada. El excelente vate peruano de la generación del sesenta desnudó su sensibilidad y desplegó su espíritu lírico durante más de una hora a través de poemas que lo ayudaron a recorrer su vasta creación desde su época de estudiante universitario, hasta recientes versos inéditos basados en el deleite de la mitología griega, pasando por sus mejores poemas sobre Piura. Una tarde con mucho viento y alto tránsito vehicular no fue impedimento para que Martos cayera en la nostalgia y acertara en alternar la lectura de sus textos con sus recuerdos de la Piura que dejó durante su juventud.

Dentro de otro estilo, aunque poniendo siempre como estandarte a la poesía, el trujillano David Novoa (un día después) consiguió captar la presencia del público nictálope con dos performances que calentó la (rara) fría noche piurana. Se trató de dos poemas de largo aliento recreados con trabajo de sonido y escenificación, los cuales dejaron en claro que la poesía –durante el desarrollo de la feria– iba a tener un lugar preponderante.

De este modo, resultó casi poética la presencia de Beto Ortiz, pues ésta, que al parecer iba a ser un plomazo seudomediático, terminó siendo una verdadera enseñanza sobre el objetivo final de la literatura, o, mejor dicho, el objetivo que la creación literaria debiera perseguir: ocurrió que Ortiz leyó con gran emoción un reciente texto narrativo, uno referido a la enfermedad de sus padres y a sus dificultades personales para afrontarla en el autoexilio y, entonces, el tierno mensaje de esta lectura, el espíritu y poder del texto leído, tocó la sensibilidad de una mujer humilde presente entre el público, quien ofreció su testimonio sobre los puntos coincidentes entre el texto de Ortiz y el terrible momento que atravesaba ella actualmente. El escritor, sin necesidad de abundar en detalles, supo canalizar el acontecimiento para expresar la mágica conexión entre creador y lector, y, gracias a ello, demostrar que la literatura (la poesía, los libros, el acto de escribir) tiene todavía una justificación entre los hombres y el mundo globalizado de hoy.

Extraña feria ésta, pues, pese a la escasez de asistentes y a la mínima presencia de editores (y stands), he conocido mejor el temple de dos grandes soñadores como Tume y Olivares, quienes, no obstante las dificultades del momento, jamás decayeron en su objetivo principal: sacar adelante el fomento a la lectura y el intentar demostrar que los libros siguen siendo el mejor amigo de la humanidad. Y, además de ello, comprobar el hermoso y fraternal espíritu de los piuranos, donde acabo de hacer nuevos amigos, como el joven y aguerrido periodista Juan Nunura, con quien firmé un tácito pacto de apoyo periodístico, y he reforzado lazos de hermandad con escritores como Houdini Guerrero, Reynaldo Cruz, Cosme Saavedra y Teodoro Alzamora, quienes me han ayudado a reafirmar mi amor por la literatura, esa llama que no deja de mantenerse encendida en nuestros endebles corazones.


Nota: El texto ha sido tomado de Libros peruanos; y en la fotografía se presencia a Ricardo Ayllón y Reynaldo Cruz.

1 comentario:

Juan Nunura dijo...

Titánico esfuerzo que hicieron Jorge Tume y Cesar Olivares, pero valió la pena y se demostró que Piura, a pesar de todo, necesita de más eventos como estos.
Lo que sucedió entre Beto Ortiz y la piurana fue tambien algo que marcó esta feria.
Personalmente Ricardo, admiro tu apego a la literatura y al periodismo. Ya nos veremos en la II feria del Libro de Bernal para degustar un buen cevichito.