Reynaldo Cruz
a propósito de Hostia Sideral, poemario de Lúber Ipanaqué.
Las palabras son vitales para seguir creyendo que existimos. Surgen tímidas para plasmar tristezas, alegrías, odios, miedos, caricias y otros demonios de nuestra vida, aunque a veces permanecen cautivas de nuestra divina soledad esperando el momento preciso para filtrarse entre las diáfanas estrellas del rostro. Los poetas se nutren de esta situación buscando perennizar su incomprendida existencia, por ello se enfrentan a la escalofriante hoja en blanco para cantarle al amor, a la angustia, a sus musas y a su incomprensión misma.
Alberto Alarcón dice que la poesía esta puesta sobre la tierra, para producirnos una recóndita sensación de poder tocar los límites, los primeros y los últimos, para hacernos sentir que habitamos un vientre seguro, y que la noche, la soledad y la muerte están del otro lado, ajenas y distantes de nosotros, cuando sabemos que nos aguardan porque nuestra carne y nuestra alma les pertenecen. ( Sietevientos N° 13 ). Por esta razón quizá, Luber Ipanaqué se acerca a brindarnos su primera producción poética, “Hostia Sideral”, denominada asi en son de elogio a la luna, inspiración primigenia y eterna de los aedos.
La trova de Luber nos lleva por parajes internos, desde la evasión de los retazos del pasado, la confusión humana, el adiós, la búsqueda de nuevos firmamentos hasta tenebrosos abismos como la muerte a quien alude en varios de sus versos, la amante traicionera de la vida, la llama en Batallas, pero en otros es más directo y utiliza su nombre propio o al suicidio, su mas leal compañero. Sin embargo, a pesar de esta gris temática, Hostia Sideral no se convierte en una loa a lo melodramático, pues el poeta matiza su obra con el canto a aquella esfinge que llamamos mujer e imágenes cargadas de un erotismo que suele manifestarse incluso en un acto de onanismo.
El primer poema nos acoge con una agreste soledad hurtada del amor que agoniza por voluntad del poeta y su amada. El poeta busca crear una musa con rasgos parecidos a la anterior como escape de los recuerdos que no fueron construidos, pero finalmente se resigna al reconocer que esta ruptura significa un nuevo inicio. De otro lado, Danza de la muerte, abandonada el hilo común de lo nostálgico, erótico y romántico que tiene el poemario para protestar por la indiferencia del hombre hacia el hombre, incluso en temas humanamente preocupantes como la guerra que se origina por el afán de más riquezas ( El mundo gira al compás de las metralletas/ Treintaitrés trillones trescientos treinta/ Y tres mil tiros al corazón de un niño/ Y el monstruo festejando orgías de paz).
Soledades de Ultratumba es la culminación de este canto a la melancólica vida del poeta, quien se interroga sin hallar ninguna respuesta para justificar sus extraviados días en este edén de cemento, ni siquiera su musa puede darle solución a ese conflicto eterno, llegando a jugar al suicida que termina desposando a la tristeza, pues sabe que ella no se marchara antes del fin de sus huesos ( Tristeza, te amo, tristeza/ Porque brindas gotas de miel/ en mi recuerdo/ Porque estás a la altura de/ mi muerte/ Tristeza, te amo, tristeza/ Te amo tiernamente/ Porque siempre me regalarás/ flores/ y prenderás velas en mi tumba ).
Hostia Sideral significa para este muchacho pucallpeño con corazón de algarrobo, la realización de un sueño que nació con la publicación de pequeñas plaquetas ( “Transmutación”, “Epístola a los transeúntes”, “Suicidas Aedos” ) que distribuía entre compañeros de la Universidad Nacional de Piura y poetas y escritores amigos, pero sobre todo es una muestra de que existe una cantera de jóvenes aedos con la propuesta, para regocijo de los bibliófilos que aún sobreviven, de mantener vivo el amor hacia la belleza estética de las palabras.
a propósito de Hostia Sideral, poemario de Lúber Ipanaqué.
Las palabras son vitales para seguir creyendo que existimos. Surgen tímidas para plasmar tristezas, alegrías, odios, miedos, caricias y otros demonios de nuestra vida, aunque a veces permanecen cautivas de nuestra divina soledad esperando el momento preciso para filtrarse entre las diáfanas estrellas del rostro. Los poetas se nutren de esta situación buscando perennizar su incomprendida existencia, por ello se enfrentan a la escalofriante hoja en blanco para cantarle al amor, a la angustia, a sus musas y a su incomprensión misma.
Alberto Alarcón dice que la poesía esta puesta sobre la tierra, para producirnos una recóndita sensación de poder tocar los límites, los primeros y los últimos, para hacernos sentir que habitamos un vientre seguro, y que la noche, la soledad y la muerte están del otro lado, ajenas y distantes de nosotros, cuando sabemos que nos aguardan porque nuestra carne y nuestra alma les pertenecen. ( Sietevientos N° 13 ). Por esta razón quizá, Luber Ipanaqué se acerca a brindarnos su primera producción poética, “Hostia Sideral”, denominada asi en son de elogio a la luna, inspiración primigenia y eterna de los aedos.
La trova de Luber nos lleva por parajes internos, desde la evasión de los retazos del pasado, la confusión humana, el adiós, la búsqueda de nuevos firmamentos hasta tenebrosos abismos como la muerte a quien alude en varios de sus versos, la amante traicionera de la vida, la llama en Batallas, pero en otros es más directo y utiliza su nombre propio o al suicidio, su mas leal compañero. Sin embargo, a pesar de esta gris temática, Hostia Sideral no se convierte en una loa a lo melodramático, pues el poeta matiza su obra con el canto a aquella esfinge que llamamos mujer e imágenes cargadas de un erotismo que suele manifestarse incluso en un acto de onanismo.
El primer poema nos acoge con una agreste soledad hurtada del amor que agoniza por voluntad del poeta y su amada. El poeta busca crear una musa con rasgos parecidos a la anterior como escape de los recuerdos que no fueron construidos, pero finalmente se resigna al reconocer que esta ruptura significa un nuevo inicio. De otro lado, Danza de la muerte, abandonada el hilo común de lo nostálgico, erótico y romántico que tiene el poemario para protestar por la indiferencia del hombre hacia el hombre, incluso en temas humanamente preocupantes como la guerra que se origina por el afán de más riquezas ( El mundo gira al compás de las metralletas/ Treintaitrés trillones trescientos treinta/ Y tres mil tiros al corazón de un niño/ Y el monstruo festejando orgías de paz).
Soledades de Ultratumba es la culminación de este canto a la melancólica vida del poeta, quien se interroga sin hallar ninguna respuesta para justificar sus extraviados días en este edén de cemento, ni siquiera su musa puede darle solución a ese conflicto eterno, llegando a jugar al suicida que termina desposando a la tristeza, pues sabe que ella no se marchara antes del fin de sus huesos ( Tristeza, te amo, tristeza/ Porque brindas gotas de miel/ en mi recuerdo/ Porque estás a la altura de/ mi muerte/ Tristeza, te amo, tristeza/ Te amo tiernamente/ Porque siempre me regalarás/ flores/ y prenderás velas en mi tumba ).
Hostia Sideral significa para este muchacho pucallpeño con corazón de algarrobo, la realización de un sueño que nació con la publicación de pequeñas plaquetas ( “Transmutación”, “Epístola a los transeúntes”, “Suicidas Aedos” ) que distribuía entre compañeros de la Universidad Nacional de Piura y poetas y escritores amigos, pero sobre todo es una muestra de que existe una cantera de jóvenes aedos con la propuesta, para regocijo de los bibliófilos que aún sobreviven, de mantener vivo el amor hacia la belleza estética de las palabras.
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