lunes, junio 02, 2014

Una estación en Mundo Cachina

Portada del libro

Reynaldo Cruz Zapata

Conozco a Augusto Rubio,  gracias a dos pasiones que compartimos: el periodismo y la literatura. Conozco a Augusto Rubio, gracias a esta conexión mundial de información llamada internet. Si la memoria no me falla esta es la tercera vez que nos reencontramos en persona, desde que nos contactamos a través de los blogs, y del desaparecido Messenger.

Augusto es un poeta, un artista, y por lo tanto un ser humano que se conmueve de la realidad, aquella que lo cuestiona, que lo motiva a escribir versos y crónicas, para este instante y también para cuando ya no estemos más físicamente; como buen lector, conocedor del universo interno, Augusto, se adentra en la pasión del periodismo y de la literatura que se unen en un mar de desencuentros, en sus crónicas de este “Mundo Cachina”.

Este Mundo Cachina es el lugar donde encontramos todo aquellos escritos envejecidos por el tiempo, olvidados en el instante que creímos haber madurado, crecido, logrado nuestros objetivos. En estos textos, la letra viva y el instante lingüístico confluyen en un testimonio personal, del poeta plasmando personajes sociales de su natal Chimbote como “La tía Sara” y su identificación con la lucha sindical en el Puerto.

Esta entrega de crónicas desarrolla temas como el feminismo posero, vacío, sin otro mérito que la protesta por la protesta, tal como la apreciamos en “Give me the power”. Como expresa Augusto, ha querido escribir de la puta mare, un texto que vacile, que conecte a la gente, ustedes manyan, se tratan de unas crónicas para saborear a la hora de la cena con la televisión apagada y una lata de cerveza.

Puedo apreciar en “Mundo Cachina”, una nostalgia, por el Puerto, por el tiempo ido, por la infancia, por los familiares y los amigos, por este país jodido, por los poetas y el arte, por el silencio, que ahora reina en esta sala. Hay una nostalgia también por esa reconciliación que aún no llega, que aún esperamos.

Algunas de las crónicas se plasman en las horas más esperadas: La nochevieja y el primer día del año. Fechas propicias para replantearnos la vida, para decir aquí bajo, voy a cambiar de ruta en la combi. Hay una visión urbana, que nos guía por Chimbote, por las mudanzas de casa y las mudanzas de urbe, como queriendo recoger los recuerdos que uno decide dejar de lado porque cree que ya no sirven para nada, como cuando dejamos las cosas inservibles en el mundo entrañable de la Cachina.

Y la Cachina es ese mundo que se encarga de darle vida a aquello que desechamos, aquello que hemos desgastado con el tiempo y que creemos que ya debemos dejarlo atrás. Igual sucede con estos textos: son textos del recuerdo que adquieren una nueva vida en este libro, que se convierten en relatos valiosos gracias a la prosa poética de Augusto Rubio, que a través de un lenguaje filudo y coloquial nos atrapa desde el título.

Augusto Rubio

Y en estas páginas el autor se confiesa, se mira al espejo, nos mira al rostro, nos convida su talento lirico, su pasión por Alianza Lima, su amor y desamor por la rutina de las salas de redacción, la búsqueda de la libertad en las calles de Chimbote. Esa angustia de ser poeta y sentir el dolor del mundo reciclado en recuerdos y despedidas.

Así es la vida en este Mundo Cachina, hay que seguir escribiendo, recordando, visitando la biblioteca. Así es la vida en la que a veces ganamos y otras perdemos con la ayuda de alguien allá arriba. No queda de otra, Augusto, estamos condenados a escribir hasta que llegue la cuenta regresiva de la eterna nochevieja, que nos regale la sonrisa de las chicas bonitas que nos mueven el piso, mientras terminamos la última cerveza.

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