domingo, junio 01, 2014

Con Javier Heraud entre los ríos

Portada del libro

Henry Córdova Bran

En un país como el Perú, cargado de desigualdades, injusticias y viejos vicios entre su clase política y su medio social, la presencia del eternamente joven Javier Heraud sigue latente. Quizás por eso la reciente publicación del Libro “Entre los Ríos Javier Heraud (1942-1963)”, escrito por su hermana Cecilia, sea una ocasión para el reencuentro con el poeta.

El miércoles 23 de abril se presentó este libro en el Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. El auditorio del piso cinco estaba abarrotado muchos minutos antes del inicio. No era para menos, el libro que se presentaba constituye un documento de primera mano para quienes están interesados por acercarse al nervio más íntimo del poeta guerrillero que un 15 de mayo de 1963, cuando contaba con apenas 21 años, fue asesinado en medio de las aguas del río Madre de Dios.

En los minutos previos a la presentación, se percibía en la sala un ambiente de especial añoranza, parecía como si cada asistente tratara de vivir a su modo y en modo colectivo a la vez su relación con Javier Heraud. Entre los jóvenes, que a pesar de no haberlo conocido lo hemos leído con fervor de militante, siempre nos mereció el fraterno afecto, la admiración y el respeto. Estando allí recordé los versos de Manuel Scorza en un poema dedicado a César Calvo “El Che llevaba en su mochila acribillados versos de León Felipe/ y Javier Heraud llevaba una carta tuya en su chaqueta./ El impiadoso río Madre de Dios arrastró su cuerpo,/ tu cuerpo, mi cuerpo, nuestra acribillada juventud, todo./ Pero la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios…”. Y la velada del 23 de abril parecía demostrar esto precisamente, que la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios, que 51 años después Javier se sentaba entre nosotros de la mano de su hermana Cecilia.

“Entre los ríos”

Cecilia Heraud Pérez tenía 20 años cuando supo que su hermano había muerto en la selva peruana. Desde entonces vio como su padre, Jorge Heraud Cricet, se dedicó a mantener viva la imagen de Javier, empezando por aquella emotiva carta que escribió al diario La Prensa en la que afirmó enfáticamente que “para nuestra familia, sin distingos, nuestro Javier es el símbolo de la pureza y del sacrificio”. Al morir su padre, cuenta Cecilia en el prólogo del libro, la tarea de continuar con esa tarea le quedó encomendada.

El primer comentario sobre el libro estuvo a cargo del escritor Jorge Eslava, quien empezó confesando el temor que sintió al ser invitado a presentar este libro “vacilé por temor a quebrarme”, luego contó que el año 1978 visitó el cementerio en Puerto Maldonado donde todavía descansaban los restos de Javier Heraud y que en ese viaje tuvo un pequeño accidente de moto que le dejó una cicatriz que lleva hasta ahora. Eslava afirma sentirse muy próximo a Javier, no sólo por vivir cerca a la casa en que el poeta vivió en Miraflores y recorrer las calles que él recorría cuando niño y adolescente, sino también por haber conocido a la familia de Javier, amigos, maestros y porque recuerda el día en que vio a su padre consternarse con la noticia de que un joven poeta había sido asesinado en aquel lejano mayo de 1963.

Eslava comenta que a veces es difícil entender porqué Javier Heraud abrazó la causa de la lucha guerrillera. Si se afirma que toda lucha es violenta y la violencia es mala y por tanto una revolución violenta puede ser contraria a la búsqueda de la paz en la sociedad. Eslava afirma que en la respuesta a esa cuestión radica la razón para entender al Javier Heraud guerrillero y revolucionario “la revolución no crea la violencia, la violencia está en el mundo, abrimos un libro de historia y reconocemos un mundo violento a causa de las desigualdades y las injusticias”.

El escritor que en el año 1980 ganó el premio poeta joven del Perú y el premio Javier Heraud finaliza su intervención diciendo que “la trascendencia de su acto radica entre lo poético y valiente, fue el fuego incandescente de toda su generación”.

El otro invitado de Cecilia para comentar el libro es el psicoanalista Eduardo Montagne, quien nos invita a preguntarnos ¿cuál fue la trayectoria interna emocional de un joven que a los 16 años ingresa a la universidad y a los 21 muere abaleado como miembro de una guerrilla en la selva? Montagne se remite a la carta que Heraud escribe a su madre y deja en Cuba encargada con la instrucción de que la hagan llegar a su madre en caso él muriera “yo hubiera querido vivir para agradecerte todo lo que has hecho por mí, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, tú me criaste honrado, justo, amante de la verdad de la justicia”. Montagne nos dice que hay que recordar que en la generación de Javier “se vivía una militancia casi mística y Javier vivió eso de manera muy personal”. En un rápido análisis de algunos de sus poemas y cartas, concluye que “en el joven Javier confluyen un impulso inmenso de deseos de vivir y a la vez un impulso grande que lo acerca a la muerte”

Cuando Cecilia Heraud, hermana del poeta, toma la palabra hace una pausa para contener la emoción. Nos dice que este libro surgió como una necesidad, primero de enterrar nuevamente a su hermano cuya presencia ha estado muy presente en ella y su familia durante todos estos años, casi como si siguiera con vida; en segundo lugar, la necesidad de dar respuesta a muchos jóvenes que siempre buscaban a su padre primero y a ella después para conocer más sobre la vida de Javier.

Entre los Ríos es un libro que bien vale la pena leerse. Concentra en él un mundo íntimo del poeta al que no siempre se tiene acceso y que complementa otras ediciones que ya nutren los estudios y biografías sobre Javier.

Antes de finalizar, Cecilia nos tiene reservada una sorpresa. Presenta un audio que su hermano grabó en una vieja grabadora en los lejanos inicios de los años 60. Se trata de una entrevista que Mario Vargas Llosa le hace a Javier Heraud en París. Los dos jóvenes escritores de aquellos años hablan sobre literatura peruana contemporánea y finalmente a pedido de Vargas Llosa lee el poema “Mi Casa Muerta” la voz potente de Javier Heraud, que escucho por primera vez, inunda la sala y todos entonces nos empezamos a sentir entre ríos, árboles y pájaros.     

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