viernes, junio 26, 2009

KINA ES LA VOX



Julio Carmona

Aun cuando el término “box” se ha generalizado para denominar al “deporte de los puños”, yo prefiero usar la expresión “boxeo”, más ajustada a nuestro idioma, porque éste reserva el primer vocablo para el lugar en que se guardan los caballos. Y voy a tratar aquí del boxeo, no porque sea su practicante, aunque sí su aficionado; pero sólo cuando se trata de ver a fajadores tipo Tyson o “Maravilla” Hagler, o estilistas como Mohamad Alí o “Sugar” Ray Robinson.

Siempre prefiero ver una pelea de boxeo a un partido de fútbol, del que no dejo de aficionar; mas sólo si se trata de ver a un buen Brasil o un buen Barcelona y hasta un buen Alianza Lima: cuando están desprovistos del adjetivo “bueno”, deploro la pérdida de tiempo, pues obviamente hubiera preferido invertirlo en la lectura de un buen libro o en la escritura de un texto como éste, que sé que esperan mis pocos pero fieles lectores, lo cual no implica bondad textual, sino generosidad lectora.

Pero nunca me había sentido más a gusto después de una pelea que frente a la última perfomance (para agarrar contexto) de nuestra “crédito nacional”: Kina Malpartida. En realidad, me animé a verla pelear no por la publicidad que la promocionó (no soy de los que ceden fácilmente a los encantos del marketing) y tampoco por barato patriotismo; lo hice porque lo poco que había visto de su triunfo sobre la norteamericana –que le significó coronarse campeona mundial– realmente la acreditaba como una peleadora de fuste. Su marcación de distancia (que los conocedores relevan) es una de sus evidentes virtudes, o sus rectos de derecha, contundentes. Con sólo esos dos recursos –poderosos sin lugar a dudas– se alzó con la corona (y la retuvo); porque, también hay que decirlo, a nuestra campeona le falta afinar otras técnicas (que no es del caso precisar aquí).

Decía que, en verdad, me animé a ver la pelea, porque su rostro me pareció digno de ser tallado en piedra. Y, con el escultor dormido que llevo dentro, esperé ver también sus puños erizados como piedras, rasgando los aires para caer implacables sobre su rival de turno. Piedras callejeras lanzadas como gritos reclamando justicia por “los luchadores de la vida”, como llamó Kina Malpartida a los pobres del Perú, a quienes dedicó su triunfo. Y fue el nock out técnico de mi alegría. El pueblo peruano tiene una gran luchadora en sus filas. Se llama Kina. Vale un Perú.

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